FANNY TRAINER
sábado, 30 de junio de 2018
FANNY TRAINER
POEMAS
FANNY TRAINER
AMOROTIEMPO
Quiero
quedarme desnuda
con los
trigos y con el sol.
En el
medio, tus ojos claros,
tus venas
y yo.
Es
posible el mediodía
con tus
brazos en mi espalda.
También,
quizás...,
de nuevo
la tierra
brame
frente al
beso
de labios
anchos, muy anchos,
y dientes
prendidos
entre
tanto y tanto.
Amor:
no había
motivo entonces
para
ocultar los cuerpos
envueltos
en luz y luna
(hoy
perdura el barro
que cubre
todo
“lo que
vendría”).
Quiero
quedarme desnuda
en el
trigal a la tarde
envuelta
en tierra y cielo,
emergiendo
luego esbelta
de tu
espuma y de tu grito
con mis
brazos rectos
extendidos
hacia arriba.
Todo es
tangible cada día
cuando el
sol y el trigo se unen;
escucho
tu deseo
y
presiento el mío.
Posadas,
2004
LOS BARES DE ROSARIO
en
domingos de mañana
esperan
la soledad
compartida
de dos
entre La
Capital
y el café
en jarra
entre el
sol y las persianas
entre el
truco
y el
guiño plegado
de
papeles
de
noticias
empastados
empantanados.
I
El niño
que vende
figuritas
y no rosas
que mira
tras del vidrio
que se va
que no vuelve
que no
besa que no toca
que fue
sueño soñado
de
repente
y se
rompe
y se
queda
parado en
sus pestañas
que
camina junto al perro
de tres
patas
desde
siempre.
II
Cuando
hablamos de género
pensamos
en el vestido de novia
y en el
andar sin zapatitos rotos:
cuando
hablamos de poder
visualizamos
a los hombres
sus
marchas con botas
con
bolas, con bombas.
FANNY TRAINER
Jenara García Martín
Desde una cafetería
(final)
Jenara García Martín
Este suceso no pasó desapercibido para la
prensa, y cuando ya estaban trotando juntos, “Alado” y POTI, en la Escuela
de Instructores, salió publicado un día
lunes en la página de el Turf, como noticia destacada.
Así
fue como el cliente de la cafetería que había conocido a POTI lamentándose del
accidente de “Alado” y de la historia de POTI, contada por el mozo, volvían a
dialogar recordando ese día y
alegrándose ahora al leer la columna que les dedicaban, alabando la dedicación de POTI
para salvar al caballo y la voluntad de seguir trotando a su lado, a
pesar de su dificultad física. Y como cliente habitual y la confianza con el
mozo, los lunes no dejaban de leer la
página del Turf…
Mientras
crecían las expectativas sobre la vida de
“Alado” y POTI, esto sucedía en la Escuela , teniendo en cuenta que el
caballo a nivel general todo su cuerpo
puede indicar su sentir, igual que la mayoría de los seres humanos. Si un
caballo tiembla, los que los conocen, saben que está nervioso o temeroso y en
cambio cuando te roza con el hocico o intenta pellizcarte o morderte,
puede ser que esté curioso por
algo y juguetón. Estas reacciones de “Alado” POTI las conocía sin equivocarse.
Como también su origen:
“Alado” era un caballo “pura sangre” descendiente de
la raza árabe. Son caballos muy rápidos para las carreras, y actividades
deportivas ecuestres que requieren velocidad. Y en esas actitudes no dejaba de
pensar POTI. Qué porvenir tenía “Alado” por su raza. La árabe, pensaba, tiene otras actitudes y
están calificados entre los mejores
del mundo. Son genéticamente puros. Se identifican por su elegancia. Son
esbeltos. Veloces en la pista. Brindan
confianza y cercanía con el ser humano, (estas cualidades no le faltaban a
“Alado”), pero también eran elegidos para equitación terapéutica, exhibición,
salto…. Y en esto se debatía el pensamiento de POTI para el futuro de “Alado”,
pues sabía que volver a las carreras no era posible. Su pata estaba
salvada, pero en velocidad ya no podría
competir.
