martes, 21 de octubre de 2014

Alicia Chilifoni


                       VISERAS Alicia Chilifoni


Los jovencitos de todas las épocas han adoptado rasgos característicos para distinguirse de las otras franjas etáreas.  Es una de las maneras de expresar su rebeldía para con las generaciones anteriores. Han habido tanto petiteros como hipies.

Por estos días y desde hace algunos años se ha instalado la gorra con visera como identificación con esa pléyade pujante, aunque unos pujan para un lado y otros para el otro. Y llegó para quedarse. La visera dice de quien la ostenta “yo soy joven”, “soy capo”, “acá vengo yo”.

La usan a toda hora, aún en plena noche o de madrugada. Cuando yo era chica la llevaban los varones, tan salvajes ellos, contra soles insolentes de siestas zumbadas por tábanos, a la orilla de la cañada cazando ranas, o cubriéndose de tierra fina como talco en el potrero de la esquina, pelota y gritos.

Ya no más. La computadora y la inseguridad los mantienen en casa, pero con la visera puesta, eso sí. Siempre. Si hasta se me hace que duermen con ella. Para protegerse de qué?

Me gusta observar semblantes,  en el tren, en la calle…Vereda: universo en miniatura, dijo un poeta. Verdad. Hay de todo. Caras de soberbia y superioridad, de agotamiento, de preocupación, ensimismadas, extrovertidas y curiosas, indiferentes, de hastío, hostiles, amables y relajadas….de todo un poco.

El tema se me complica con “los viseras”. Cuesta verles los ojos. Muchas veces, como por telepatía, algún muchachito sentado en el micro, como espoleado por mis ojos clavados en él, hurgueteado, me dedica una ojeada ligera como diciendo hoscamente ¿qué te pasa? Me pasa que quiero verte y te escondés.

No hay sol. No hace frío, y si hiciera más te valdría un gorro de lana. Estarías más confortable, y, lo que más me interesa, podríamos vernos a la cara. ¿Para qué? Y… ya que todos tenemos que tirar del mismo carro por convivir en el mismo mundo, cuanto más a la par nos sepamos, más llano se hará el camino.

Ves que tengo razón? Pasó el vistazo apurado y te volvés a esconder. La visera te da anonimato y sentido de pertenencia. Una gorra más es un joven más, un rebelde más.

Si en este momento ocurriera un ilícito, es probable que se te mire con más desconfianza por “portación de gorro”. Generás cierta desconfianza, precaución. En alguna medida te discriminan, porque no te conocen. Tampoco a los demás pasajeros, pero los otros son más “iguales”. 

Como un espejo, devolvés  igual sentir en tus miradas recelosas. La visera es una pantalla protectora eficaz en direcciones enfrentados: que no te alcancen los rayos fulminantes del que necesita descubrir en vos una amenaza, y para disimular el bumerang que a partir de tus ojos devuelve la misma incomodidad.

Sí. Creo que todo sería mejor sin esas gorras, pero siempre los jóvenes buscaron elementos de diferenciación, y lo seguirán haciendo, como todos alguna vez.

¿Entonces? Entonces lo que quiero decir es que no veamos en la gorrita ninguna amenaza. Si los que nos despojan de verdad, no usan visera, y sin embargo igual no se los ve en absoluto. No se  ven, pero  se sienten, y cómo!!!!




No hay comentarios: