viernes, 11 de diciembre de 2009

FELIZ AÑO NUEVO PARA TODOS!!!


YASUNARI KAWABATA


..............................CANARIOS (Kanariya)
Señora:


Me veo obligado a romper mi promesa y una vez más le escribo una carta.
Ya no puedo tener conmigo por más tiempo los canarios que recibí de usted el año pasado. Era mi mujer la que siempre los cuidaba. Yo me limitaba a mirarlos, a pensar en usted cuando los observaba.Fue usted quien dijo, ¿no fue así?: “Usted tiene una mujer y yo un marido. Dejemos de vernos. Si por lo menos usted no tuviera mujer. Le entrego estos canarios para que me recuerde. Obsérvelos. Ellos son ahora una pareja, pero el vendedor simplemente tomó un macho y una hembra al azar y los metió en una jaula. Los canarios en sí no tuvieron nada que ver. De todos modos, por favor recuérdeme a través de estos pájaros. Tal vez sea desagradable entregar criaturas vivas como recuerdo, pero nuestra memoria también está viva. Algún día los canarios se morirán. Y, cuando llegue el momento de que mueran nuestros mutuos recuerdos, dejémoslos morir”.
Ahora los canarios parecen estar al borde de la muerte. La que los cuidaba ya no está. Un pintor como yo, negligente y pobre, es incapaz de hacerse cargo de estos frágiles pájaros. Lo diré claramente. Mi mujer se ocupaba de los pájaros, y ahora está muerta. Y como ella ha muerto, me pregunto si también los pájaros morirán. Y si así es, ¿era mi mujer la que me traía recuerdos de usted?Hasta se me ocurrió dejarlos libres pero, desde la muerte de mi mujer, sus alas parecen haberse debilitado repentinamente. Además, estos pájaros no saben lo que es el cielo. Este par no tiene otra compañía en la ciudad ni en los bosques cercanos donde reunirse con otros. Y si acaso uno se fuera volando por su cuenta, morirían separados. En aquel entonces, usted aseguró que el hombre del negocio de mascotas simplemente había tomado un macho y una hembra al azar y los había metido en una jaula.
Y a propósito, no quiero vendérselos a un pajarero pues usted me los dio a mí. Y tampoco quiero regresárselos a usted, pues fue mi mujer la que los cuidaba. Por otra parte, estos pájaros – de los que probablemente ya se haya olvidado – serían una molestia para usted.
Lo diré de nuevo. Fue porque mi mujer estaba aquí que los pájaros han vivido hasta el día de hoy – sirviendo como recuerdo suyo. Por eso, señora, deseo que estos canarios la sigan a ella en la muerte. Mantener su memoria viva no fue lo único que hizo mi mujer. ¿Cómo pude amar a una mujer como usted?¿No fue acaso porque mi mujer permaneció conmigo? Mi mujer me hizo olvidar todo el sufrimiento. Ella evitaba mirar la otra mitad de mi vida. Si ella no lo hubiera hecho, seguramente yo habría desviado mis ojos o habría desalentado mi mirada ante una mujer como usted.
Señora, ¿no es correcto, entonces, que mate a los canarios y los entierre en la tumba de mi mujer?




*Alguna información acerca de Yasunari Kawabata: (1899-1972).
El escritor japonés Kawabata Yasunari, se destacó en el panorama literario del siglo XX por la delicadeza y el refinado lirismo de sus obras. Kawabata nació en Osaka el 11 de junio de 1899. La soledad en que pasó su infancia tras la muerte de sus seres más queridos marcó profundamente su personalidad. Huérfano a los 3 años, insomne perpetuo, cineasta en su juventud, lector voraz tanto de los clásicos como de las vanguardias europeas, fue un solitario empedernido.
Tras finalizar sus estudios en 1924 fundó Bungei Jidai (La Edad Artística). Fue precisamente en esa revista donde apareció, en 1926, "Izu no odoriko" ("La danzarina de Izu"), relato lleno de imágenes líricas y sugerentes, en el que se apreciaban ecos de las escrituras budistas y de los poetas medievales japoneses, que para el autor constituían "la más elevada literatura del mundo".
La soledad, la angustia ante la muerte, la búsqueda de la belleza y la atracción por la psicología femenina, expresado todo ello en un estilo simbólico y lírico, fueron temas centrales en torno a los cuales giraron Yukiguni (1948; País de nieve), Yama no oto (1949-1954; El clamor de la montaña) y Nemureru hijo (1961; Bellas adormecidas), obras de plenitud artística que lo hicieron merecedor, en 1968, del Premio Nobel de literatura.
Kawabata Yasunari se suicidó en Zushi el 16 de abril de 1972. Su obra, que él mismo definió como un intento de hallar la armonía entre el hombre, la naturaleza y el vacío, permanece entre las más altas de la narrativa del siglo XX.
"HISTORIAS EN LA PALMA DE LA MANO". Premio Nobel de Literatura en 1968, Yasunari Kawabata es ampliamente conocido en Hispanoamérica por sus novelas incisivas, maravillosamente líricas y profundas.Pero según él mismo, la esencia de su arte debe ser buscada en la serie de historias cortas a las que llamó "historias en la palma de la mano" escrita a lo largo de su vida. Comenzó a experimentar con las formas breves en 1923 y retornó a ellas cada tanto. De hecho, el último de sus trabajos fue una reducción a la medida de la palma de la mano de una de sus obras mayores, País de nieve, escrita poco antes de su suicidio en 1972.Como soñadas, intensamente atmosféricas, por momentos autobiográficas y otras veces fantásticas, estas historias reflejan el concentrado interés del autor japonés por la miniatura, el fragmento de argumentos reducidos a lo esencial y la escritura relámpago. En Historias en la palma de la mano conviven la soledad, el amor, el paso del tiempo, los rituales y la muerte. Este conjunto de relatos captura el rango inigualable y la complejidad de uno de los más grandes talentos literarios del siglo xx.


*Lic. Virginia Edit Perrone.Para visitar El Trazo: http://virginiaperrone.blogspot.com

HÉCTOR CEDIEL


CARTAS DE AMOR DE UN ENFERMO DEMENCIALMENTE LOCO
.................................
a Isabel Toro "Isatolup"

1
Soy un animal enamorado por el vino de las estrellas; un demente enfermo de locura y amartelado al aroma de tu piel; me has acompañado como la lepra durante un rico manojo de años. Se que te han herido algunos versos, pero muchos te acompañarán durante como las sombras de las largas jornadas, así solo haya sido un accidente en tu historia. Mi alma conoció contigo la claridad y la magia de la demencia carmín de los sueños, en una modesta y solitaria habitación, que ya llevo grabada para siempre en mi corazón; alquilada a extraños forasteros, a medrosos pasajeros que siempre ingresan sin más equipaje que los disfraces que llevan puestos… nómadas siempre sin un rumbo por destino… solo deliran sus pasos errabundos… como el cansancio de las huellas que dejan estampadas el dolor y el desencanto los enfermos mentales, por los pasillos de los sanatorios… Revoloteamos como caballos de fuego y te amé de rodillas… y te amé así o asa en silencio y te adore con palabras soeces. Me conmoviste con embarazos indescriptibles y culilleros; atemorizantes como todos los compromisos no deseados con el futuro; y sin embargo, te seguí jineteando como a una ardorosa sierva salvaje. Te resucité como a una sonata muerta; bramamos como animales retozando o como las ramas de los árboles otoñales o las alas de las mariposas cuando se abren al abandonar las crisálidas; como un glúteo furioso cuando ansía ser empalado y escarmentado por la saliva del fuego; o los labios vaginales al rendirse sin capitular al deseo. Tus sentimientos de mármol, pudren al verde de mis risas; me he impregnado con la alegría de los pájaros, con el musgo de las llamas virginales de las durmientes que en la oscuridad se ensalvajan. Me ha derruido el silencio del amor; florece la tristeza como el amarillo de una tarde de invierno, cuando el dolor no es más que una sonrisa loca, extasiada por las mentiras piadosas que intentan en vano mitigar el daño. El fin solo nos muestra el rostro otoñal de la vida que se escapa como una rata murte acobardada por la vergüenza. Ya no eres la mujer bella y apacible que conocí; siento apagado el fulgor de tu pasión y sin sentido tus ligeros azores... esas necedades que devastan mi deseo por ti.

2
Escucho la voz de una sociedad inexistente; de una decadencia que se empina sobre el estiércol para comprender al odioso lenguaje, de una sociedad muda o que se acobarda frente a la agresividad de los malandros murtes. Nadie es maestro de nadie, porque todos a nuestra manera, tenemos que aprender de nuestros errores y aciertos; nos
seduce el paganismo que brota de un absurdo pragmatismo, que crea dioses a su conveniencia y realidades que se engendran del delirio desbocado, de las pasiones de aquellos rebaños que piensan con un cerebro seco, un cerebro que desconoce el canto de los pájaros y la música melodiosa de las tempestades místicas del viento. La naturaleza engendra versos que brotan del oscurantismo que intenta descifrar los conceptos de los jeroglíficos y de los absurdos crucigramas de los pensamientos de las sensaciones, que rompen los esquemas de la lógica de los discursos y de esa morbosidad con la que el pensamiento, hila los eslabones que conectan a los sentidos con el absurdo de una realidad que delira, con el fulgor invernal de los arreboles del verano o de los neurotransmisores cuando se excitan con las caricias de las feromonas, cuando se deslizan sobre sus genitales raptando. Cuestiono la ceguera de los sentidos que intentan descifrar a su manera, los versos de ese dulce paganismo que nos reduce a casi todos, a aprendices de orfebrería, a neófitos novicios en el arte amatorio de la seducción. Es curioso que un verso encierre tantas interpretaciones o facetas como los visos que deslumbran, a las interpretaciones del pensamiento. Un cuerpo vestido, encierra a un alma castrada, fosilizada, emparedada por un doloroso desasosiego que la desnuda; un cuerpo desnudo, regresa al naturismo puro, a la esencia más franca, real y auténtica.

