Cuentos breves
¿DONDE ESTARÁ?
Acompaño a mi dueña en todo momento. A la mañana cuando se levanta,
a la tarde, cuando estudia, cuando trabaja, cuando recibe amistades, en fin,
soy su fiel compañera. También me lleva con ella cuando viaja, somos
inseparables.
Muchas veces me atoro, ella me sacude, me limpia y vuelta al
ruedo, ahí estoy. Otras veces me quemo, o me muero de frío, depende de la
época, pero siempre en actividad.
Ah, las cosas que he escuchado a través del tiempo, las
confidencias, las risas, los insultos, las ideas que no se concretan o se
llevan adelante con intrepidez. Y me entero de los resultados, no me deja
afuera, por supuesto.
También supe recibir sus lágrimas, un gusto salobre que me
hacía cosquillas y terminaba por desaparecer.
Ahora me hace partícipe con su nuevo amor, un hombre
agradable que a veces me acepta y otras no, porque tiene otros gustos. Igual,
mi dueña no me abandona.
Ah, ya llegó y oigo su voz, buscándome.
Desde el cajón de la cocina escucho que se pregunta a viva
voz: ya encontré el mate, ¿dónde estará la bombilla?
NOSTALGIA DE AMOR
Nos conocimos bajo circunstancias muy especiales, ¿te
acordás? La guerra es un animal que nos atrapa y nos arrastra y no permite que
nos preguntemos si queremos estar o no en ella, no hay opciones. Me dijeron –el
contacto te espera en tal bar a tal hora en la mesa del fondo al lado de la
salida de emergencia-, y allí te encontré. Confieso que el primer impacto fue
de rechazo, tu aire de autosuficiencia me molestó, tu manera de mirarme
preguntaba en silencio si yo sería capaz de llevar a cabo la misión, como si
vos fueras el único con autoridad y valor para hacerlo. Discutimos. Teníamos
diferentes puntos de vista y no estabas dispuesto a cambiar tus disposiciones
con facilidad. Nuestros encuentros se fueron repitiendo, con el tiempo nuestras
relaciones se suavizaron, no sé si porque comprobaste mi capacidad o porque
surgió algo que nos permitió vernos desde otro punto. Hasta que un día se te
cayeron las murallas y me confesaste tu debilidad, tu amor, tu necesidad por
tenerme. Yo también caí, porque reconocí que todos los mis sentimientos
encontrados eran uno solo, era el mismo amor. En la urgencia de esos momentos
fugaces nos unimos, sin promesas, sólo ese instante. Pasó ya mucho tiempo, la
guerra terminó, terminaron la misión y
los encuentros, pero aún hoy, cada lunes que me despierto sin ti, te extraño.
ESOS OJOS
Hoy te vi en el tren que tomo todos los días después del
trabajo. Cuánto tiempo pasó, cuántas noches, cuántos dolores y alegrías desde
la última vez. Veo tu piel arrugada, los ojos cansados, el pelo canoso, estás
cambiado y aún así te reconozco. Los dos estamos con los mismos años encima,
pero no estamos juntos. Ese es el punto.
Noto que tus ojos grises miran perdidos a través del vidrio
de la ventana, tal vez esperas algo, tal vez esperas a alguien. Pero no a mi,
ya no. A mí me dejaste en el pasado y quedé hecha despojos. Pero no es tema
tuyo, menos después de tantos años. ¿Nunca pensaste en el daño que me hiciste?
Te confieso que tus ojos grises me persiguieron durante mucho tiempo, y cuando
casi los tenía olvidados, te veo hoy, justo para avivar nuevamente el recuerdo
y el dolor.
Esos ojos quedaron marcados a fuego en mi vida, fueron los
que iluminaron en su momento mis tinieblas, me orientaron hacia un mundo
desconocido y brillante, me quemaron cuando dejaron de verme.
No me acercaré para contarte todo esto, mi orgullo herido me
lo impide, pero sería bueno que giraras la cabeza y me vieras, que tus ojos
maldición mía tan sólo me reconocieran y aún en silencio con esa mirada me
dijeras que alguna vez me amaste.
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