El cazador José Menéndez
Ya surgía
el ocaso por el horizonte, el aire
estaba espeso, asfixiante, el agobio rondaba
el lugar, el día llegaba a su fin, era una tarde de primavera con un
calor de verano, mas apropiada para estar en un escarpado a la sombra o en un
oasis de frescas palmeras, que en una jungla como aquella, todas las especies
se agolpaban al emerger, las nocturnas dando la bienvenida al nuevo día y las
exhaustas que retornaban a sus hogares o madrigueras con pasos cansinos para
encontrarse con la manada, con sus pares.
El
aparentaba estar como todas ellas, había sido una jornada difícil, estaba
agotado, lo atosigaba el calor extremo, estaba incomodo en su piel, estaba hambriento
y sediento, estaba esperando paciente. Ni el ojo conocedor lo hubiera
destacado, parecía uno mas de aquellos herbívoros que tomaban la vida con
cautela, pastando, tal vez pensando, rumiando y dóciles a las vicisitudes de la
vida, el aparentaba serlo, en cierto modo envidiaba a aquellos cuadrúpedos que
moraban en manadas y vivían en las estepas, fieles a su especie, a su pareja,
incapaces de hacerle daño siquiera a algún ser, temerosos de los salvajes, como
el.
Le
hubiese gustado ser así, de algún modo el llevaba su ser como una carga pero era
parte de el y era inevitable, le parecía inverosímil de algún modo que hubieran
sido creados para una vida tan monótona tal vez ansiaba llevar una vida
duradera sin aventuras como aquellas criaturas, como sospechaba que ellos lo
envidiaban a el por su bravura por su vida aventurera, por su poderío, si es
que ellos ambicionaban algo.
Ascendió
al puesto donde estaba lo espeso de la manada, pasaba desapercibido, tal vez
era por su disfraz, tal vez por su imagen que no mostraban aquel temible
aspecto que había sabido tener, tal vez ya no era sino uno de ellos, rezagados
y resignados a la vida, se le ocurrió pensar que era un lobo disfrazado de
oveja, estaba cavilando en el momento que localizo a su presa, estaba distante
y era inalcanzable para el, lo antecedía una multitud, la vio y se dio cuenta
de su belleza, su corazón se agolpo al pensar, había visto solo una parte pero
su experimentado ojo sabia reconocer lo bueno, estiro el cuello pero estaba
tapado por algún macho de gran tamaño, hociqueo y se propuso analizar su plan
de ataque, su naturaleza felina le había enseñado a ser cauto, una
precipitación significaba el fracaso, ordeno sus ideas, no le escaseaba el
alimento, en su guarida reservaba una cantidad considerable como para durarle
un par de días, además el sabia que con facilidad encontraría presas de mayor
volumen con mayor facilidad, pero esta lo sedujo particularmente, era una
empresa demasiado difícil pero le gustaban los desafíos. Se ocupo en imaginarse
el acto mórbido en el cual llevaría la cacería, se vio retozando en ese cuerpo
de líneas curvas, se vio relamiendo su presa, le produjo un sentimiento casi
erótico, excitante, saboreando esos músculos jóvenes, esa carne fresca, esa
sangre, no se dejo obnubilar, la vio de cuerpo completo y se le apareció
perfecta sabia que no lo era pero el deseo delimita las líneas de la
perfección, se irguió, estaba exultante y estiro su cuerpo haciendo sonar las
vértebras, pensó en arrojarse precipitadamente, pero estaba disfrutando el
momento de fantasear, el sol ya estaba cayendo, el aire cambio y sintió una
brisa floral, era el olor del paraíso, quizás, o el olor dulzón de la muerte
que acecha, se movió sigilosamente y se acerco unos metros pudo detallar en la
complexión de su fisonomía, ella se encontraba ausente, ensimismada en sus
asuntos, inocente, desconociendo completamente lo que sucedía y se avergonzó de
pensar si fuera posible leer los pensamientos ajenos, volvió a estudiar la
figura y la observación dejo lugar o mejor dicho fue arrastrada por el caudal de
la corazonada, del palpito, estaba jadeando y tenia la boca seca.
No
tendría sentido que las cosas sucedieran simples pues perderían su arte, su
color, su sabor, el fruto prohibido sabia mejor que el mejor de los manjares
servido sin el esfuerzo.
Quizás
era incorrecto para el, un cazador reprimido, que había abandonado esos caminos
salvajes para sumirse en la frivolidad, la vulgaridad, retornar a sus acechos
anteriores, pero hay cosas que no se pierden, como la naturaleza de matar, de
perseguir, de dominar, se la puede ocultar, enterrar, pero se despierta como un
león dormido.
¿Acaso
no era la seducción la más antigua de las artes? De repente se genero la situación,
el momento justo, un pequeño grupo se había apartado y libro el camino recto
hacia su cometido, era la hora, la vislumbro sola e indefensa, contuvo el
aliento, saco sus zarpas y se apresto a embestir, flexiono su patas traseras
para proyectar el salto.... súbitamente surgió desde un costado, una irrisoria
criatura, inferior que el, insignificante, apenas
un
carroñero, de aquellos que cazan solo por hambre o por necesidad, se dirigía
hacia su elegida, vaya destino, con tanta variante, con tanto esmero destinado
a elaborar, diseñar su plan, a degustar su victoria, se agazapo y quedaron
enfrentados, en otros tiempos no hubiera sido contrincante, aun ahora no
ofrecería resistencia, pero los otros tiempos habían dejado lugar a estos, los
tiempos actuales, cedió su lugar, se resigno, inexplicablemente hasta se alegro
de hacerlo, se alejo pasivamente y se entristeció al pensar que se conformaba
tan solo con la fantasía, había pasado de ser un cazador nato a un imaginativo,
se había satisfecho con el hecho de rememorar su antigua gallardía y asegurarse
que todavía mantenía su instinto intacto, ni de eso podía estar seguro, pero en
cierto modo lo inundo un sentimiento de alivio, no era mas que un soñador.
La
muchacha, su presa, se bajo en la Avenida Álvarez Thomas, furtivamente él le
dirigió una ultima mirada, él descendió dos paradas después meditando en lo
bien que le vendría una ensalada que le habría preparado su esposa
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