EN CASA Carlos Margiotta
Estoy en mi casa hace una semana sin poder salir por
la cuarentena. El otro día me llama un amigo que vive con su familia y me
pregunta cómo me las arreglo viviendo solo. No estoy solo, le contesto, vivo
rodeado de palabras.
Las palabras pasean por mi departamento sin pedir
permiso, salen al balcón, abren la heladera, se lavan las manos cada dos horas,
miran televisión tiradas en el sofá, van a la computadora y entran en las
redes. Usan mi celular manejándolo a su antojo, se toman un café cuando tienen
ganas, entran al baño varias veces, hacen sus necesidades, se duchan, y
disponen de mi intimidad sin ponerse coloradas.
En el transcurso de los días las voy reconociendo
una por una, están las palabras fuertes tan expresivas, tan gritonas que a
veces me asustan. Están las débiles que parecen delicadas, frágiles pero a la
vez son tan atractivas como seductoras. Están las asquerosas, las sucias, las
que se cortan las uñas de los dedos de los pies delante de tuyo, mientras eructan
o se tiran un pedo. Están las que se pasan suspirando, románticas las llamo,
son peligrosas porque te demandan todo el día y nada las satisface. Por suerte
cada tanto me encuentro con las frontales que no te engrupen, que te cantan la
verdad por dolorosa que sea. Son las que cuando te dicen No es No y cuando te
dicen Si agarrate Catalina, en ellas confío. Después hay un grupo de exageradas
donde reina la desmesura, un gramo es una tonelada, un piquito es el amor de
sus vidas, una raspadura es una amputación de un brazo o de una pierna y debo
medir hasta donde es cierto lo que dicen. Pero las que menos tolero son las
perfectas, si, las que se la pasan disimulando errores, echándole la culpa a otro
de sus acciones, siempre atildadas, bien vestidas con una sonrisa eterna en sus
labios. Las veo falsas tan carentes que necesitan ser como modelos para
exhibirse en público y criticando a todo el mundo.
La lista es infinita y entre todas elijo a las cariñosas,
las amorosas, que estiran su cuerpo desperezándose y te tiran un beso con las
manos apoyadas en sus labios. Son las que te aman sin condiciones, que quieren
lo mejor para vos, son una mezcla de madre y mujer fatal que pueden arriesgar
la vida por el hombre que aman.
Podría hacer una enumeración infinita de las
palabras como las: directivas, resentidas, profesionales, independientes,
sometidas, feas, hermosas, cursillistas, estudiosas, fundamentalistas,
religiosas, anarquistas, feministas, tolerantes, prostitutas, inquietas,
calentonas, emocionales, frías, superfluas, comprometidas, solidarias,
egoístas, inteligentes, soberbias, celosas,
desoladas, indiferentes, devotas, dolientes, deseosas, machistas, racionales,
tumultuosas, pacientes, simuladoras, exquisitas, mudas, gordas, sudorosas,
abnegadas, graciosas, estúpidas, complacientes, emancipadas, y podríamos seguir
con la lista eternamente.
Estamos hechos de palabras, somos lenguaje, afirma
el concepto universal, pero la subjetividad de cada uno nos muestra que hemos
sido atravesados por palabras concretas, singulares y el valor de cada una es
distinto según la persona. Hace poco descubrí que la palabra AMOR es igual a
ROMA, escrita en las dos direcciones. ¡Dos bellas palabras!, para mi.
Por eso los escritores dicen que no hay palabras
malas ni buenas, prohibidas ni permitidas que las palabras de un texto están en
íntima relación unas con otras en un vínculo particular y único, Las palabras
se dicen en el momento histórico social en que es escrita, dentro del contexto
argumental en que es narrada la ficción, en el aquí y ahora como al allá y entonces.
Y el escritor sabe que hay una sola palabra que le corresponde a esa frase, le
guste o no, y deberá buscarla para decidir entre muchas, y al elegirla tendrá
que hacer el duelo de las que deja en el camino de la historia.
La otra noche cansado del encierro y el calor del
día me acosté con la ventana abierta del dormitorio. La luna entraba en la
penumbra solitaria y las vi entrar sigilosamente una por una a mis palabras
preferidas, como mujeres deseantes buscándome. De pronto se fueron metiendo en
mi cama desnudas y empezaron a acariciar todo mi cuerpo donde más me gusta
dándome un inmenso placer. Ella no estaba.