3
Más que un vaticinador que ve o imagina el futuro; que un profeta que pregona lo que sucederá con una seguridad casi fanática y sin dudas… que un mago que saca de la manga soluciones fantásticas… o un vidente que no sabe como explicar lo que sucederá… o como un pronosticador que deduce… que cree en formulas o procesos… en hechos que responden a patrones o comportamientos… a formulas por lo general científicas… o brujos y hechiceros que embaucan con el miedo que inspiran a sus diezmadores… un vate analiza o dispone de su lucidez al servicio de lo que ve, de lo que vive, de lo que toca y le estremece. El escribano auténtico tiene que consumirse dentro de su propia realización, dentro de ese holocausto, donde hay que ser victima y victimario. No importa pensar ni ser pensado; simplemente hay que desenmascarar a ese Dios que hemos enmascarado, disfrazado, creado y manipulado a nuestra imagen y semejanza, así nuestros espíritus sean vacíos y carezcan de una razón de ser. Todos fingimos o somos frutos de lo inauténtico; importamos y usurpamos dones, cualidades, imágenes, huellas y a veces, hasta absurdos gritos de otras culturas. Todas las respuestas que se logran como un proceso cognoscitivo o de aprendizaje, pueden ser erradas; nada es nada y sin embargo, lo puede ser todo para algunos, por más que nos despersonalicemos. A veces admiro el valor de las enseñanzas que nos deja la sabiduría empírica de la locura; solo la locura desciende hasta el infierno para desenredar las huellas de ese animal que produjo la naturaleza humana o esos bastardos murtes que afloraron del alcohol del detritus, para desafiar el poder de las palabras; somos engendros divinizados por el ego; somos hijos adoptados por el alter ego, somos ese extraño que no reconocemos, cuando nos desnudamos frente al espejo como una manimota enmonada parodiando a las damas de las callejuelas. El desasosiego es un delicioso delirio; se que todos fingimos realidades y sentimientos, para engendrar versos conjugados por las deducciones lógicas de un azar dadaísta, que nos construye a la vez una realidad surrealista, para que soportemos sin pensar en el suicidio a esta absurda realidad. No es fácil sentir, la calidez de las llamas del desencanto absoluto que nos deshilacha como a la lepra, que nos arranca con sus colmillos las ilusiones, los sueños o esa mutación que nos permite ser la interpretación absoluta de los pensamientos.

4
Para nadie es fácil desdoblarse como una sombra sobre el blanco de una hoja oscura. Existe un gran desencanto en las almas que no encuentran una razón lógica o lúcida como un cuadro abstracto, que justifique el sacrificarse dentro de un cuerpo transeúnte. Solo las demencias auténticas, nos permiten confrontarnos con nosotros mismos. No me interesa sostener la música en los tonos de los versos, que nos permiten conocer los pensamientos de un alma que debe existir y aceptarse como una realidad lógica, como algo real. Los versos cuando se fatigan, ellos mismos se apagan; se borran como huellas grabadas sobre el azul de los arenales de los desiertos rojos. Las arboledas en los desiertos son una ilusión perfecta de un mar banal de colores alucinadores; de esa vida que nos finge que nos pertenece y que esta a merced de las necedades, de nuestra mal criada voluntad consumista y facilista. No somos más que animales que sentimos y pensamos cuando rumiamos como omnívoros, mares de palabras y conceptos, que se supone que nos culturizan. El hombre desencantado, siempre ha pensado más que un hombre feliz; un hombre feliz pierde la visión o desproporciones de la realidad; un hombre feliz solo ve lo que le interesa ver y es más invidente, que un ciego testarudo. No importa que los pensamientos se confundan con las ideas; creo en la lucidez automática de las palabras que se expresan o que simplemente escapan, cuando abrimos las ventanas de las jaulas, que impiden que las cosas sean tal como son o deberían ser. Jamás el hombre había vivido más apresado entre rejas invisibles o espacios amurallados, que hoy en día. No me importa desconocer las respuestas, que puedan descifrar los rasgos de las ideas; lo importante siempre es la cosa, porque tenemos que aprender a ver al mundo tal cual es y desnudo, sin aspavientos o vergüenzas bizantinas; así como a las personas, porque desnudas se capta su esencia pura, sin permitirle pensar o sonreír a nuestros sentidos, con una malicia perversa; es diferente desnudarnos a desarroparnos o simplemente desvestirnos… el hombre tiene que redescubrir la magia y el encanto del naturismo… debe ir y sentir a la naturaleza como parte de ella, acariciarla, tocarla… compenetrarse… tenemos que asumir nuestros compromisos como Ángeles de luz… ante todo somos vates y como tales tenemos que vaticinarle al viejo hombre, las opciones para que sea feliz, si desea salvarse; salvarse o ponerse a salvo, no es simplemente sobrevivir… es vivir con plenitud la vida… debe derrumbar esos muros o esas cárceles invisibles, que le han impedido ser él mismo… los invito a visitar la revista virtual NUDELOT, para conocer un poco de la luz del naturismo…
5No es fácil despojarnos de los mojones que estacan a los conceptos que empalizamos, como una incultura acondicionada por los preconceptos, que crean universos utópicos, ensueños nihilistas, fantasías místicas que le temen a los conceptos acondicionados por el prejuicio obsesivo de los ciegos; siempre intentan interpretar, lo que no conocen o dominan; que intentan ponerle voz, al silencio de las cosas o a los mismos pensamientos de los silenciosos taciturnos; no es aprender a ver, sino ver para poetizar y después si se puede ver a medida que se poetiza. La palabra evoluciona y crece cuando germina. El desasosiego más que ser el pensamiento de un mar de desencantos, debe permitirle ver al ermitaño, al asceta que piensa y es maldecido por no compartir la oscuridad de su cueva. Las sombras se convierten en cuervos, en buitres carroñeros que le arrancan con sus garras los ojos a la naturaleza. Una naturaleza sin ojos, ve con más amor a los hombres que la ultrajan, que la violan sin goce, sin la magia de ese placer libidinoso, sensual, amoroso… o inclusive ese éxtasis cuando nos masturbamos… por ser para muchos la única opción de felicidad e intimidad. No es fácil aprender a sentir y a enamorarnos sin sentimiento; un sentimiento sin emociones ni estremecimiento, es frío y seco como el cadáver de un sin sentido; que se burla del sentido que debe tener el fuego, como elemento básico de vida. Si no nos pertenecemos a nosotros mismos ¿Por qué permitimos que nos agrupen en rebaños o en colectivos y un solo camino, como opción de única de vida? El desencanto absoluto, siempre termina por engendrar guerras; conflictos absurdos que brotan de esa paz que desespera, que angustia, que enloquece y parece ir contra lo lógico o racional de la vida; que nos rompe los nervios y nos destempla el sosiego o esa absurda felicidad que hastía y nos patea los testículos. Amén y ámense… pero primero aprendamos a desnudarnos completamente frente a la vida y frente a las personas con un corazón limpio…

ALICIA CHILIFONI


¡EL MUNDO ES GRANDE Y NUESTRO!

Temprano salgo a quitar el candado. Encuentro el jardín moteado de botones de oro: las flores del "diente de león". Lo tomo como un buen augurio. Coloco la llave en la ranura pensando que hoy será un muy buen día.
Salgo a la vereda, como siempre, a echar un vistazo al panorama. Veo un grupo de hombres que se movilizan como hormigas, en el baldío de la esquina, en lo que era "el campito de doña Ema", un triángulo de tierra a la vera de la ruta. Cruzando la calle, estaba, en un rinconcito de la tienda y mercería, el quiosco de golosinas, con su ventana siempre abierta. Contorneando el campito, una zanja, y yuyos que iban decreciendo en altura hasta desaparecer en la parte central, que era tierra pelada. Las incansables gambetas de las zapatillas de los chicos, jugando a la pelota a toda hora, mantenían a raya al yuyal.
Después, mientras los chicos seguían con su mala costumbre de crecer rápido, nos fue invadiendo la niebla espesa y pegajosa de la desocupación.
Si bien nunca faltan chicos, que porfiadamente siguen naciendo, ya no podían jugar al aire libre, porque también se fue instalando la tan mentada y creciente inseguridad.
Así, el campito de doña Ema, sin partiditos, se convirtió progresivamente en depósito de basura. Al principio, simples residuos domiciliarios. Después se agregaron muebles viejos, y chatarra: grandes piezas metálicas industriales, cuya sombra serviría de reparo para aquéllos que, víctimas de la desocupación, se derrumbaban a beber o a drogarse entre los desechos. A la madrugada era un buen escondite para algún ocasional ladrón al acecho.
Para adecuarse al nuevo estado de cosas, las casas fueron rodeándose de rejas lo más seguras posible.
Con los años, llegó el ensanche de la Ruta Nacional 3. Entonces, el campito, ya sin doña Ema enfrente, se convirtió en un amplio espacio perfectamente triangular, enmarcado por generoso veredón de lajas rodeado de asfalto.
Y justo allí están esos hombres, manipulando algo que no alcanzo a distinguir. ¿No estarán tirando basura? ¡Otra vez!
Me acerco inquisidora, vigilante, amenazante, con cara de dueña. Espero que lo que me devuelven mis ojos no sea una alucinación, un espejismo: están distribuyendo juegos infantiles! En el centro, el tobogán, imponente. A su alrededor, la calesita, el pasamanos, una hilera de subibajas y otra de hamacas. A lo largo del veredón plantaron árboles alineados siguiendo el triángulo, intercalados con bancos.
De tan contenta siento que el alma se me desparrama por todo el cuerpo como nieve derritiéndose al sol.
Vuelvo a casa lenta, sin poder creer lo que vi, tratando de entender tanta felicidad que, vista así, parece desmedida.
Sin encender la radio, cosa rara en mí, preparo el mate. Echo la yerba con las correspondientes pizquitas de azúcar y café que acostumbro agregar siempre y sólo a la primera cebadura. Para saborear mejor, cierro los ojos. Entonces se me aparece la imagen de la plaza repleta de chicos de todas las edades, corriendo de un juego a otro, gritando, riendo. Veo gente distendida, plácidamente sentada en los bancos, bajo los árboles, leyendo, charlando, mateando, atendiendo los requerimientos de los más chiquitos: "¿me hamacás?".
Me doy cuenta entonces de que no soy exagerada, para nada!!! Eso no es un simple rincón de juegos infantiles, no. De ninguna manera. Eso es volver a ocupar los espacios públicos, que no son públicos por no ser de nadie. Son públicos porque son de todos, del pueblo.
Siento que puedo soñar confiada con algo que parecía imposible: un día, cuando me levante por la mañana y salga a la vereda, me encontraré con que están desapareciendo las rejas.Sí. Volveremos a la vereda en las noches de verano, hasta la madrugada, con los chicos andando en bici y patines, y jugando en la plaza. Y después nos iremos a dormir, con las ventanas abiertas, dejando entrar libre, el aire fresco con olor a glicinas, como en mi casa natal, como era antes, como nunca debió dejar de ser, y como será, sin dudas, porque no hay manera de equivocar el camino cuando es la pureza de corazón quien lo traza. Se trata de que nadie lo desvíe, ni lo corte. Y para eso estamos nosotros, los vecinos, el pueblo, los dueños del campito, porque la tierra será ancha, pero nuestra.

