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María Fabiana Calderari
Circo
inverso María
Fabiana Calderari
El famoso circo Comédie aterrizó en la ciudad a
mediados de enero, instalándose en un baldío de la zona sur. Aquel armatoste
policromo reunió a todos los personajes del lugar. Los payasos llegaron
entusiastas, con sus trajes calandrados y las graciosas narices. Se ubicaron en
los asientos de las primeras filas. Cargando famélicos animales domesticados,
arribaron los domadores.
Sus torsos desnudos ensombrecían la figura
esmirriada de los trapecistas.
Ocuparon, unos y otros, las gradas más altas
ubicadas en la carpa.
Algunos enanos escabullidos por debajo de los
toldos, se distraían enmelándose con copos de azúcar.
El anfitrión del espectáculo, un mago lenguaraz,
inauguró la ceremonia.
Lentamente el jolgorio expandía un contagioso
embobamiento.
Los aplausos estruendosos resonaban como viento,
instando el comienzo del entretenimiento.
En medio del escenario, sumido en la más profunda
soledad, el público. Monótono. Sin destrezas. Encarcelado en sus máscaras.
Esbozando insulsas sonrisas.
Las ovaciones se convirtieron en chiflidos
inarmónicos. Los espectadores se retiraron desconcertados, ante el fracaso de
la función.
-Esta gente ha perdido la magia de mostrarse tal
cual es -observó un conejo saltando de su galera. Una contorsionista anciana,
conocida por sus facultades intuitivas, exclamó frunciendo el ceño: -¡Públicos,
eran los de antes!
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