Aún
no había intentado que “Alado” lo montara nadie. Tenía que estar seguro de que
soportaría correr con jinete. Lo tenía que conversar con el veterinario
asegurándose que estaba en condiciones para ese otro ejercicio. Ellos dos
juntos trotaban todos los días por la pista de la Escuela y “Alado”, cada día
tomaba más velocidad y él se sentía disminuido por su pierna ortopédica. Mas
como las cosas no pasan sólo por pasar, un día “Alado” con la cabeza le
empujaba con mucho cuidado y las orejas y la mirada le decían algo, que con el
lenguaje del caballo a quien POTI le entendía
como si le hablara, interpretó que
le pedía que le montara. Entre los dientes sostenía las riendas y se las
llevaba a las manos. POTI le hacía ver su pierna de metal y el caballo movía la
cabeza y su mirada era suplicante. Este comportamiento de “Alado” le dolía y
volvió a conversarlo con los Profesores
y su respuesta fue que quería que lo montara en el entrenamiento. Convinieron que otro
jinete lo intentara y “Alado” no lo
permitió .Hizo un corcoveo para que se apeara. Ante esta situación POTI pensó
que “Alado” quería que fuera él y tomo una decisión. Fue a la fábrica donde les hacían las botas para
montar y consiguió que le fabricaran una bota del mismo tipo de cuero para
calzarla sobre la pierna ortopédica. No solucionó el defecto de caminar pero sí
el tacto para la piel del caballo y con todo el afecto que sentía el uno por el
otro, una mañana después del trote diario, acariciándole como él sabía hacerlo
le dijo algo en la oreja que “Alado” lo
entendió bien e hizo algo diferente. Relinchó como nunca lo había hecho. POTI
le colocó la montura y con los movimientos del jinete avezado, puso un pie en
el estribo y montó en el caballo.
Eso era
lo que “Alado” quería. POTI desde su lugar de jinete le dio unas palmadas que
le acariciaban y “Alado” del trote pasó al movimiento de carrera siguiendo el
recorrido que hacían los profesionales de la Escuela. Todos pararon la clase y
se quedaron observándolos. No podían creer lo que estaban viendo. Cronometraron
el tiempo y observaron el ritmo del movimiento de sus patas en la pista. Era
perfecto. POTI también midió el tiempo y con las mismas palmadas le hizo parar
y él desmontó. Lo había conseguido.
“Alado” le agradeció con sus gestos de cabeza, posición de la cola y orejas.
Ahora él tenía que ejercitarse para poder montar como profesional.
En la
cafetería no dejaban de leer las noticias de las carreras, no tan interesados
por el resultado, puesto que no eran apostadores. Su interés era conocer la vida
de POTI y “Alado”. Ya habían publicado que POTI lo montaba como un experto
jinete y el ritmo de entrenamiento
empezaba a superar el trote. Y lo anunciaban como un posible competidor
en el Turf. POTI se animó a llevarlo a
la pista del hipódromo y entrenar en solitario, pero comprobó que el tiempo
horario no daba para ser vencedor. Tenía que pensar en otra actividad para
“Alado” y recordó que existía una Escuela donde hacían ejercicios de equitación
terapéutica, especialidad de los caballos de raza árabe, e hizo las respectivas
averiguaciones. Había caballos que eran una belleza en todos los aspectos y
trabajaban en terapia hípica con niños con alguna discapacidad o problema
físico, en rehabilitación, y también con adultos recuperándose por algún
accidente u otro tipo de problema. Lo conversó con el veterinario y Profesores,
a quienes les pareció una buena opción para que “Alado” volviera a vivir su
vida. Confiaban en que tenía actitud
para ese tipo de ejercicios. POTI le inscribió y comenzó a practicar esa actividad con adultos, con físico parecido al suyo y él siempre
guiándole. Los Profesores que controlaban el comportamiento de los caballos, y
conocían la historia de “Alado”, quedaron sorprendidos del carácter y lenguaje
que mantenía con POTI y las terapias que
debían llegar a ejecutar con cada
paciente se las indicaban a POTI y él se convertía en el Profesor, dado que
comprendían que eran inseparables.
Así fue
como “Alado”, con POTI de Profesor, se
convirtió en el más dúctil caballo para terapia hípica para niños con problemas
físicos. El relincho de “Alado” era reconocido por los Profesores, cuando un
niño lo montaba y “POTI” lo acompañaba en esos ejercicios.