ARIEL SUÁREZ


BALANCE


A los treinta años, Alberto, dueño de un frigorífico y hombre de familia, decide hacer un balance de su vida coincidiendo con el cercano fin de año.
"Vos tenés una vida, no una empresa. ¿Balance de qué?", le digo.
Días después me lo encuentro. Se lo veía mal, como envejecido diez años en diez días. "¡Ariel! ¡Tenías razón! ¡Hice un balance y terminé en convocatoria de acreedores! ¡Mi vida es un lío!".
Pasa el tiempo y a los cuarenta años Alberto decide hacer otro balance de su vida. "Ya sé lo que pensás -me dice- pero todo va a estar bien".
Cuando lo volví a ver, tenía un sobre para mí en una mano, una pistola en la otra y los sesos estampados en la pared de su oficina. Abrí el sobre y leí la nota: "¡Ariel! ¡Me pidieron la quiebra!"



PROPIEDADES


Valeria me invita una taza de té verde mientras me cuenta las maravillosas propiedades que tiene para la salud. "Mirá -me dice-. Leé esto", y me da una revista donde se habla de las increíbles propiedades del té verde y sus poderes sanadores más las recetas para varias mezclas con otras bebidas. Una llama mi atención: té verde con vodka. "Che, pero... ¿esta mezcla no anula las propiedades?" pregunto yo. "¿Las propiedades del té o del vodka?" dice ella, entre risas.
Decidimos probarlo: un litro de té, un litro de vodka.
Cuando despierto, tengo el cerebro hecho pedazos y la certeza de que -¡Gracia' a Dio'!-, con la mezcla, el vodka no pierde sus propiedades.
¿El té verde? ¿A quién le importa el té verde?



EL AÑO DEL MONO

Alfredo nació en marzo de 1968 y cada 11 años, como lobizón en luna llena, se transformaba debido a la llegada del año del Mono.
En el inicio del 2004 comenzó un trabajo nuevo donde ganaba el triple y cambió a su mujer por una joven amante diez años menor que él. Su armonía interior y su capacidad intelectual eran cosas nunca vistas. Su reputación no podía estar más alta.
En enero del 2005, Alfredo recibió el telegrama de despido, su amante lo dejó por un muchacho diez años menor que ella, su armonía interior se mantenía a base de Valium y su inteligencia parecía la de un chico Down. Sin contar un repentino y creciente cariño por el whisky. Su reputación no podía estar más baja.
La vida había vuelto a ser la misma mierda de siempre. Como Cenicienta después de la medianoche.


-A orillas del Paraná, Rosario-

(Publicado en la revista virtual Con voz propia, dirigida por A. Pescaner)

MARISA PRESTI


ARQUETIPO

Las pocas ganas de escribir se le deslizaron sobre el teclado; la mano derecha, involuntariamente, hundió a la K y a la L como si tuvieran la culpa. Quizás era una señal del destino que su malhumor no le permitía reconocer. Yo sabía que para él la tarde estaba perdida, desde la mañana temprano su mente oscilaba entre el vacío y la impotencia.
El virus del desánimo comenzó a invadirlo cuando su editor le dijo: Tenés que aceptarlo, tu estilo ya no se adapta a la época. El lenguaje actual se vuelca a la mínima expresión, a la síntesis. Para un hombre como él, con más de veinticinco obras publicadas entre ensayos y novelas, algunas traducidas a varios idiomas, fue un golpe fuerte.
Una tarde, compartiendo un café, me confesó que sufría. El deterioro del lenguaje, las palabras burdas, el desinterés de los jóvenes, lo había llevado también a renunciar a su cátedra en la universidad.
¿Cómo puedo enseñarles a pensar cuando para todo contestan: y bueno, nada ...
Pasaron unos meses sin tener noticias, hasta que un día lo reconocí a lo lejos. Estaba solo, ajeno al frío que inundaba Buenos Aires en aquel mediodía de Junio. En el desolado banco de la plaza, su cuerpo parecía traspasado por la indiferencia. El simpático Beagle que le husmeó los zapatos no logró la más mínima reacción. Me hubiera acercado, como lo hice tantas veces, pero la fuerza de su desánimo me obligó a alejarme.
La mente se pone lentamente en blanco, se difuma el contorno de la plaza haciendo desaparecer árboles y plantas, colores y caminos. De a poco, dos letras comienzan a aparecer frente a mis ojos; las reconozco, son las únicas que hoy han querido acompañarme. La emoción de encontrarlas lubrica mis ojos de lágrimas olvidadas. No estoy solo. K y L están conmigo.
A pocos metros, soy involuntario testigo de una imprevista alegría. Deja el banco y festeja con su cuerpo. Se expresa, danza. Da vueltas una y otra vez sobre sí mismo como si una música inaudible euforizara su entusiasmo. Hasta saluda con sonrisa nueva a una viejita y dos chicas de colegio que pasan frente a él. Se atreve a recoger hojas de otoño para esparcirlas al viento.
La K me parece la más fuerte, o por lo menos la que más confianza me inspira. Quiere decir algo, trae un tema, una historia que merece ser contada.
Tengo que observarla detenidamente desde distintos ángulos. Cambiarla, invertirla, rebelarla contra las estructuras, ganarme su confianza para que se muestre tal cual es.


Interesante, interesante. Las delgadas ramitas de los árboles son el vehículo de expresión entre su mente y la mía. Pero el mensaje, Dios mío, ¿cuál es el mensaje?
Ahora lo veo agachado, casi de cuclillas sobre el camino de tierra. Se ha puesto los anteojos, ésos que sólo usa cuando la tensión le nubla la vista. Cambia una y otra vez las ramitas de lugar, mientras los zapatos se tiñen irremediablemente de color tierra. Cierra los ojos, hasta que una sonrisa aviva los apagados labios.
Quizá la L pueda ayudarme. La reconozco, frágil, delgada, pero irreemplazable. Invoco a la sabiduría del universo para que me ayude a penetrar en la esencia de la representación lingüística.

Junta más ramas. Prueba unas y otras sobre el polvo del camino, ajeno a las miradas curiosas. Anota en su cuaderno mientras cambia y busca distintas combinaciones. Cuando al fin decido acercarme, veo que recoge sus cosas y camina con apuro hacia la salida del parque. No quise forzar el encuentro, pero tuve la certeza de haber presenciado un descubrimiento revelador.
Después, supe que había partido a Inglaterra como parte de un grupo de investigación sobre civilizaciones primitivas.
A fines del siguiente año, me invitaron a la entrega de premios del XV Encuentro Hispano Parlante del Arte de las Letras, el certamen literario más prestigioso de Ibero América. El salón, colmado de notorias figuras del ambiente, estalló en aplausos cuando le otorgaron el Primer Premio: " A este creador ejemplar, que supo adelantarse como nadie a la síntesis expresiva de nuestro tiempo, revelándonos las nuevas representaciones que el idioma exige"
Nunca supo de mi presencia, pero cuando se presentó la primera edición, alguien tuvo la gentileza de traerme un ejemplar firmado. Como sé cuánto lo admiran, aquí se los hago llegar.

VÍCTOR HUGO RESINA


EL REY MELCHOR


Estábamos de excursión, unas pequeñas vacaciones de 7 días, junto a compañeros de trabajo de un sindicato.
Habíamos partido de Buenos Aires para recorrer unos 2.000 kilómetros rumbo a la Quebrada de Humahuaca y los Valles Calchaquíes en las norteñas provincias de Salta y Jujuy de Argentina.
Era un 5 de enero y esa noche iba a ser la "Noche de Reyes", sería como las que venía viviendo desde hacia muchos años - es decir - no iba a tener "magia alguna".
Estaba cansado. Las imágenes de lo vivido ese día pasaban sin cesar por mi mente: cerros, quebradas; en mis oídos aun retumbaban los sonidos y los ritmos musicales del altiplano: villancicos y carnavalitos en quenas, sikus, charangos, guitarras, violines, cajas, ejecutados maravillosamente por los lugareños, vestidos con los tradicionales atuendos ancestrales.
Caminaba recorriendo la plaza frente a la Catedral salteña.
Reparé entonces frente a mí a una joven abuela, moderna y elegante, pero de sangre aborigen, que le leía a su nieta Ailiñ una revista infantil.
Ailiñ, rubiecita de flequillos lacios y cachetes rosados, bien acomodada en la falda de su abuela, escuchaba la maravillosa historia de los Reyes Magos.
Poco a poco fui comprendiendo que estaba siendo espectador de una escena única y exquisita. Algo hacia sonar en mi alma esas campanitas de mi infancia… ja. ja. ja… A los 63 años ya remotas y olvidadas.-
…y los Reyes Magos convirtieron el caballito de Azuad en un caballito de madera.
… ¿De madera abuela? … ¿Como pudieron hacerlo?....
... Porque los Reyes eran magos…por eso!!!... y así pudo ver Azuad cumplido el sueño de ser amado por un niño ya que los Reyes lo dejaron al lado de los zapatitos de Juan, quien justamente se los había pedido.
La niña estaba fascinada, además sus propias expectativas sobre esa noche iban en aumento.
…¿Que me traerán a mi abuela? ¿Cumplirán con mi pedido?...
¿ No será mejor haber pedido un caballito de madera, como Juan, el niño del cuento?
… La abuela seguía leyendo cada año, doce días después del nacimiento de
Jesús, los Reyes reparten juguetes a todos los niños del mundo…y Melchor, Gaspar y Baltazar que viajaron desde Oriente guiados por la estrella de Belén, le llevaron a Jesús tres regalos muy preciados en esa época: mirra, incienso y oro.
...¿ Que es mirra, abuela?
…Una resina muy aromática, quiero decir una sustancia que al quemarse produce un perfume…
… Ah! - decía Ailiñ - no muy convencida con la respuesta y pensando seguramente que los Reyes no le iban a traer eso a ella, su pedido era una muñeca y unas castañuelas.
Lo que había escuchado hasta ahí me transportó a mis recuerdos de niño y a esas preguntas que solo el tiempo me respondió:
¿Como harían los Reyes para transportar tantos juguetes en una noche?
¿Como es posible que entren en mi casa sin ser vistos?
¿Tendría esto que ver con portarse bien o portarse mal?
Entonces decidí por esa noche convertirme en el REY MELCHOR.
No había advertido hasta ese momento las jugueterías y los negocios alrededor de la plaza salteña que estaban repletos de gente.
Así fue que convertido en REY compré varios regalitos para mis compañeros de viaje, a los artesanos que habían desplegado e improvisado sus puestos de venta desde temprano.
Esperé ansiosamente la noche. Una vez que todos estuvieron ya dormidos en el hotel, deposité los regalos en la puerta de cada habitación. Todos éramos adultos y nadie había dejado los zapatos preparados.
A la mañana siguiente, en el desayuno, todos estaban sonrientes tratando de adivinar quien había sido el misterioso REY MAGO.
Yo me reí para mis adentros… ja. ja. (Es un secreto que aun conservo).
Me sentí agradecido a esa abuela y a Ailiñ, que con su inocencia, me hicieron descubrir que es tan lindo recibir regalos de Reyes, como hacerlos, cualquiera sea la edad que tengamos.Volver a ser niños fue la magia.

