Te miro Fernanda López
Te
miro. Te miro en silencio. Observo tus detalles. Te observo en tus detalles.
Cada detalle. Me sonrío. Nos imagino juntos. Busco razones. Colecciono excusas.
Pienso y te miro. Me silencio. Me enojo. Parezco alejarme. Sigo cerca tuyo. Te
miro y no te hablo. ¿Por qué no te hablo? ¿Por qué nos callo? ¿Por qué? Porque…
Creo saberlo, pero no quiero dar explicaciones, no puedo darlas. Quizás no
hagan falta. Quizás nos entendamos sin hablar. Te miro. Otra vez te miro en
silencio. ¿Por qué no me hablás? ¿Por qué nos callás? Me llamás. Pronunciás mi
nombre. Mi nombre en tu boca. Mi nombre entre tus dedos. Renazco. Respondo. Tu
nombre. Tu nombre que suena armoniosamente poderoso cuando se conjuga con el
mío. Vos. Yo. Nosotros. Nuestros nombres. Sonreímos. Y de nuestras comisuras
brotan cientos de formas diferentes de nombrarnos. Una palabra. Muchas
palabras. Otra vez el silencio. Pero esta vez, el silencio es dulce, porque
nuestras bocas claramente confundidas eligen no hablar para fundirse en un
beso.
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