En la
cafetería el consecuente cliente y el
mozo, siguieron la actividad de caballo y jinete, festejando lo que habían
logrado con esa inseparable comunicación y cariño que se profesaban. Ahora “Alado”
no ganaría las carreras en el hipódromo, pero había ganado mucho más que cruzar
el primero la línea. Tenía la carrera ganada por su actitud. Por brindarse a
esa otra actividad hípica colaborando
con ese grupo de profesionales quienes
lo necesitaban para rehabilitar a esos seres humanos con problemas físicos, bien como consecuencia de algún accidente o de otro origen.
Así
termina la historia de “Alado” y POTI de su pasado profesional compitiendo en
las pistas, y comienza la nueva etapa de su vida para vivirla feliz, ser
útil, y siempre juntos, trotando o corriendo en una pista diferente y
en un mundo diferente, en el que no importaba para nada, cruzar el primero la línea.
Gabriela Carrera
Frontera
Gabriela Carrera
Hernán Garay
Los últimos tres minutos
Hernán Garay
La
pelea preliminar estaba cumpliendo mucho más de lo esperado, el público que iba
llegando al estadio, le prestaba mucha atención luego de haber resuelto sus
necesidades básicas de lugar, alimentos y bebidas.
Una
vez más y como siempre en ese particular ambiente se enfrentaban la juventud y
la madurez, la soberbia y la humildad, la potencia y la destreza, el ascenso y
el descenso, un viejo y un joven, que en lo único en que coincidían era en el origen y la
necesidad.
El
hecho de que el viejo, potencial y
seguro perdedor, haya llegado hasta el penúltimo round, produjo además de un
cambio en el escaso dinero a ganar por
los modernos gladiadores, sino también furia en el joven.
Esa
furia, lo llevó a golpearlo con intención de hacerle daño, cosa que no pasó
inadvertido para nadie, en especial para el viejo ya que cada golpe lo
lastimaba y limitaba en sus movimientos cada vez más.
También
como siempre sucede el público se puso del lado del perdedor y más débil, pero
su apoyo y su furor cambiaba cuando olían algún espectacular final.
Sobre
el centro del ring, adonde habían llegado a los empujones, el viejo trataba de
aferrarlo, una pequeña parte de su cerebro que aun funcionaba le indicaba que
ya tocaría la campana del final del anteúltimo round.
Una
gran mancha blanca pasó frente a él y sintió que finalizaba el castigo. Había
sonado la campana y el árbitro los separó.
Quiso
girar hacía su rincón, pero se dio cuenta que estaba desubicado, su auxiliar,
su gran amigo de toda la vida lo vino a buscar y lo llevó al rincón.
Sentado
en el banco de su esquina al inhalar la fuerte sal recuperó la conciencia.
-Te
está matando, voy a tirar la toalla dijo el amigo mientras le pasaba vaselina
por la cara y con un hisopo le cauterizaba la ceja derecha.
-Por
favor no, dijo en ahogada frase el viejo
y luego de una pequeña pausa agregó
-Creo
que tengo una oportunidad
-Si
dijo su amigo mientras trabaja febrilmente en la ceja, de ir a hospital en
ambulancia.
El
árbitro con su camisa blanca toda manchada de sangre, se acercó y le dijo que
iba a terminar la pelea en ese instante.
El
viejo, levantó la vista para mostrarle que estaba bien y le imploró que no, que
le de los últimos tres minutos de su vida de boxeador.
-No
tres, dos… si te sigue pegando, te
corto, dicho esto el arbitro giró y al ver al joven ya parado y
listo para lanzarse sobre su presa,
sintió miedo y desprecio por ese joven que por trepar nada le importaba.
El
viejo se paró tratando de mantener la dignidad.
Antes
de ponerse el protector bucal, le dijo a su amigo:
Antes
de tirar el zurdazo baja la mano derecha.
Su
amigo sabiendo que lo exponía a más golpes le dijo:
-Si
pero antes, pega dos saltitos, lo hizo
toda la noche y agregó:
-Al
verlo saltar correte a la izquierda y sacudilo, luego como había hecho cada
round de
cada
pelea, le dio tres palmadas en la espalda.
