.............................................MUJERES
La mujer del cuadro
Desabrochó su cuerpo
desde la nuca hasta los pies
y lo arrojó sobre la sábana tendida.
En la orilla mineral de su organismo,
los contrarios bailan un tango:
el blanco y el negro,
la curva y la recta,
arriba y abajo.
En la aldea, el arrabal del deseo
es un caldo volcánico que se derrama
ocupando un territorio sin contornos
de barro y de fuego.
Las emociones pujan por salir
y se transforman en colores.
Las palabras convertidas en ideas,
son trazos gruesos de un pincel.
Y en el fondo de la crisis,
el cielo alumbra a una mujer que gime.
Gime cosiendo sus partes de seda y algodón
esperando que la unidad se realice.
La mujer se abrocha en un cuadro
desde la nuca hasta los pies con belleza
y nos contempla desde allí
y nos llama con pasión
para recordarnos el sentido.
Desabrochó su cuerpo
desde la nuca hasta los pies
y lo arrojó sobre la sábana tendida.
En la orilla mineral de su organismo,
los contrarios bailan un tango:
el blanco y el negro,
la curva y la recta,
arriba y abajo.
En la aldea, el arrabal del deseo
es un caldo volcánico que se derrama
ocupando un territorio sin contornos
de barro y de fuego.
Las emociones pujan por salir
y se transforman en colores.
Las palabras convertidas en ideas,
son trazos gruesos de un pincel.
Y en el fondo de la crisis,
el cielo alumbra a una mujer que gime.
Gime cosiendo sus partes de seda y algodón
esperando que la unidad se realice.
La mujer se abrocha en un cuadro
desde la nuca hasta los pies con belleza
y nos contempla desde allí
y nos llama con pasión
para recordarnos el sentido.
Mujer de piedra
En el principio era el caos.
Después, una mujer
encerrada en la piedra
Entonces apareciste tú,
pájaro de arena y viento,
barajando un destino prohibido.
En tu vuelo fuiste niebla,
grises sobre la piel mineral,
pechos, madre.
Y te posaste desnuda
sobre el agua del adiós,
como una ausencia.
Tu seno se abrió
con misteriosos bandoneones
de mármol y cielo.
Nervaduras fértiles de fuego
encendieron la noche,
y tu parto fueron estrellas.
Las espigas buscando el sol
cantaron una plegaria
de adoquín y esperanza.
Signos, huellas de dos caras
grabadas en la tierra curva
de rectas y olvido.
En el final fue la piedra.
Después, palabras.
Y todo se volvió eterno.
En el principio era el caos.
Después, una mujer
encerrada en la piedra
Entonces apareciste tú,
pájaro de arena y viento,
barajando un destino prohibido.
En tu vuelo fuiste niebla,
grises sobre la piel mineral,
pechos, madre.
Y te posaste desnuda
sobre el agua del adiós,
como una ausencia.
Tu seno se abrió
con misteriosos bandoneones
de mármol y cielo.
Nervaduras fértiles de fuego
encendieron la noche,
y tu parto fueron estrellas.
Las espigas buscando el sol
cantaron una plegaria
de adoquín y esperanza.
Signos, huellas de dos caras
grabadas en la tierra curva
de rectas y olvido.
En el final fue la piedra.
Después, palabras.
Y todo se volvió eterno.
Mujer del jueves
Llegó un jueves como todos los jueves
Con la soledad arrugada de su memoria roja.
Me trajo el beso incierto del ayer perdido
y una lágrima exiliada detrás de sus ojos de vino.
Me trajo voces nuevas para palabras viejas
y la sabiduría eterna de su sexo guardada
en silencio dentro de una vasija.
Me trajo una flor y el pan para la mesa vacía
que sirvió en un gesto con dos recuerdos
y una promesa incumplida.
Se fue un jueves como todos los jueves
llevándose el encuentro y la espera,
llevándose el fuego de mi sonrisa en su seno.
Llegó un jueves como todos los jueves
Con la soledad arrugada de su memoria roja.
Me trajo el beso incierto del ayer perdido
y una lágrima exiliada detrás de sus ojos de vino.
Me trajo voces nuevas para palabras viejas
y la sabiduría eterna de su sexo guardada
en silencio dentro de una vasija.
Me trajo una flor y el pan para la mesa vacía
que sirvió en un gesto con dos recuerdos
y una promesa incumplida.
Se fue un jueves como todos los jueves
llevándose el encuentro y la espera,
llevándose el fuego de mi sonrisa en su seno.
Mujer del sábado
No vendrás más los sábados
ni cruzarás esa puerta
con tu bolso azul en la mano.
No contarás más secretos
sobre los almohadones encantados
ni jugarás tus miedos
con olor a talco sobre el parquet.
No dejarás tus sueños
perdidos en el sillón inocente
ni tu muñeca olvidada
en la mesita de luz.
No vendrás más los sábados
vestida de niña
No vendrás más los sábados
ni cruzarás esa puerta
con tu bolso azul en la mano.
No contarás más secretos
sobre los almohadones encantados
ni jugarás tus miedos
con olor a talco sobre el parquet.
No dejarás tus sueños
perdidos en el sillón inocente
ni tu muñeca olvidada
en la mesita de luz.
No vendrás más los sábados
vestida de niña
ni los próximos de mujer.