jueves, 19 de septiembre de 2013

David Lagmanovich


CUENTOS BREVES 
David Lagmanovich


 Fin del libro

 Al terminar la novela se preguntó "¿qué hago ahora con estas 350 páginas?". La meteorología vino en su auxilio: un viento feroz entró por la ventana entreabierta, arrebató las hojas aún no encuadernadas y, junto con otras varias pertenencias suyas, las sumergió en el río cercano. "Primera vez que veo una novela río", atinó a balbucear el escritor.

  Utilidad de los aeropuertos

Los aeropuertos son grandes lugares de encuentro. Se topan allí el psicoanalista con el ex paciente que sostiene la innata estupidez de Freud, el torturador con la hija de una de sus víctimas y, sobre todo, la divorciada con su ex marido y la nueva pareja de él. No se sabe si van juntos a alguna parte, pero no cabe duda de que al encontrarse sonríen. Los asesinatos pueden esperar.

Censura

Aquel periodista había sido censurado tantas veces, que cuando se suicidó su carta al juez comenzaba: "No se informe a nadie de mi muerte".

Escritor olvidado

Manuel era un escritor olvidado. En su vejez, ya cerca de la muerte, pensar en ese hecho le producía grandes sufrimientos. Cuando llegó el día final, que esperaba con los ojos cerrados, una voz le dijo al oído: "Nada temas. Has sido honesto y piadoso. Aquí te han olvidado, pero el Señor no olvida a sus hijos. En el cielo están todos tus libros, incluso los que quedaron inéditos, y también los que sólo tenías en el pensamiento". Manuel murió con una sonrisa en los labios. 
 
Vanidad de escritor

Aquel escritor era tan vanidoso, que se ofendió mortalmente con su editor porque no lo había incluido en una antología de los grandes plagiarios del siglo.

Felicidad
  
Felicidad, no me sonrías. No me des más de lo que te pido: una mirada desde lejos.

Malas lenguas

El Emir decidió eliminar las malas lenguas en todo el territorio. Una vez identificados por la policía secreta, los súbditos aquejados del mal de las malas lenguas fueron conducidos a hospitales donde, en condiciones higiénicas, sufrieron la respectiva amputación. Poco después los supermercados surtieron sus estantes con latas de lengua en escabeche, que consumieron con deleite quienes aún conservaban las suyas. La campaña terminó cuando, debido a una equivocación, el Gran Visir perdió el uso del habla. Después de este tropiezo, y a pesar del éxito logrado, nadie volvió a mencionar el asunto.

Fin de discusión

Está bien, quédate con la última palabra. Pero será la última que pronuncies en tu vida: de eso me encargo yo.
  
La contienda

En la contienda con los fantasmas del sueño ganan siempre los fantasmas. Hasta que el durmiente recuerda que tiene un recurso último, la carta de la luz. La usa y los fantasmas del sueño salen derrotados. Por ahora, en la inquieta vigilia del alba, siente crecer dentro de sí una infinita desolación.

El argumento

Si tuviera en cuenta tu argumento, es decir, si pudieras persuadirme de que tuviera en cuenta tu argumento, escaparías de esta situación, como otras veces. Entonces, seguro en tu rincón, te mofarías del fracaso de mi razonamiento. Pero, por suerte para mí, mediante la lectura y la meditación he perfeccionado mi intelecto, y ahora considero con sano escepticismo los argumentos ajenos. No vale la pena que te esfuerces más en convencerme con tus sofismas. Todos los recursos retóricos se han desvanecido. Sólo queda en pie un argumento irrebatible: que yo soy el gato, y tú, el ratón.

La viajera

Había prometido alojarla por una noche, a su paso por la ciudad. En la madrugada escuchó el leve ruido de la puerta del dormitorio. Ella se introdujo en su cama, con el calor y la fragancia que él no había osado imaginar.
 -Por un instante -dijo la viajera- sentirás como entonces, cuando los dos estábamos vivos. Después seguiré mi viaje. Tú me acompañarás.

 Los pájaros

 De aquella niña decían que hablaba con los pájaros. Pero no era cierto: en realidad, sólo hablaba con las flores silvestres que cuidaban su sueño cuando se dormía al borde del arroyo. Al despertar las acariciaba con su voz y las flores se convertían en pájaros. Daban una vuelta de despedida y después se perdían en el cielo.

El beso

Ella movió la cabeza para ofrecer la mejilla, pero a mitad de camino el movimiento se interrumpió y sus bocas quedaron frente a frente. Suave pero firmemente, él apoyó sus labios en los de ella y un temblor casi imperceptible los atrapó. Por un instante todo quedó en suspenso. Los ojos se cerraron al mismo tiempo, como una señal para buscar las bocas en la oscuridad. La tierra volvió a moverse, pero ahora giraba en torno a un nuevo sol.

El país de Ahoramismo

En el país de ahoramismo todo hay que hacerlo, bueno, ahora mismo. Los negocios que no se definen en un momento, con el simbólico apretón de manos, quedan sin efecto. La escuela primaria se despacha en un año, lo cual elimina la secundaria por obvia; en cuanto a la universidad, ninguna carrera se dilata más allá de tres o cuatro meses, y se están haciendo estudios -que concluirán mañana a primera hora- para abreviar esos plazos. Todo matrimonio dura como máximo dos semanas, para permitir la rápida concreción de nuevas uniones. El abrazo de los amantes sólo puede tener 15 segundos de duración, y la ocupación del lecho está definida en consecuencia. En el país de ahoramismo está prohibido tomarse un tiempo para meditar cualquier decisión; se entiende que tales actitudes socavan los cimientos de la sociedad y pueden provocar graves dolencias, tanto físicas como psíquicas. La principal ceremonia cívica del país es el Día Nacional de la Falta de Tiempo, así llamado a pesar de que su duración total es de 12 minutos.

Publicado en “Con voz propia”, revista virtual dirigida por Analía Pescaner


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