NORMA PADRA


EL COLECCIONADOR

Había una vez un joven que se llamaba Estrello al que le encantaba coleccionar estrellas, figuritas, al principio, con imágenes, con colores, estampillas de correo... Todo lo que tuvieran astros.
Un día... fue a la placita de San Telmo, para ver las antigüedades y de pronto encontró otras cosa para coleccionar: amores por ejemplo.
Se encontró con Clara, caminaron y charlaron muchos, hasta que la noche los sorprendió en un bodegón.
Estrello se convirtió en el conquistador de corazones cuarteados.
Quiso reparar el reloj biológico, como si fuera una pieza más de aquellas colecciones, que vio en las vidrieras de los anticuarios, pero no lo logró.
El también estaba marcado por el dolor de las pérdidas, y a esas, no quería atesorarlas.
Le declaró su amor a Clara muy torpemente, sin medir consecuencias.
Ella no le creyó... No sabía como decirlo...
- Vamos, es un incidente sin consecuencias, que pasará pronto.
- No, Clara, sabes perfectamente que lo que dices no es verdad, lo dices sin convicción, estoy seguro.

La fiebre que siento y las palpitaciones de mi corazón enjaulado, el estremecimiento de mi cuerpo, son lo contrario de un incidente, se trata nada menos que de mi amor por vos, ese amor que se apoderó de mí en el instante en que mis ojos te vieron, y es evidentemente el que me ha conducido a este lugar.

Mi amor hacia vos, sí, eso es verdad, yo ya te conocí antiguamente, a tus ojos maravillosos oblicuos, y tu boca y la voz con que me hablas; una vez ya, cuando era colegial, te pedí tu lápiz para entablar contigo una relación amistosa, porque te amaba sin razonar, y es por eso, sin duda, por mi antiguo amor hacia vos, mi eterno deseo.
Esas palabras que nadie escuchó encendieron el fuego. Algunos pocos lagrimeaban en silencio. Y de pronto, algo extraño sucedió. Del cuerpo de Estrello salió una estela de luz en dirección al cielo y explotó en el aire con un sonido ensordecedor. Después, otros cometas luminosos llenaron de luz el cuerpo que se quemaba. Bombas de estruendo hacían subir los destellos hasta el cielo. Todo fue un espectáculo de luces, que giraban y cambiaban de colores y de sonidos sinfónicos que acompañaban cada destello.
Y entonces sucedió. Primero los niños, luego los jóvenes y después los mayores, empezaron a reír y a aplaudir. El resto de la gente quiso resistir y chistar a los que reían, pero al poco tiempo todos carcajeaban.
Una vez más, se había iluminado el cielo en Buenos Aires. Por alguna razón desconocida, todo se había iluminado…
Estrello y su novia viajaban por cometas en el cielo azul, regalando una lluvia de estrellas para todo aquel que quisiera tomarlas y quisiera dejarse llevar por los cielos.

RICARDO ALBERTO ALLIEVI

SABIDURÍA ORIENTAL

¿Cuál es el secreto de la filosofía oriental y de su larga vida?, Le preguntó un joven a un viejo , noble y sabio mandarín que estaba en silencio meditando en la paz del campo.
El anciano escuchó con los ojos cerrados. Los abrió al rato y se tomó un largo tiempo para pensar antes de responder. Se acarició su larga barba blanca y gris, como ordenando sus pelos y sus pensamientos.
A su lado, en medio de piedras secas. Corría un caudaloso río que las salpicaba y se oía su canto. Estaba sentado junto a un joven árbol que movía sus ramas con el viento sin hacer sombra siquiera.
Habló muy suave, articuló muy bien sus palabras y dijo: -Dejar bien abiertas todas las puertas y ventanas para que entre el conocimiento a la razón y sea con creatividad. Echar llaves a la inspiración.
Hizo una larga pausa pensando en lo que había dicho y concluyó sus palabras diciendo: - Pero he comprobado en tantos años vividos que improvisar permite volar, subir y bajar escaleras, ascender y descender escollos, balcones, llegar y salir de las terrazas y, desde lo más alto, saltar al vacío desconocido creando en la caída, antes de llegar al suelo. El secreto es llegar, ir y venir y, si después es necesario, descansar las fatigas hasta volver a empezar.Cerró su boca como si hubiera enmudecido o hubiera dicho todo y siguió meditando con el ruido de la vida que pasaba a su lado, igual que el viento y el río.

JUAN CARLOS DE ROSA



TRESCIENTAS SESENTA Y CUATRO

Como todas las mañanas, María Roggero se miró al espejo de su baño.
Ese seis de abril se miró, sin poder evitarlo, de un modo diferente. Ese seis de abril en que cumplía sus cuarenta años.
Sus ojos observaron a sus ojos. Acercó su cara al cristal, como si quisiera confundir ambas caras en una, la suya y la reflejada.
Algunas arrugas, que ya no eran simples insinuaciones, agrietaban su piel y su alma.
Palpó sus senos. Los sintió irrealmente flácidos. Pasó su mano por el vientre y la cintura.
Las huellas de la maternidad se expresaban en ese malquerido abdomen. Este verano se vería obligaba a abandonar la bikini.
No quiso mirarse más. Se odiaba a sí misma. A sí misma, a la televisión y a las revistas que sólo consideraban mujeres atractivas a las de pocos años y pocos kilos, a las de cuerpo y cerebro flacos.
También sintió que odiaba a Roberto, su marido. Por sobre todo sintió rencor hacia los amigos de Roberto. Esos idiotas que todos los domingos, en los almuerzos del club, dedicaban su tiempo a relatar cuentos procaces y a hablar de Valeria Mazza con la íntima familiaridad de los amantes. ¡Si al menos la hubiesen visto alguna vez! Miraban y más miraban, descarada y abiertamente, a cuanta chica pasaba, para que los vieran mirar, para sentirse bien machos, fornicadores oftálmicos, mientras sus mujeres aterrorizadas por la edad, la celulitis y la dependencia económica debían soportar el ultraje y la profanación de su respeto.
Maldijo los cuarenta, maldijo al seis de abril, se pintó como pudo, terminó de vestirse y salió a la calle. A repetir la otra rutina, la del trabajo.
Su única esperanza era la bruja. Le había tirado las cartas y le anunció que su vida iba a cambiar a partir de los cuarenta. Siempre acertaba. Había adivinado el sexo de sus dos hijos, el ascenso de Roberto, cuando lo hicieron gerente, el inesperado noviazgo de su prima Mirta. Nunca se había equivocado.
Pensando en todo esto llegó a la esquina de Sarmiento y Cerrito dispuesta a cruzar la Nueve de Julio.
-¿Cruzamos juntos? - le preguntó una voz masculina.
Hacía mucho tiempo que un hombre no se le acercaba, de esa forma. Sintió vergüenza y una especial turbación. Apenas pudo observarlo.
Una mirada de reojo le bastó para apreciar que era alto, espigado, que tendría no más de treinta años.
-¿ Por qué no?-, respondió.
Él la tomó del brazo y permaneció inmóvil.
María comenzó a cruzar. Una sonrisa imposible de esconder escapaba de su boca. Al fin y al cabo más de una había formado pareja con un tipo mucho más joven. Las arrugas y la obesidad importaban a los maridos y a los viejos. Pero los jóvenes buscan otra cosa, quieren cariño, mujeres que se ocupen de ellos, serenidad y protección.
Al llegar a la mitad del cruce él tropezó y se tomó firmemente de la cintura de María. Ella sintió temblar sus piernas y endurecerse mágicamente las puntas de los pezones. Iba a estallar su corpiño. Hacía años que no sentía algo igual.
Hubiera querido no llegar nunca a la vereda de Carlos Pellegrini.
Allí el brazo derecho de Aníbal, nombre que él había dado cuando ella le hizo la pregunta de rigor, soltó su cintura.
-Aquí me quedo. A lo mejor mañana volvemos a cruzar juntos -. Inmediatamente se puso a extraer de una pequeña valija una silla portátil, un bastón blanco extensible, ballenitas, agujas e hilos.Ella partió. Con disimulo, mientras algo de sol transgredía la vereda par de la calle Sarmiento, se palpó los senos. Sintió ganas de llorar, pero, pensó, que al fin y al cabo, trescientos sesenta y cuatro días le quedaban a sus cuarenta. Trescientas sesenta y cuatro oportunidades más para el cumplimiento de la profecía de la infalible bruja.

