Soldaditos
de plomo
Celia Elena Martínez
Con esa
voz de niño, todavía. Estabas contento, feliz. Te habían convocado.
A vos que vivías allá lejos, en un pueblito del norte.
Te
fuiste, en el primer tren de la mañana. Iban otros chicos como vos, recién salidos de la escuela y otros que ni
siquiera la habían terminado, colmados de sueños futuros, poder estudiar,
mientras trabajaban de día.
Por días
enteros, no supimos nada de vos. Hasta que escribiste tu primera carta.
Por la
radio sabíamos que estaban lejos, muy lejos. Allá, donde me
enseñaron en la escuela y nos hacían pintar dos islitas, que nos
decían eran argentinas.
En la
carta, nos contabas, que hacía mucho frío, qué por ahora la ropa era grande,
pero que más adelante, les iban a dar de nuestro talle y más abrigo, pero que
estabas contento, la comida no era mucha, pero se arreglaban.
En la
segunda carta, nos contaste, que tenías mucho miedo, que por las
noches llorabas, sentías las balas y estruendos dentro de las trincheras, pero
que los tenientes les decían que no se
asustaran, porque “estabamos” ganando. Entonces te sentías mejor de servir a la
PATRIA”, porque por fin nuestras Malvinas serían argentinas. También nos
contaste que apenas sentías tus pies, porque los tenías mojados y fríos.Un día
todo terminó. De noche te escucho esa vocecita de niño contento,
gritando:”mamá, mamá, voy a servir a mi Patria.
Ayer te
fui a visitar, ahora sos una cruz blanca, en un lugar lejano.
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