El ángel de la guarda
Carlos Margiotta
Ahora puedo dormir de
corrido toda la noche. Me acuesto como a las once y cuando me despierto son las
siete de la mañana. Después de tantos años de insomnio creo haber descubierto
la manera de dormir sin tomar las pastillas que usted me recetaba. ¿Se acuerda?
Al principio me causaban efecto y al poco tiempo terminaban excitándome cada
vez más, y entonces tenía que volver a verlo y usted me daba otras pastillas
más fuertes, hasta aquel día en que tuvo que internarme por una intoxicación
hepática, casi me muero. ¿Se acuerda? Bueno, yo sí, pero a pesar de todo no le
guardo rencor. Entonces éramos camaradas, los dos estábamos en la misma, y
además yo reconozco que era medio loquito, el colo Almada me decían.
El asunto es que venía a
verlo para agradecerle la paciencia de tantos años, y para contarle cómo fue
que logré dormir, por ahí le puede servir con otros pacientes y tal vez hasta
pueda ayudarlo.
¿Se
acuerda del ángel de la guarda? Ese que cuando éramos chicos nos decían que nos
protegía. Bueno. Resulta que una noche, a la tres de la madrugada, mientras
miraba las cinco ventanas iluminadas del edificio torre de enfrente de casa, encontré
al mío. Esas mismas cinco ventanas que le contaba cuando venía a verlo, que
creía habitadas por otros tantos insomnes como yo. Esas casas que imaginaba con
seres atormentados llenos de horror y tristeza. Bueno. Le cuento. Mientras miro
la torre siento que alguien se mete en mi cama y empieza a acariciarme la
espalda. Al principio me asusto y no quiero darme vuelta para ver quien es, y
dejo que siga con las caricias que empiezan a recorrerme todo el cuerpo.
Siento
sólo la presencia de una mano sedosa, ningún ser concreto en particular, como
un ángel inmaterial que me tranquiliza y me hace dormir. Cuando despierto
pienso que todo ha sido era un sueño, pero... ¿qué sueño? Si hacía años que no
soñaba. ¿Se acuerda que le decía? "Lo que más me jode de todo esto es que
no puedo soñar".
Ese
día no le di más importancia al asunto, hasta que volví a casa y llegó la hora
de meterme otra vez en la cama. Esta vez no tuve que esperar tanto, el ángel
como la noche anterior, comenzó otra vez a acariciarme tan dulcemente que me
entregué sin resistencia, de inmediato. Y así me visitó noche tras noche, y en
la medida que nos fuimos conociendo por el contacto cuerpo a cuerpo, la mano
fue adquiriendo la forma de una mujer. Poco a poco fui reconociendo su cintura,
sus piernas, sus caderas, y sus senos voluminosos apoyándose sobre mi espalda.
Una vez quise darme vuelta para abrazarla y desapareció. ¿Se acuerda que me una
vez me dijo que no pretendiera controlarlo todo, que me dejara llevar por los
sentimientos y me entregara al sueño reparador? Bueno, ahora lo entiendo.
A
llegar la primavera empecé a acostarme totalmente desnudo esperando el placer
de esas manos eternas, acariciadoras, que fueron avanzando sobre las partes más
íntimas de mi cuerpo excitándome. Mire, se lo cuento y me avergüenzo. El ángel
se había convertido definitivamente en una mujer tierna y hermosa, pura y
diabólica, como jamás he conocido. Le juro que no tengo recuerdos de algo
parecido, nunca sentí que me hayan querido de esa forma, sin palabras de por
medio, sin pedir nada a cambio. En algún momento creí que era otra alucinación.
¿Se acuerda?. Como esas que me agarraban después de una misión importante,
cuando usted me daba licencia hasta que se me pasara. Pero no, es una inmensa
felicidad la que me invade secuestrándome de la realidad cotidiana. Me siento
poseído, esclavizado a merced de todos sus deseos que no puedo rechazar. Al
mismo tiempo estoy desesperado por conocer a mi visitante nocturna y contarle
mi historia, decirle que no era merecedor de su amor, que soy un tipo jodido.
Una
noche de luna llena la vi, la luz se escurría entre las rendijas de la persiana
del dormitorio cortando la oscuridad con líneas blancas, como un pentagrama.
Estoy seguro que me creyó dormido y en un descuido se levantó de la cama,
atravesó el haz luminoso totalmente desnuda. Vi su imagen de una belleza
inconmensurable y celestial, caminando hacia la puerta, cuando quise alcanzarla
desapareció.
Se
lo cuento y se me pone la piel de gallina. ¿Se acuerda cuando la conocí a Susana
y usted me aconsejó? "Cuidala, es una mina bárbara, si la maltratas las
vas a perder".
Tuve
miedo de que no regresara, como lo habían hecho otras mujeres, pero después de
tres noches de insomnio volvió. Las reglas de nuestra relación son claras e implícitas.
Los ángeles no tienen sexo, a cambio del soñar debo renunciar a toda
iniciativa. Entonces que me dejaré someter pasivamente. Cada noche ingresaré a
un mundo desconocido de sueños encadenados unos a otros en un perpetuo continuo
de imágenes donde todo era posible, donde no había límites, donde lo deseado se
realizará antes del amanecer. A veces tengo miedo de tanto placer y siento mi
cuerpo estallar en mil fragmentos que no puedo juntar.
¿Se
acuerda cuando usted me decía: "Déjese llevar por el sueño, no tenga miedo
que no se va a morir"? Tenía razón. Ahora no le temo a la muerte, la
muerte es la felicidad, es terminar con las pesadillas que me persiguieron
durante treinta años. Recuerdo perfectamente cuando lo vine a ver por primera
vez. Quería abrirme de todo esto y pedirle la baja. Usted me dijo que no
sintiera culpas ni remordimientos, que era la guerra, que solamente se trata de
cumplir ordenes.
Bueno,
quería que supiera lo que he sufrido y lo que he gozado. Ahora le toca a usted,
el ángel de la guarda me lo pidió y yo cumplo.