Supervisión en la redacción y contenido de textos

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JUANA SCHUSTER


CINCO AÑOS

Se fue con vos tu forma de ser libélula hamacada en asombros.
Se marchó para no regresar el misterio balsámico de tu mirada de ojos verdes.
Te llevaste la sinfonía de bellas palabras contenedoras en mis días de sombras oscuras.
Cinco años es mucho tiempo sin tenerte, papá.
Cuatro letras que fueron para mí el faro y su único ojo de cíclope solitario.
Te extraña la vieja casa que moja sus paredes en gotas de llanto.
Esa morada plena de fuerza mansa de tu silencio.
No sé si seguirás contemplando el rosicler que te apasiona.
¿En qué espesuras se perderán tus pasos apurados?
Tus voces fueron las fresas y la deliciosa ambrosía.
Tus palabras dibujaban el edredón que abriga.
¡Que solos se quedan los que estamos vivos!
Pena abismal, papá; ya no crecen brotes nuevos en el jardín de mi alma.


DAME

Dame el vaso de agua cristalina, que la vertiente está seca.
Dame tu mano de venas azules que ya no quiero andar sola.
Dame tus ojos de miel de serenas colmenas.
Dame mi foto de la aldea rusa con los abuelos sonriendo.
Dame la sombra de mi rostro que se pegó al paredón.
Dame tu cálida voz que comenzó a girar de repente, cual cigüeña muy loca.
Dame tu risa cantarina, que sin querer, encerré en el alhajero de plata.
Dame tu abrazo contenedor; quiero que me contagies la mansedumbre de tus fuerzas.
Dame la jaula. Voy a liberar a la calandria.
Dame, dame todo lo que tengas... estoy de regreso de dolorosas ausencias.



EL VIENTO SUSURRA CANCIONES DE CUNA

El viento susurra canciones de cuna.
Alrededor de la mecedora donde se instala.
Se acaricia la panza pensativa y melancólica.
Ese nido alberga un pichón que será el nuevo huésped.
En esa casa donde hacía mucho tiempo que no se oía el llanto de un niño.
Ya tiene la futura madre los interrogantes de todas las mamás.
¿Será un varoncito? ¿Tendrá ojos celestes?
¿Atravesaré un buen parto?
Y el duraznero pleno de azahares, que ha florecido como ella, y se transforma en mujer, según las creencias indígenas mexicanas.
La mira arrobada: las dos van a dar fruto.
Entonces, mueve sus ramas en un afán de tibia caricia, alza la cabeza.
Sin saber por qué, le sonríe.
El árbol le contagia el sosiego de sus fuerzas.
Ella, se pone de pie, avanza con lentitud.Abre el ventanal, y mientras escucha la lira del viento, mira la vasta extensión del huerto.



PUERTA GIRATORIA DEL PENSAMIENTO (Julio Cortázar)

Si todo está vacío de vos.
Si la mancha de vino en el mantel no quiere irse.
Si en la borra del café, no veo tu rostro sonriente.
Si el gélido invierno me cubre con su caparazón.
Si todo es silencio, porque mi llanto no quiere despertar los recuerdos.
Entonces, ¿Dónde te busco?
Entonces, ¿Por qué la barcaza se equivocó de puerto?
Entonces, ¿Sigue esperándote mi carrousell de palabras?
Entonces, ¿Abro la puerta giratoria del pensamiento?
Entonces, aparecen las palabras que mi corazón alberga y un dolor no anunciado, me empuja a pronunciar tu nombre en la habitación en penumbras, donde tu cabeza ocupa el otro lugar de la almohada.

ANA MARÍA FERNANDO


COMO LOS PÁJAROS…

Como los pájaros vago libre
guiándome por instinto e inspiración
atravesando mares, llanuras, montañas
sin importar la lluvia o el sol
para estar en tu cama como hoy.
Como los pájaros viviendo como siento
sin equipaje ni tonta resignación
con las alas desplegadas voy…
todo es paz, armonía… amor…
en mi pequeño interior.
Como los pájaros me gusta el calor
saber que significo mucho para vos
estar escuchando a tu corazón
ir más allá de lo que dicta la razón
abrazando latitudes en noches de pasión.
Como los pájaros anido
me seduce el estar contigo
siendo cómplices del camino
trazando rutas al paraíso
sabiendo que cruzaremos el infinito.




DETENER EL TIEMPO…

Detener el tiempo
…para estar juntos
recorriéndonos los cuerpos
ebrios de sensaciones de fuego
agitando excitados muslos tersos
desvaneciendo todo pensamiento
bañarnos de sudor y deseo…
traspasando la línea del tiempo
palpando sombras entre beso y beso.
Detener el tiempo
… para conocernos
respondiendo al instinto como necios
siendo arrastrados por la furia del sexo
acallando quizás nuestros sentimientos
respondiendo a las voces que nos precedieron
siendo fieles a todo cuanto queremos
desgranando la dulzura como los pequeños
aprendiendo a vivir… pero esta vez hacerlo en serio…



CATARATAS…

Cataratas de besos insolentes
que se dispersan por la mente
y se desvanecen en el éter
entre suspiros y espacios verdes.
Cataratas de palabras en torrente
dándole al amor un motivo fuerte
para ascender a otro mundo diferente
más allá de la noche que se yergue…
Cataratas caprichosas de voces fuertes
donde se mezclan pasiones agrestes
y se despojan de ropa los adolescentes
madurando intenciones en sangre que hierve…
Cataratas de ilusiones y de semen
permaneces inalterable siempre…
risas danzarinas te enaltecen
el silencio reposa en tu vertiente…




DAME SEXO…

Dame sexo y rock and roll
hacienda esta… una noche de amor
que los minutos lleguen al sol
mientras los dedos aprenden una canción
entre sábanas de raso o algodón
y la cama se agita como tambor
aullando con viva voz
todo lo que surja de la pasión.
Dame sexo para que sea el motor
de esta vida por la cual transito hoy
a hurtadillas como ausente… sin rencor
saboreando pieles… siendo como soy…
encontrando mi lugar en el mundo
descorchando amaneceres de plenilunio
pintando con mi lengua el ocaso
habitando el paraíso en tus brazos…
Dame sexo así… al por mayor…
que desborde en cada rincón
saliendo de un ambiguo caparazón
para abrirme a nuevas sensaciones
almacenando ternura e ilusiones
aceptando lo que dictamina la razón
dejándome llevar por el corazón.



lunes, 9 de noviembre de 2009

ALICIA DUO


LA BANDERA


"Segundo premio en "Cien años de historia, pasión y gloria", Premio Ferrofer 2008"