La
campana sonó y para el viejo fue el inicio de un nuevo calvario pero también el
final de una vida de mucho sacrificio.
En
el centro del ring chocaron los guantes en saludo, mientras el público gritaba.
Trató
de aferrarlo y con dificultad lo logró, el árbitro demoró en separar a los
peleadores lo que produjo gritos de la esquina del joven donde sabían que su
único enemigo era el reloj.
Cuando
el viejo intentaba de nuevo aferrar, recibió un terrible golpe que lo
desequilibró, aparte del dolor, su preocupación fue que no lo vio venir. Otro
más sin ver de dónde venía!!!
Supo
que era el final.
Que
sea con dignidad pensó y se plantó con lo que poco que le quedaba en el medio
del ring.
Sólo
le sobraba coraje.
Lo
vio venir.
Para
su sorpresa vio que el joven daba dos saltitos !!!!!
Supo
lo que iba a pasar, se corrió hacia su izquierda y en el momento que el joven
bajaba la derecha, sacó con lo último que tenía, su mano izquierda.
El
certero impactó sorprendió no sólo al contrincante sino a todo el estadio, la
sangre comenzó a brotar de labios y nariz. La soberbia del joven le impidió
darse cuenta de lo que venía atrás de eso,
pensó, que fue un golpe de suerte
y se preparó para seguir, en consecuencia no vio venir lo demás.
El
viejo rejuvenecido avanzó y avanzó, pegaba y pegaba, la multitud rugía, una
pequeña parte de su cerebro que aún funcionaba le indicó que estaba por tocar
la campana final. No la escuchó, una gran mancha blanca ahora con sangre de los
dos se interpuso entre él y el joven, los últimos tres minutos habían
finalizado y con ellos muchas cosas más.
Claudio Steffani
Subte A Encuentro con
X
Claudio Steffani
Alejandro Bovino Maciel
LUPANAR EN LLAMAS
Alejandro Bovino Maciel
Carlos A. Margiotta
LA FOTO
Carlos A. Margiotta
Es
una foto antigua latiendo en mil grises que se estrellan sobre la cara interior
del vidrio encerrado entre las cuatro maderitas que forman el marco nacarado
del portarretrato. Detrás, una inscripción adherida junto al soporte que lo
mantiene inclinado, dice: 18 de septiembre de 1922.
Ella
es joven, demasiado joven para estar de pié en el centro de la foto con su brazo
izquierdo extendido sobre el respaldo de una silla donde él esta sentado
vistiendo un traje de anchos hombros que deja ver su chaleco abrochado con
cinco botones por donde se eleva una camisa blanca con cuello palomita y una
corbata brillante.
A
la derecha, un chico con uniforme de marinero y pantalones cortos llega con su
cabeza casi a la cintura de la mujer rodeada por un lazo oscuro que la ciñe. En
su mano sostiene un ramito de flores anónimas junto a otra mano, la de una niña
más pequeña aún, que imitando en el gesto a su madre apoya su mano izquierda
sobre pierna del padre.
Es
una foto familiar tomada en el estudio de un fotógrafo de pueblo donde el telón
de fondo cuelga arrugado, disimulando la pared descascarada por la humedad y el
tiempo. Todos miran hacia la cámara con solemnidad, como si esa mirada fuera
tan eterna como para atravesar el mar en un instante y desembarcar escondida en
el papel de un sobre blanco en algún puerto del sur italiano.
El
padre es joven, demasiado joven para amagar una sonrisa que no se corresponde
con su desafiante cara sin bigotes (¿qué es de la autoridad de un padre sin
bigotes?) y su frente amplia insinuando una calvicie próxima. Tal vez sea el
único que disfruta con la pose desparramada en la cadena del reloj que cruza el
chaleco pendenciero. El chico, se parece al padre, y levanta las cejas para que
su mirada llegue al cielo primero, mientras aprieta los labios de su boca
exagerada como mordiendo un secreto, ese secreto familiar del cual aún no sabe
nada, todavía.
