martes, 21 de octubre de 2014

Cora Stábile



Sonia  Cora Stábile
Corría la década del 50, transitábamos por la mitad del siglo XX.

Me asomo a aquella vieja casa con jardín en el frente: a la derecha tres amplias habitaciones corridas, un techo que cubre la mitad del patio y varias columnas de hierro que lo sostienen; de ellas se tomaban los cuatro amigos para practicarlos pasos con los que después pensaban lucirse en la pista del Club Social Rivadavia.

Desde el tocadiscos surgen las notas cadenciosas de un tango: “Bahía Blanca” comienza a escucharse, ellos abandonan las columnas, forman dos parejas y se entregan a la música.

De pronto, desde el fondo, se asoma tímidamente una muchachita, no muy alta con largo cabello oscuro, grandes ojos negros y actitud apocada.

La miran y le preguntan su nombre.

- So … So … So …

No puede seguir, uno dice:

- Che, ni a le sale de la boca.

Los otros lo miran y contestan juntos:

- Sonia, ese es el nombre de la percanta

Ella asiente sin decir nada, la invitan a bailar y acepta serena. Durante media hora continúan can las prácticas. Luego ella se acerca al combinado, busca entre las 15 ó 20 placas de pasta que estaban apiladas a un costado y encuentra una versión musical de “Toda mi vida”, se apresura a colocar el disco y comienza a entonar aquellos versos escritos por José María Contursi acompañados por la melodía compuesta por Aníbal “Pichuco” Troilo.

Ellos la escuchan extasiados, cuando el tango termina Sonia se da vuelta y comienza a caminar lentamente, pasa al lado de la vieja higuera y su figura desaparece entre los árboles del fondo como si hubiera sido devorada por la noche.

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