POEMAS Rodolfo Livingston (argentino, arquitecto)
GRACIAS
Suena
la música inmensa del Brasil
bailo
solo
mirando
las nubes, en mi terraza.
Me
río y lloro, poderoso de mí,
pobre
de mí
que
estoy tan triste y tan raro.
Mi
corazón me dice sin embargo
que
estoy terriblemente vivo
porque
puedo amar
porque
puedo llorar
y
porque puedo bailar sobre mis lágrimas.
Gracias
Gina,
Gracias
María Luisa,
Gracias
Juanito,
Gracias
Laura, Orlando, Tato y todos mis amigos.
Gracias
por ayudarme a vivir
por
enseñarme a querer y
gracias
a Dios por estar vivo.
Buenos
Aires 10 de Noviembre de 1982
A MI
HERMANA
A
veces estoy muy lejos
De
ustedes y cerca de mi infancia.
Que
pasó, que fue lo que pasó María Luisa, en estos años
De
pronto, ó poco a poco, no recuerdo, cambiaron los veranos.
Se
derrumbaron las paredes queridas
De
la infancia.
Esta
tarde entré muy despacio
Y
observé nuestra casa de Mar del Plata,
Blanca,
con listones negros asomando.
La
enredadera, la verja amarilla,
De
madera.
Todos
los cuartos guardan sonidos conocidos.
Era
una casa con rincones, con escalera
Y
con alma, como deben ser todas las casas.
Vereda
de bicicletas, magnolia, banco,
Tarde
y espera.
El
almuerzo está servido. Están todos en la
mesa.
Unos
son “los grandes”; mis primas, mamá (que llega tarde),
María
Elena y Horacio querido con sus ojos azules.
Traemos
el mar salado, arena en los bolsillos.
Todo
está claro, entra luz por la ventana del jardín.
Papá
llega en su moto colorada, el sol,
La
siesta, los pantalones, el auto, todo estaba claro.
Yo
quisiera que fuera todo de nuevo,
De
nuevo el verano todos juntos,
Es
que el mundo ha cambiado querida.
Me
preguntás que pasó.
Por
la calle pasaban otras gentes
Y
yo empecé a mirarlas.
Remonté
los trenes de mi patria,
Escuché
las canciones de los pobres,
Ví
una multitud con banderas, con cantos,
La
esperanza colgando triste, a un costado.
Primero
yo dí un paso.
Después
ví sus ojos de espanto,
Miré
sus harapos y fue mío su llanto.
Salté
por la ventana (de mi infancia).
Ahora
estoy con ellos para siempre,
Instalé
mi juventud en su esperanza
Y
levanté el lápiz, mi palabra, apoyé mi mano
Sobre
el hombro de mi hermano anónimo,
Subo
a sus camiones, con ellos,
Y
veo pasar los días tan lejos de mi casa.
A
veces, es cierto, estoy muy lejos.
A MI
HERMANO HORACIO
Yo
volví para buscar
Los
rostros de mi sangre que quedaban
Y
encontré tu soledad
Guitarra
triste
Tenías
los ojos más cambiados
Te
parecías a los retratos de papá
Cuando
era joven.
Tenemos
treinta años pensé
Esta
noche y te reías y ví
Que
estamos solos.
Entonces,
hermano, querido,
Ví
tu sangre y la mía,
Juntas,
Como
si el mundo fuera otra vez
En
tu sangre y en la mía.
EN LA
PLAZA DE SANTIAGO
DE CUBA
Festival de coros, en la
plaza de Santiago. Las boinas rojas de los pioneros y sus caritas atentas. El
niño Dios y pa´lante, pa´lante…. Los coros de Camagüey, de Santiago y de La
Habana. Un coro baja del escenario bailando y el director baila con ellos. Son coros de obreros, de campesinos, de ex -
aburridas oficinistas, es el pueblo que canta y el público se convierte en coro
bajo la luz blanca en el aire fresco de la plaza nocturna.
“…..milicianos adelante…..
no somos uno, ni somos dos….”
La expresión concentrada del
hombre de pelo blanco. Seguramente ha visto muchas cosas y medita. Los negritos
en la punta del asiento, con la boca entreabierta. Sube un coro, y otro coro, de niños, de
adultos; son las doce de la noche y
estamos todos de pié, los brazos en alto entrelazados. La Internacional. Mi mano blanca, la veo en alto, apreta una
mano negra; se recortan contra la cúpula de la iglesia.
Socialismo y navidad cubanos
En el aire tan fresco
De la plaza de Santiago.
Las espaldas de las negras
Y un ángel de yeso, allá en
lo alto de la iglesia apagada.
Santiago de Cuba, 25 de
Diciembre de 1961.
NAVIDAD CON
LOS SOLDADOS
El
horizonte es una línea tensa en los ojos fijos de las postas.
La
silueta de un barco, la luz furtiva de un avión. Las amenazas de siempre. Un llamado por la
línea telefónica comunicando la novedad y los dedos repasando siempre las armas
engrasadas, la precisa mira del cañón.
Son
lentas estas noches de la costa tendida, esperando al invasor.
-
esta vez quedan.
- ya lo dijo Fidel.
Y
son muchachos de 16 años, son niños - hombres conscientes, responsables. Es la
historia en las conversaciones simples, la mirada gravemente atenta de los
milicianos que esperan día tras día, noche tras noche, en la trinchera húmeda,
con los ojos fijos en el mar.
Hay
baile y cerveza en la apretada plaza del pueblo. Por las luces de la bahía,
llega a la trinchera la música lejana.
Es
un danzón.
Pero
la costa, está siempre despierta en los ojos innumerables del pueblo.
Porque
se sabe que vendrán.
Baracoa,
24 de Diciembre de 1961.
Para Josefina, la
enfermera más linda del Hospital
Dulce
enfermera negra
de
la risa blanca
y
la capa roja.
Joven
antigua
criatura
nueva
alta
y grave,
la
risa fina,
Josefina.
Al
Hospital lo están pintando
de
colores
y
los enfermos no quieren ya curar
porque
ha llegado
alta
y grave,
la
risa fina,
Josefina,
la
dulce enfermera nueva
de
la capa roja
como
tu sangre
como
mi sangre
como
la sangre del pueblo,
Josefina,
que
tu vienes a cuidar.
Baracoa, Cuba 7 Enero de 1963
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