Mi vieja dice que le duele la cabeza. Se ha tomado dos pastillas para la migraña y se ha encerrado en su habitación. Pretende evitar los ruidos. Sin embargo, de inmediato, las dos niñas de mi hermana abren la puerta del dormitorio y se suben a la cama. Saltan sobre las cobijas y ella se queja, con voz aguda, que nunca le permiten descansar.
Esta mañana me dijo:"Vos, maestro pizzero, dejá lista tu especialidad para el almuerzo". Empecé temprano con la masa de las pizzas, rallé la cebolla, corté en fetas el queso, condimenté la salsa. Y también, muy temprano, preparé la mochila, con la bandera adentro, doblada con cuidado, para que no se arrugue. Esta tarde me voy a la cancha, con Pirincho, que es mi mejor amigo, a ver el partido de fútbol.
Mientras acomodo las fuentes pienso en mi madre, que me da pena. La presiento sola, aunque vivamos con ella, en esta casa de tres dormitorios, los cuatro hijos (Elisa, Tina, Rito y yo), las dos nietas (Joana y Lorena) y un tío abuelo, que se estableció con nosotros cuando enviudó.
Elisa, mi hermana mayor, se separó del marido. El Gordo le pegaba y ella, cansada de malos tratos, guardó la ropa en unos bolsos y buscó refugio para sus hijas en nuestro domicilio. Mamá propuso que las niñas durmieran en su cama matrimonial. Elisa agregó una camita para ella, en el costado donde descansarían las nenas y juró: "con ese atorrante no vuelvo más". Madre, hija y nietas se organizaron en una sola habitación. Tina mantuvo su espacio, porque ella aprovecha el dormitorio con otro afán. Al día siguiente, Elisa salió a buscar trabajo. Consiguió empleo en una agencia de limpieza. Por las noches, asea las oficinas de un edificio de ocho pisos. Vuelve fatigada y somnolienta. Se levanta a las seis de la tarde, come algo y se va, para presentarse otra vez ante su jefe, con un exceso de puntualidad. Ampara su angustia en el deber. Mamá es quien cuida a las nietas. Joana y Lorena la llaman con insistencia: "Nanina, tengo hambre"; "Nanina, me lastimé el dedo"; "Nanina, me hace falta un cuaderno". Mi madre, con setenta años, cría otra vez niños. "Es demasiado para mí", se lamenta. Después, agrega lo de siempre: "Menos mal que tu padre no vive. Muerto, descansa. Él no aguantaría tanto bochinche". Es cierto. El viejo, con la sola amenaza de darnos unas bofetadas, imponía un sagrado silencio.
Serafín, el hermano de nuestro abuelo, está muy anciano. Por las mañanas, desaliñado y lento llega hasta la cocina. Se ceba unos mates mientras mira, distraído, por las ventanas que dan a la calle. Huele mal. No quiere cambiarse de ropa. Se resiste a cortase el pelo. Deja crecer su barba por varios días. Cuando su hedor impregna la habitación que compartimos, mi hermano Rito y yo, con diversos argumentos, lo llevamos hasta el baño, lo colocamos bajo la ducha y el ejercicio de la limpieza parece un pugilato. Hoy nos toca esa tarea.
No me preocupa lo que me queda por hacer. He solucionado el almuerzo. En un rato más, con Rito, dejaremos a Serafín nuevito de jabón y colonia. Y tengo en condiciones la mochila que, para mí, es lo más importante.
Joana grita y nos asusta. Dice que ha visto una araña debajo de la mesa. Llora con espanto y Lorena, que imita a su hermana, gimotea: "No quiero morirme; mirá si me pica". "No linda", le digo, "aquí estoy yo para matar todas la arañas del mundo". Corro los muebles, separo cajones, levanto papeles. Sí, es verdad; una araña negra está escondida en un rincón de sombras. La aplasto. Busco si hay otros nidos, reviso escondites. Mamá dice que las arañas pequeñas son muy peligrosas.
Los llantos y los gritos de las nietas han perturbado el reposo de mi madre, que aparece, desde su habitación, con el cabello que le tapa los ojos "¿Qué sucede?" dice sin poder mirar. "Nada, vieja", le contesto, "arreglate la peluca, que la tenés torcida".
Mamá comenzó a perder su cabello a partir del momento en que supo que mi padre había muerto. Lo mataron al salir de un comercio, cuando se produjo una balacera circunstancial entre delincuentes y policías. El Estado, después de siete años de litigio, pagó la indemnización por el daño. Con el dinero, la vieja compró esta casita, pero la impresión del esposo muerto, en forma tan repentina, la dejó calva y muda. La mudez se le pasó; sin embargo su calvicie resultó una situación permanente, como un duelo eterno. Mi hermana Tina, obsesionada por las apariencias, le regaló una peluca y mi madre, olvidada de sí misma, en algunas ocasiones se pasea por la casa. Camina entre los muebles con su recitado de oraciones insomnes y el peinado desequilibrado que le deja alguna oreja al descubierto.
Mientras se cocinan las pizzas limpio las suciedades que ha dejado Caramelo, un perro que sacamos de la calle, que nos sigue con devoción y que es bueno para nada. Come, duerme y esparce inmundicias que yo, diligente, pongo en bolsas de basura. Retiro las pizzas del horno; las aprecio doradas y en su justo punto de cocción. Luego, con Rito, bañamos a Serafín. Cuando terminamos con la higiene del tío me sobran, apenas, unos minutos. Ya es hora. Tengo que pasar a buscar a Pirincho. Me cambio la remera, me cruzo la mochila sobre el pecho, subo a la bicicleta que tiene enganchado el carro y le digo a mamá que me voy a ver el partido.
"Cuidate", me contesta, "a ver si te traen muerto como a tu padre". "No seas miedosa", replico y, al mismo tiempo, toco la medalla de la Virgen que llevo colgada al cuello.
Rito no me acompaña. Se queda bajo su pequeño tinglado donde repara piezas eléctricas. "Hoy tengo que entregar este motor", señala, y mira resignado hacia la mesada de metal, sobre la que desparrama tornillos y herramientas.
Pirincho me espera. "Creí que no vendrías nunca" susurra con voz de queja. "No jodas", le digo en el mismo tono, "¿Cuándo te he fallado?" Lo levanto, lo instalo en el carro y, en un costado, cargo la silla. Pedaleo fuerte. Hay una subida hasta el estadio, pero con las ganas que tengo de ver jugar al campeón de nuestro equipo, parece que mis fuerza aumentaran. El camino lo considero liviano y el trayecto corto.
Cuando llegamos hasta las boleterías nos encontramos con una larga fila de concurrentes. Escuchamos chistes, cantos, amenazas, burlas, desafíos. "¿Qué hacemos?", se angustia Pirincho. "No te preocupes", lo tranquilizo. Dejo la bicicleta, bajo a mi amigo y a su silla del carro, lo acomodo en el asiento, después empujo y por otro sendero, nos situamos, ansiosos, ante una valla de madera. Detrás de la valla "El Moreno" Ramírez me recibe con una sonrisa. Le paso una tarjeta y Moreno, que es guardia especial del estadio, abre una entrada disimulada que está en el sector de los camarines. "¿Qué le diste?", dice Pirincho. "La dirección de una chica que lo va a atender muy bien cuando la invite a bailar. Hace rato que anda detrás de ella y yo se la conversé", le explico con la boca pegada a su oído. "¡Ah!", dice mi amigo y se ríe con carcajadas.
Le dejo encargada la silla de ruedas a Moreno y cargo a Pirincho sobre mis espaldas. Lo ubico en una de las gradas. Nuestra hinchada nos rodea. De la mochila saco la bandera del Club. La hizo mi madre, cosiendo los retazos con paciencia, para que los colores blanco y negro, que nos identifican, quedaran paralelos con exactitud. Lleva escrito, en el medio, las siglas del Club Atlético Gimnasia y Esgrima.
El paño es bastante largo. Tiene como cinco metros y toma toda la distancia de los escalones que hemos ocupado. Nuestra bandera pasa sobre las piernas inmóviles de Pirincho. En un rato más van a entrar los muchachos a la cancha; empezará el partido. Durante noventa minutos Pirincho se va a agilizar en los pasos ligeros y en las corridas de los otros y yo me voy a olvidar del cadáver de mi padre, de la mugre de Serafín, de los hombres que asedian a mi hermana Tina, del cansancio de Elisa, de las porquerías de Caramelo, de que a veces no tengo trabajo, de la cabeza lisa de mi madre, de que Rito quiere estudiar para técnico electricista y no le alcanzan los ahorros, de mis sobrinas nacidas de un padre golpeador que no las ama.
Estoy lleno de dudas, pero hay algo que sé con certidumbre: el primer gol de mi equipo lo voy a gritar con todos los pulmones, y cuando grite, entonces, se me va ir la rabia por la parálisis incurable de Pirincho y por esos dolores que me detienen en el mundo. Yo, los goles, los saco de adentro, como si tuviera en las entrañas altoparlantes de una gran voz . Con aciertos o sin ellos, entre todos agitamos la bandera con los colores del Club. Si nos fotografiaran desde el cielo, cualquiera creería que lanzamos al aire los pájaros del corazón, para que latan con las alas hacia arriba, como los giros de la pelota que vuela. Esa pelota que, a nosotros, nos parece que juega siempre a nuestro favor.

MÓNICA TARRAB


CUENTAS

Puntualmente a las ocho, seis veces a la semana, recibe una bolsa con el material para la tarea diaria, y entrega la anterior, con las unidades terminadas, a cambio del pago, según lo pactado.
La jornada comienza cuando Isabel levanta la persiana del taller improvisado en uno de los ambientes de la casa. Afortunadamente entra claridad suficiente durante todo el día. Es primavera. La experiencia le indicó entornar la ventana que está cerca de la mesa, porque una brisa arruinaría todo lo que hasta ese momento no hubiera integrado su forma definitiva.
Trabaja sobre un terciopelo negro que mantiene tensado sobre la mesa, para facilitar la adherencia de las cuentas a la superficie, limitando la posibilidad de que rueden, porque son perfectamente esféricas, con excepción de las blancas, más grandes y de forma irregular.
Primero, las separa por colores, según el orden de enhebrado. Las verdes, las violetas, las de metal plateado y al final las blancas. Se agregan los broches de plata y los pequeños ángeles cincelados en jade. Las dos manos al mismo tiempo, con la habilidad que dan los años del oficio, y ágiles los dedos como si arañaran las cuerdas imaginarias de un arpa horizontal. Clasifica lo que al azar le va acercando, hasta tener los cuatro montones de abalorios, el pilón de broches subdividido en macho y hembra, y el ejército de ángeles recostados. El manojo de hebras transparentes, ya cortadas para una semana de trabajo, espera en una mesita auxiliar. Isabel empieza a armar. Se pone crema en las manos para adherir fácilmente las esferas. Asegura con calor el broche hembra al filamento, luego apoya el índice de la mano izquierda sobre la primera cuenta verde, posicionándola con el dedo pulgar para enhebrarla con la mano derecha. Le siguen la violeta, la plateada y la blanca. Tres veces más en ese orden, y el ángel.
Invierte la disposición de los colores para concluir la otra mitad. Entonces sigue la blanca, la plateada, la violeta y la verde. Cuatro veces. Y el broche macho, afirmado con calor. Queda completo el primer collar de los ciento veinte convenidos. Es tan tedioso todo, que Isabel prefiere concluir lo antes posible, por lo que casi no descansa hasta dejar la entrega lista, al cabo de diez horas. Sólo vuelve a mirar la bolsa con la producción a las ocho de la mañana siguiente, para recomenzar la rutina.
Alguien finalmente pagará por cada gargantilla unas cien veces más de lo que ella recibe. La postura le exige masajes en el cuello, para aliviar los dolores.Tiene consuelo cuando piensa que los ángeles verdes que le traen cada día, son quienes la protegen asegurándole el trabajo durante esta temporada.

SERGIO FELIPE MATTANO



MANIFIESTO
..........................."
Los poetas mienten demasiado"
............................................. F. Nietzche

El que escribe es un ególatra
que sólo habla de su dolor
tal si fuera importante,
que juzga todo su derredor
como si su miseria
rigiera el mundo.

El que escribe es un lunático,
metafísico de mermeladas,
con agujeros en las medias.
Él cree, ciertamente, que es el único Mesías,
que su lumbre libera de la estupidez al vulgo.

El que escribe es un poeta.
Un patético, infame e imbécil
decidor de mierda.



CANTO CUARTO

No creo que venga
el juego
de algún subidos
inquieto
que poca savia de amor
bebía
pero todo aroma es de blues
y entre los pájaros
que reptan asfalto
se me hunde
la duda vinagre.
Descreo de las luces arriba
que senderan
el mejor allá
Del coágulo patrón
que finge entender
de la última medida de vodka
q libra este vómito
sin nombre.
Penarse es morder
la pústula cruz
y postrarse
pensar que más acá de uno
está la sombra
imprecisa
de un vejado anciano
reclamando las palabras
que hemos perdido.



DESMIGARNOS

migar la noche
para que de mi mano comas
y confesarte al oído
un deseo
mientras se duerme la luz

migar el deseo
para que de mi árbol bebas
y contraer en la mano
un beso
mientras se desmaya la voz

migar la voz
para que de mi beso verdee
y cantarle al pájaro
a tempo
mientras nos envuelven
la noche, los brazos,
el deseo, las piernas,
la voz, los poemas

re-migar(me)
re-migar(te)
volver(nos) pan.