La
luz, como buscando, privilegia el rostro de la madre para iluminar su belleza
resignada, casi dolorida en un encuentro perdido con sus exultantes pechos. Su
vestido claro cae hasta los tobillos que terminan en sombras, mientras su
vientre, su amoroso vientre, descansa sobre el moño atado en el pelo de la
pequeña, inocente niña, amorosa niña, conmovedora niña de profundos,
asombrados, hermosos, curiosos, incrédulos, grandes ojos de mi madre.
Sonia Catela
Hombre contra sí mismo
Sonia Catela
Mucha
fiebre, mi marido en llamaradas debe consultar a un doctor, pero ¿él? Andá
Simón, seguro te pegaste un virus, una infección en alguna parte de tu cuerpo.
Tosés demasiado.
Pero
este hombre, que se rige por su propia Constitución personal, rechaza mi
sugerencia violatoria de su carta magna: Mirá si yo, justamente, me voy a poner
en manos de los médicos y la industria farmacéutica proveedora de venenos,
ambos socios de este multimillonario negocio en que han convertido la medicina.
Y
diagnostica: -Me curaré con ajo. El ajo mata todo, bacterias, virus, parásitos.
Pero
¿no se da cuenta que sin una receta de profesional diplomado, le van a
descontar los días que falte? ¿cómo justificará ante la empresa su no
concurrencia al trabajo?
El
escribe una carta con sus puntos de vista sobre tal ausencia, lo que
seguramente le va a costar el puesto en la compañía Bayer donde trabaja desde
hace un par de meses.
No
hay empleo que Simón pueda prolongar en el tiempo, aún de proponerse ese
objetivo.
Porque
vaya si ostenta antecedentes en su prontuario. Como cajero del Money Bank se
presentaba ante su mostrador con remeras que agitaban sus "Yankis go
home", "No son ustedes los que nos dan de comer, patrones, sino
nosotros los que llenamos sus bolsillos". "Abajo el imperialismo
yanqui". Y citado cada vez por el gerente e intimado por fin con amenaza
de despido si repetía una vez más uno de esos ultrajes, terminó cerrando la
puerta detrás de él como un triunfo.
Simón
se encoge de hombros. Se entrena en cursos diversos y ahora ha cambiado de estrategia.
En vez de exhibirse, disimula. Cada vez que puede sabotea a la empresa para la
que trabaja, pero desde el anonimato. Activa la alarma de incendio con humo de
cigarrillo y el supermercado debe evacuar a clientela y personal, lo que
representa para la empresa lo peor del horizonte: paralización de ventas
durante algunas horas. Simón se retrae, luego permanece inactivo un par de
semanas. Después vuelve a arremeter: desconfigura el sistema de internet: Inútiles , grita el gerente del hipermercado
a los encargados de la red y el equipo se vuelve loco porque ya se perdieron
las ventas de media jornada con las cajas imposibilitadas de funcionar.
Simón
brinda con un trago de tequila.
En
Maxims, otra de esas grandes empresas, llega un día y realiza su rito de la
pachamama. Según él, sigue la tradición de su abuelo coya.
Madre tierra -tiende en el suelo el manto
multicolor, altar de la ceremonia, coloca sobre él ofrentas, chicha, agua
bendita, hojas de coca, porotos. Y danza alrededor ingiriendo aloja entre velas
blancas que circundan su locura, con excrementos de vaca que él agita y convierte
en sonoridades andinas.
Escenografía
que espanta a la clientela.
Cuatro
forzudos lo transportan al sótano y lo arrojan al piso polvoriento así
"entrás en contacto directo con tu tierra".
Pero
a Simón nada lo inmuta. Sin embargo, hoy lo sacude una noticia
necrológica: Acaba de llamar tu madre,
mi querido. Ha muerto tu viejo.
El
patriarca. Dueño de un taller metalúrgico que provee de repuestos a cierta
compañía automotriz y da empleo a cien personas. Apenas cae la última palada de
tierra sobre el difunto, Simón se hace cargo. Entra en la metalúrgica con su
título de patrón colgado del pecho. Dos reflectores apuntándole el rostro.
"Vamos a poner las cosas en claro, señores -declama Simón con autoridad-,
aquí se viene a producir, en serie. Cadena que no puede ser interrumpida por
alguien que quiera rascarse los genitales. Marcaremos metas de producción.
