lunes, 23 de septiembre de 2013

MARTA L. PIMENTEL ÁLVAREZ



POEMAS 
MARTA L. PIMENTEL ÁLVAREZ
a Emmanuel(el Río Paraná se lo llevo en una noche de tormenta)

No me atrevo entre los párpados
Rosa, rosa está el cielo que antes de azul pálido
Es que el río tiene rosas rojas en su pecho,
Es que el río tiene rosas en su lecho
Es que el río tiene rosas de espinas largas,
Largas hasta el cielo
¡Ése, ése río turbio
tiene sangre y ceniza de tu cuerpo !
Mirarlo, no puedo,
¿Cómo podré navegarlo
el día que naveguen los veleros?
¿Cómo podré planear con las garzas
Y los pájaros el infierno?
Es que ése río despiadado salió del cuadro
Nostálgico del verso
A llevarte en su cintura al compás
De los vientos huracanados
De los vientos
Mojigato de los giros de las olas
Remanso que entró en vuelo,
Envoltura de las nubes en los cielos,
¡Qué nombre tiene el espanto en tu recuerdo!
No me atrevo, no, a mirarlo
Río abajo, río arriba entre los párpados.
Aún,
Las espinas cruzan bruscas el firmamento
Y las rosas siguen rojas en su lecho!
¡Ése, ese río turbio
Tiene sangre y ceniza de tu cuerpo!
Yo Neruda
1.
Desde el tren sentía el canto de las montañas,
frío de la inmensidad
Desde el quejido del aire en los aceros
venía la luz del magma a los ojos entreabiertos,
Y era un pájaro herido contra el fuego.
Y era cóndor y era mástil y era cierto
Mi perplejo adormecer
en el silencio de las olas,
allá en el mar                       frío, gélido,
2.
Era tarde, yo recuerdo,
A un niño entusiasmado con los ecos
de los dioses que recitan en los pueblos.
Eran ellos mi secreto, y era cierto,
Que habitaba en mí el suspiro de los cielos
A temporales casi eternos…
Era yo un distraído en el desierto
Oía voces legendarias de otros pueblos
Araucanos, todo sangre, todo hierro.
Lejanía de la muerte a los versos.
Lejanía de aquel niño y su silencio.
3.
Fue mi madre sembradora de nostalgia en mi alforja,
Que callaba y callaba en pausa suave
de la ausencia que dolía más que el cielo,
A ella debo mi voz como a un quebranto,
rajaduras de los vientos,
Fui yo Pablo Neruda su semilla puesta al suelo,
Y así como las plantan crecen    frente al firmamento
Han estampado con mi nombre su recuerdo
Y a mi pueblo dejo escrito hasta mis versos
Nada debo, todo dejo.
He dejado a  mi Matilde en la casa
Junto a mí como señora de su huerto,
Jamás fuimos forasteros, ella sabe,
Jamás fuimos mal vecinos, aún estamos.
Beso el mar que me saluda cuando paso.
Vivo entero en mi casa, no he muerto.

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