CANTO CINCO

....................."Se sienta a la mesa y escribe"
....................................Juan Gelman

Ahora es mañana
mi pelo se enreda
entre los lentes
mi boca tiene besos
de café
poco, vicente, tengo de dios
-y sin embargo-
Ahora es mañana
mi piel se deshace
de la piel de ayer
de la sábana ya cansada
de abrigarme
poco, huidobro, tengo de fe
-y sin embargo-



CANTO SÉPTIMO

Ahogaré en el whisky
............. la pierna de la mujer muda
en el café la vulva
.............del dragón dormido.



domingo, 8 de noviembre de 2009

MARIO LAMIQUE


COMBATIR EL OCIO

Escribo en la semipenumbra de mi sótano, ya no por la necesidad de la oscuridad sino por el acostumbramiento, que intenta ser un alivio al espanto, sólo es eso, un intento.
Esta diminuta luz me fue acompañando y arruinando la vista durante años, estos años, en los que escribir algo fuera del ámbito laboral era castigado pero no por el poder central con su pantalla, sino por otro poder más cercano y cotidiano.
Hace muchos años que la pantalla recorre calles vigilando nuestro andar, aunque no solamente ella, no solamente los monitores, no solamente los robots de seguridad.
Recuerdo cuando se detuvo mi deslizante en las coordenadas que en algún momento se llamara avenida 18 de Julio y calle Yaguarón, yo era una de las pocas personas que las llamaba por su nombre antiguo.
En el visor comercial pude ver la revista, mis amigas la coleccionaban esto me dio curiosidad, pero igual resistí y no compré el disco.
Lo que más me llamó la atención fue el título “Como combatir el ocio”, traía consejos para no quedarse ni un segundo sin hacer algo productivo, consejos prácticos, simples, peligrosos.
Sentí un primer impulso para comprarla, pero cosa rara en mí, no obré impulsivamente, no llené el cupón de suscripción, pero fui una de las pocas porque las suscripciones crecieron a un ritmo exagerado, esa exageración que ocupa el lugar que el asombro deja libre a la intolerancia.
De ese grupo salió el primer comando de lucha antiocio que se dedicó a atacar de forma violenta a todo aquel que a su muy particular juicio, o estaba haciendo nada, como si se supiera, o no estaba pensando en nada, como si se pudiera.
A mí personalmente me tocó presenciar una masacre en el Parque Electro 1 que antes se llamara Parque Rodó, ahí el comando irrumpió brutalmente y comenzaron a golpear a todo aquel que estuviera sentado, lastimaron a un anciano que en la desesperación sin darse cuenta que se auto-incriminaba cuando gritaba: déjenme, no estaba haciendo nada.
Una señora pudo salvar de casualidad a su bebe y salir corriendo, cosa que se lo permitieron porque la corrida tenía una razón de ser, la de escapar.
Los termos y mates eran estrellados contra el piso, luego del desastre, el comando se retiró y cómo no había registro de en audio de antiguas marchas de guerra, entonaban la que uno de sus componentes recordaba, es así que se despedían vociferando su distintivo feroz: E oé, salchicha con puré.
Luego de esta situación tan absurda como desagradable comencé mis primeros contactos con la RESISTENCIA, que no era más que un grupo de personas escondidas en sótanos juntándose para hacer lo que afuera se denominaba como nada; escuchaban música, se quedaban sentados, escribían, leían un libro-cosa que también es repudiada por este grupo- mirá para los costados y si no ves personas desencajadas gritando E oé, salchicha con puré, seguí leyendo vi como simplemente charlaban entre amigos, o alguien se quedaba durante horas mirando un rostro amado.
De uno de esos sótanos salió el lema el lema que nos acompañó, era parte de un poema de alguien que curiosamente en algún momento se dedicó a escribirlos, el poema decía NI A IRSE NI A QUEDARSE; RESISTIR... así es que frente a una redada violenta, las personas decidían entre irse, quedarse o resistir; que es mejor.
En la semioscuridad de mi sótano puedo apreciar la foto de mi madre a la que raptaron hace cinco años cuando estaba jugando al solitario, mi esposo en cambio se fue para formar parte del
comando al que el gobierno de la pantalla de control, no logró desactivar, pero se animó a denominarlo como clandestino.
El único entretenimiento que era respetado por este montón de personas enojadas con el no hacer, era el fútbol, que es transmitido por los monitores emplazados en cada esquina, nunca falta quienes comentan que antes se tenían que trasladar a lugares llamados estadios para poder ver un gol, si es que goles se convertían en ese partido, claro está. En estos momentos es tanto el miedo que se tiene al encontrarse sin tener nada para hacer, que cada uno tiene su actividad programada cuestión de ocupar cada instante, cada momento, sin resquicio par la sorpresa, como si se pudiera.
El comando se dividió, algunos, al haber casi exterminado el ocio, se dedicaron a sentirse indignados por otras razones, pero están quienes siguen adelante con la empresa de combatir a los que se encuentren ociosos, por eso, de vez en cuando se escucha un resonar de voz en cuello entonando "E oe, salchicha con puré", mientras las personas comienzan a irse, otras se quedan y están quienes resisten, que es mejor.

MARÍA JULIETA SALUSSO


ESE LUGAR, UN UNIVERSO

Hacía unas pocas horas que había amanecido en la ciudad. Ana despertó y dando un salto se despojó de las sábanas. Tomó el jeans y la camisa blanca que había preparado la noche anterior con motivo de estar lo mas presentable posible para su primer entrevista laboral. Su desayuno fue más a prisa que de costumbre; los nervios y la ansiedad trepaban por sus piernas hasta apoderarse poco a poco de su cuerpo. Muy adentro de su ser palpitaba la convicción de que ese día sería diferente, que sucedería algo de gran importancia para su vida.
Tomó la cartera, las llaves... y se entregó a los acontecimientos del día.
Caminaba apresurada por la calle San Martín; el sol proyectaba sombras definidas por la vereda; numerosos pensamientos flotaban por el aire hasta estrellarse en su cabeza. Faltaba un cuarto de hora para definir su futuro laboral.
Todo lo simple sucedía en la vida de Ana sin que le prestara mayor importancia.
Caminaba por la vereda de la plaza, de pronto un marcado y penetrante olor sumado a un ruido desconocido centraron su atención; comenzó a girar la cabeza para todos lados hasta que descubrió que los árboles estaban repletos de golondrinas... absolutamente todo el universo estaba allí ¿cómo pudo pasar tantas veces por el mismo lugar sin haberlas descubierto?
En sus ojos fermentaba la imagen de estos pequeños seres de plumaje oscuro y en su pensamiento miles de preguntas sin respuestas.
Cuántos secretos y misterios guardarán sus pequeñas alas. Cuántos trocitos de cielo albergarán sus ojos. Cómo van y vuelven encontrando el camino de regreso. Qué maravilla poder sobrevolar infinitas distancias...cualquier humano en su lugar se sentiría el dueño del universo.
La bocina de un auto la trajo de regreso a la realidad de su vida; miró el reloj y comprobó que el tiempo la había traicionado, no se había hecho presente a su entrevista y habían pasado mas de tres horas.
Una angustia oprimió su pecho hasta transformarse en alegría. No había podido definir su futuro laboral... pero había alimentado su alma y había descubierto que el universo entero se encuentra a la vuelta de cualquier esquina.


Maria Julieta Salusso: nació un 11 de marzo de 1976 en Ciudad de Río Cuarto, Cordoba.

ALICIA CHILIFONI


EL DÍA MENOS PENSADO

Estoy concluyendo la lectura de El Evangelio según Jesucristo, de Saramago, y me aterra. Reitera constantemente que desde que nacemos estamos condenados a morir, y el saberlo nos condiciona por completo, conciente o subconscientemente.
Asimila la religión a la destrucción, las guerras sin fin, y la muerte precedida de torturas encarnizadas. Me confirmó esa interpretación el escuchar la crítica de su nuevo libro, Caín.
Y este año se muere todo el mundo. Amigos, vecinos, conocidos, gente famosa y no. Bien dicen que no hay nada más igualitario que la muerte. Y como no soy, en lo posible, de desperdiciar nada, ando meditando sobre estas cuestiones. Porque soy de tomarme todo muy en serio y hacerme problema por cualquier inconveniente. Pero últimamente me digo que no tiene sentido tomarse la vida tan en serio, si al fin y al cabo no saldremos vivos de ella. Tanto hacernos problema, y el día menos pensado…
Además, analizo la conducta ante la desaparición de una persona de nuestro entorno, y ese análisis me contiene también a mí.
Por ejemplo, nos enteramos de que alguien padece una enfermedad grave, que está internado en un centro de salud. Enseguida nos damos cuenta de que "es una pena, no tengo tiempo para visitarlo".
Y cuántas veces un amigo trata de organizar una pequeña reunión un día cualquiera, en cualquier parte, para charlar, matear, estar juntos… pero entonces nos disculpamos por no poder asistir, pensando "cómo se ve que no tiene nada qué hacer; lo que es yo, tengo que trabajar".
Pero hete aquí que el día menos pensado, en el momento menos esperado, nos sorprende la noticia de su muerte. La del enfermo, o la del que aún gozando de muy buena salud, nos necesitaba con él. Entonces se produce el milagro: de pronto tenemos tiempo para el velatorio. Nos "ponemos" nuestra mejor cara de apenados, y permanecemos horas en esa especie de certamen para ver quién lo siente más, que son los velatorios, y los entierros. Y no conformes con ello, visitamos a los deudos, para acompañarlos, asistimos a las misas por el descanso de nuestro amigo, volviendo a calzar la cara solemne que convencionalmente se estila en tales circunstancias.
Mientras vivía, importunaba nuestra conciencia con el remordimiento que nos provocaban las excusas que ni nosotros mismos creíamos, pero las esgrimíamos, engañándonos, para no ir a verlo. A veces ni siquiera para recibirlo. Siempre teníamos algo impostergable, más importante que nos impedía el encuentro.
Después, la muerte lo cambia todo. Y pienso que se debe a que eso nos recuerda que todos caminamos hacia nuestra propia muerte. Y nos apena el no haberle dedicado más tiempo, más atención al amigo. Y nos duele el no poder ya remediarlo. No pensamos tanto en que murió, más bien en que "nos dejó sin él", como si cada uno de nosotros fuera el centro de todo, y los demás fueran menos importantes. Acudimos a ellos cuando los necesitamos para algo, y listo. Por supuesto que hay excepciones, pero pongámonos una mano en el corazón, y veremos que la mayoría de las veces sucede lo que digo.Como siempre, quiero hallar una enseñanza, algo positivo, que me ayude a seguir "remando" en este valle de lágrimas. Y lo encuentro: tantas promesas de visitas que me hicieron y nunca se cumplen, tanto "un día de éstos nos juntamos y hacemos algo", y el día nunca llega, todo se verá realizado por fin cuando me "llegue la hora". Tendrán tiempo y estarán ¿conmigo? cuando cierre mis ojos definitivamente. Entonces, al morir, empezaré a existir, a ser tomada en serio. Es bueno encontrarle algo positivo a la propia muerte: empezar a existir. Pero claro, no nos engañemos. Por un tiempo, nada más, que en seguida otros sucesos habrán de hacernos caer en el olvido. Pero lo breve del lapso se compensa con la intensidad con que sentirán nuestra ausencia en sus vidas. Ausencia que no será completa, ya que alguito nuestro siempre queda: una frase, una palabra, un gesto, por qué no una receta de cocina…y quizás al recordarnos, pensarán como Macedonio Fernández, "mientras vivió, de todo hizo placer; cuando partió, nada dejó que no doliera". Porque como bien dice Borges en uno de sus poemas "no hay nada como la muerte para mejorar la gente".