Metas que irán superándose bimestralmente. Fichas individuales de rendimiento y
colaboración. Quien no concuerde con los nuevos procedimientos y métodos de
eficiencia, tienen la puerta abierta para marcharse".
Discursea,
de corbata y traje. Recibe los aplausos de los chupamedias devolviéndoles promesas
de recompensa.
Simón
se descascara de sus sucesivas capas, llegando a quien verdaderamente es. Simón
amo. Simón mandamás. Simón dueño y cacique.
Brazos
en alto, agradece los aplausos como general en el palco de la Rosada. Simón alzándose
en su total magnitud: patrón.
Teresa Godoy
Dos miradas
Teresa Godoy
A
veces los tomo. Unos son de A, otros son de B.
Y podía estar hablando de vitaminas, que no deben faltar en el
organismo. Pero se trata de otro complejo
que nos conducen hacia distinto bienestar, si se pude considerar así, de
acuerdo a quienes los tome.
Se relaciona con aquellos medios que nos
trasladan de un lugar a otro: el Subterráneo, o Subte como lo llamamos, porque
todo lo abreviamos.
Lo
tomo poco, pero cuando lo hago, me gusta, disfruto de ser su pasajera,
justamente, es temporal, como la lluvia que, alguna vez llega a su fin.
Cuando
lo espero en el andén y lo escucho llegar, me corro más atrás de dónde estaba,
no voy a su encuentro, ¡vaya a saber porqué motivo!
Cuando
lo veo, tan rápido, imponente, majestuoso, que aparece desde las sombras de ese
túnel, me impresiona y me da la sensación que tiene vida propia, es una
máquina, con toda la capacidad para detenerse lentamente, abrir sus puertas
como si fueran alas para cobijar a quienes entren en ellas. Ahí es cuando me acerco
para participar de su juego. Y pronto, como atendiendo a un reloj que le dicta
la hora de partida desde su mente metálica, arranca seguro por su camino bien
trazado.
Ya
arriba trato de acomodarme. En este momento, veo cara a cara a los que subieron
conmigo, me rodean y casi no respiro, ni quiero que los demás respiren. Cuido
mi cartera y los miro a cada uno disimuladamente. Muchos escuchan música, a
esta altura veo sus orejas desde dónde parten sus cables que van hacia abajo.
Un señor tiene una gorra con visera, parece cansado porque se le cierran los
ojos, una señora mayor por sus canas y arrugas también está de pie, nadie la
habrá visto para cederle el asiento, por suerte una joven de pelo castaño largo
lacio, se dirige a los que están sentados y les dice con voz fuerte y demandante,
moviendo sus gruesos labios pintados muy rojos: “¿Alguna persona puede darle el
asiento a esta señora?” Dos se levantaron y la adulta mayor eligió uno de
ellos. El otro que quedó también parado me mira a mí y me ofrece el asiento. Le
agradecí, me senté y volví a respirar
aliviada del gentío que me rodeaba.
Ahora
percibo todo desde otro ángulo. Hay carteras, bolsos y mochilas de todos los
colores, pantalones anchos y otros ajustados, zapatos negros, otros marrones,
zapatillas baratas y otras de marca, blancas, negras rosadas. Bueno mejor miro
hacia afuera.
El
oscuro túnel me da miedo. No quiero pensar que estamos bajo tierra y por arriba
pasan autos, micros, motos y hay semáforos que los hace parar y arrancar en
cada esquina, de eso mi subte me salva. Sigo mirando por la ventanilla
esperando ansiosa ver la luz de la próxima estación con un cartel y una voz que
anuncie mi parada.
Adentro,
mi subte mágico los lleva a cada uno a su destino. En cada estación abre sus
alas y deja volar a sus pichones, a los
que llegaron a su destino, a su trabajo a su curso, al encuentro con ese
alguien.
En
la próxima me da su okey para ir hacia donde yo debo llegar. Me preparo, voy
hacia la puerta y va deteniéndose lentamente para dejarme en el lugar correcto.
Toco sus puertas como para despedirme de quien cruzó por todo ese espacio
“subterráneo”; se detiene, saco el gancho y bajo.
Se
va despacito, majestuoso y cada vez más rápido para dejar a los otros
pasajeros, pues fugazmente pertenecieron a su carga, tan importante para él.
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