La doncella del mar Stella Maris Taboro
La
calle semejaba una profunda fauces de lobo. Hasta la noche parecía encaprichada
en su negritud tapando todas las estrellas .Los grillos retumbaban en los
pasillos estrechos del más antiguo barrio cercano al Puerto de Calukte.
Los
grafitis plateados en algunas paredes parecían alzar interrogantes punzantes.
¿A
dónde había ido esa figura que paseaba casi flotando sobre los adoquines
desparejos?
¿Habría
que esperar nuevamente que reluzca la luna llena para descubrirla una vez más?
Julián
estaba ansioso por saber de ella, pero sólo había podido verla algunas veces, y
apenas, fugazmente como a una imagen difusa.
Luego
de su paso por allí quedaban aromas del mar, a corales y una música de espumosas
olas blancas.
Buscó
un nombre para ella, y la llamó Doncella del Mar.
Después
de ella, todo era casi un silencio hondo con un fondo de monótonos cantos de cigarras.
Julián
había indicado en su agenda todas las fechas de lunas llenas.
La
aguardaría en esas noches.
Había
nacido en altamar, conocía como a las palmas de sus manos, las aguas inmensas
que recorría y hasta los peces abisales que viven a miles de metros bajo la
superficie del mar, donde no llega la luz. Consideraba a las gaviotas como a su
más fiel séquito, despegando desde las costas y jugando en las aguas
pronunciando un saludo que sólo Julián interpretaba.
Pero
más que amar ese mundo de paisajes celestes, sentía que su corazón palpitaba
muy fuerte cuando pensaba en la Doncella del Mar.
Debía
esperarla, intentar hablar con ella y retenerla antes que deje la calle de
viejos adoquines.
La
luna llena de ese mes de septiembre, hizo que Julián espere en la playa. De
pronto vio que ella se alzó sobre las olas y avanzaba con alas de nácar. Su
frente estaba coronada con pequeños caracoles y cubrían su cuerpo, corales
relucientes.
Le
impresionó su mirada tierna .
Ella
con tenue voz repitió muchas veces... hasta hundirse en el mar.
Tú
me quieres nívea,
Tú
me quieres blanca,
Tú
me quieres alba.
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