MARISA PRESTI

TEMERARIO


Casi todas las semanas pasaba unas horas en el pequeño jardín de la librería Cúspide. Le gustaba el lugar; las apacibles tardes de verano le permitían estar al aire libre, aspirar esas bocanadas de vida que parecían emanar de las amistosas plantas que lo rodeaban, mientras leía su libro favorito. La charla de las otras mesas se iba diluyendo a medida que sus ojos y su espíritu absorbían las letras impresas, metiéndose, poco a poco, en el mundo que palpitaba dentro de las hojas de papel.
Al llamar a la camarera para pedirle un café, sonrió para sus adentros ¿Recordaría ella las veces que dejó el pocillo lleno, abandonado a un placer que lo estimulaba más que la cafeína?
Mientras esperaba, miró la tapa del libro que minutos antes había sacado de la mesa de novelas. Le atraían las aventuras; conservaba el espíritu infantil que lo convirtió en pirata junto a Sandokán, lo llevó al fondo del mar en el Nautilus y lo hizo aguerrido y valiente al lado de Tarzán. No fue casualidad que lo eligiera, la imagen de una barcaza zozobrando en un mar tormentoso hizo que desviara su vista de los demás. Y ahora lo tenía entre sus manos. Lo abrió cuidadosamente, leyó la dedicatoria, y con cierta avidez se abandonó a la lectura de las primeras líneas.
Apenas notó el café que apoyaron sobre su mesa; estaba más interesado en visualizar al viejo marino, el capitán Olsen, un hombre valiente y rudo, de tez acartonada por el sol del Pacífico, dispuesto a enfrentar cualquier peligro con tal de obtener la pesca necesaria para alimentar a su familia. Sin esfuerzo, se trasladó a la rústica embarcación amarrada a la costa. El ajetreo y los gritos de los marineros preparando la partida incrementó su ansiedad; un intenso aire salobre fue invadiendo sus fosas nasales. El mar lo iba atrayendo poco a poco, como el sabor de la aventura que lo incitaba a meterse más y más en aquel mundo de hombres rudos, y quizás por eso sintió que pisaba los viejos maderos de la endeble escalera, mezclándose con los marineros que iban y venían por la cubierta.
Cuando la barcaza zarpó, las mesas se habían ido desocupando para llenarse nuevamente de otras caras y otras voces. La camarera pasó a su lado varias veces, podemos suponer que miró el café abandonado en el pocillo. Podemos suponer que lo reconoció y pensó Qué tipo extraño, ¿para qué pide si nunca toma nada?
En realidad, hacía más de dos horas que él estaba leyendo. Casi sin moverse, recostado contra el respaldo de la silla, ajeno a toda realidad que no fuera la de esos hombres en medio del mar. El intenso oleaje que golpeaba rítmicamente la embarcación había llegado a marearlo; con esfuerzo se agarraba de las gruesas sogas y caminaba inseguro hacia donde echaban las redes, para ver como aparecían salpicadas de pequeños y grandes peces plateados. La pesca no era mala, pero el gesto adusto de Olsen revelaba que no era lo que esperaban.
A la hora de la cena, alumbrados por la luz amarillenta de un farol, los rostros se parecían a esos tétricos muñecos de cera que tanto lo asustaban de chico. Un intenso olor a guiso recalentado revolvió su estómago, pero las bocas se abrían con avidez vaciando rápidamente los platos. Después de un largo silencio, el capitán anunció que por radio advirtieron que se aproximaba un fuerte temporal.
El celular sonó varias veces en su bolsillo izquierdo. No advirtió las miradas de impaciencia de las mesas cercanas, ni siquiera el roce del gato negro que se cruzó entre sus piernas. La embarcación zozobraba en medio de un oleaje furioso, bajo truenos y relámpagos que iluminaban de terror la noche cerrada. Los gritos, ahogados por el aguacero, sonaban como lamentos desesperados. Y entonces vio caer la vela mayor, vio a hombres lanzados a la voracidad de las aguas, vio a Olsen tambalear sobre la cubierta, vio que el final había llegado.
Con mano temblorosa tanteó sobre la mesa buscando el vaso de agua. Un desagradable gusto a sal le secaba la garganta. Los músculos, endurecidos, no le impidieron estirar su brazo para ayudar al viejo capitán. Un relámpago iluminó de color plata la nave desierta. Supo que era inútil, ya no estaba frente a sus ojos.
Las primeras luces del amanecer despertaron su dolor. La calma del mar lo mecía suavemente, pero su mente recordó todo. Se arrastró hacia el timón que giraba sin sentido y lo obligó a tomar el único rumbo posible.Cuando la joven levantó las últimas mesas, se dio cuenta que el extraño cliente ya no estaba.

RAÚL LELLI


¿QUÉ VOY A HACER CUANDO ME MUERA?

Cuando me muera lo primero será quedarme quieto, mirar alrededor y confirmar si mis creencias sobre el estado de la muerte cuando estaba vivo eran esas y de no, tratar de adaptarme a la nueva "situación" como escribiera mi querida amiga Victoria Pueyrredon en su cuento "Acabo de Morirme" Todo dependerá del lugar donde haya muerto también, porque no es lo mismo que muera en la cama de mi casa como en la de un hospital, o morirme entre los hierros retorcidos de mi auto por un accidente y ni que hablar si me muero en un hotel alojamiento por pedirle a mi corazón un esfuercito más para lograr la gloria del macho argentino, o quizá por haberme interpuesto en el trayecto de una bala por este juego de poliladron tan común por estos días, o ser el protagonista de un asalto y por boludo al defenderme el choro drogado hasta los caracuces en busca del tan ansiado título de carteludo, me mete plomo hasta cansarse, aunque no se lleve nada.Obvio también me puede caer una viga desde un edificio en construcción si atino a pasar por el lugar equivocado, en el momento equivocado, o porqué no morir electrocutado en mi taller en un descuido; en fin hay tantas maneras de morir que no terminaría nunca de hacer un listado. Pero suceda como suceda, me gustaría elegir alguna, al fin y al cabo el que se muere soy yo y creo que algún derecho tengo.De sólo pensar que me muero en un hotel alojamiento con una pendeja treinta años menor que yo, no podría para de reírme ante las caras y comentarios de alguna gente. Por ejemplo: Mi ex diría -¡Se lo merece por degenerado y mujeriego, era un sinvergüenza y murió en su salsa!, mi hija: -¡Papá, nunca imaginé que podrías morir así, que bochorno!, mi hijo más grande: -¡que viejito desgraciado, mirá que echarse un polvo con esa pendeja! Y el más chico: -¡no, este no es el padre que me educó con los principios morales! Y mi actual esposa pobrecita, se golpearía la cabeza pensando en que se equivocó si nuestra vida conyugal era perfecta y terminará maldiciéndome por ser un vejete calentón. Imagino los comentarios de los vecinos, amigos y colegas reunidos en el velorio, unos por cumplir y para la foto, los otros que me querían y los chusmas y enemigos que van a divertirse y a recopilar cuentos para ponerse al día para tener fresquitos para el próximo asado, sin contar con la jugosa anécdota del finadito (o sea yo) que eschopó en un telo por fifarse una pebeta, pastillita azul de por medio que terminó con la carrera de mi alocado corazón, mi vida y mis miserias.Y en los rincones de la sala velatoria, de los gomías de mi palo se escuchará entre murmullos: "pasa que al loco, se le fue la mano se hecho como tres y se pasó de dosis con el viagra y no le aguantó el bobo, ahora si que el gordito murió en su salsa y muy divertido, ¡que hijo de puta!" Las viejas chusmas amigas de mi ex, apoltronadas en un sillón de varios cuerpos tapándose la cara con pañuelos, regurgitaran morbosidades que sólo se permiten entre ellas (de no, no serían las señoras) y dirán: "dicen que la tenía gorda, que por eso era tan mujeriego porque las mujeres morían por ese "regalito"; a mi, dirá la más pizpireta una vez se me lanzó y digan que estaba mi esposo que si no ¡me lo volteo al gordito!Acaba de pasar mi señora y cuando quise acariciarla mi mano la traspasó como si fuera de aire, me levanté y quise darle un abrazo fue como tomar a nadie o a un fantasma; le grito y no me escucha y mi cuerpo está blandito, transparente, ¡no peso nada!
¿Será que me morí nomás? ¡huy! ¡y no pude elegir la forma! La puta, morirme a los cincuenta y cinco y con tanto para hacer.

En realidad no sé para que me preocupo si lo hecho, hecho está, mejor le veo el lado bueno; al menos, si no pude elegir el modo, me morí escribiendo.