POEMAS
MARTA L. PIMENTEL ÁLVAREZ
a
Emmanuel(el Río Paraná se lo llevo en una noche de tormenta)
No me atrevo entre los párpados
Rosa,
rosa está el cielo que antes de azul pálido
Es
que el río tiene rosas rojas en su pecho,
Es
que el río tiene rosas en su lecho
Es
que el río tiene rosas de espinas largas,
Largas
hasta el cielo
¡Ése,
ése río turbio
tiene
sangre y ceniza de tu cuerpo !
Mirarlo,
no puedo,
¿Cómo
podré navegarlo
el
día que naveguen los veleros?
¿Cómo
podré planear con las garzas
Y
los pájaros el infierno?
Es
que ése río despiadado salió del cuadro
Nostálgico
del verso
A
llevarte en su cintura al compás
De
los vientos huracanados
De
los vientos
Mojigato
de los giros de las olas
Remanso
que entró en vuelo,
Envoltura
de las nubes en los cielos,
¡Qué
nombre tiene el espanto en tu recuerdo!
No
me atrevo, no, a mirarlo
Río
abajo, río arriba entre los párpados.
Aún,
Las
espinas cruzan bruscas el firmamento
Y
las rosas siguen rojas en su lecho!
¡Ése,
ese río turbio
Tiene
sangre y ceniza de tu cuerpo!
Yo Neruda
1.
Desde
el tren sentía el canto de las montañas,
frío
de la inmensidad
Desde
el quejido del aire en los aceros
venía
la luz del magma a los ojos entreabiertos,
Y
era un pájaro herido contra el fuego.
Y
era cóndor y era mástil y era cierto
Mi
perplejo adormecer
en
el silencio de las olas,
allá
en el mar frío,
gélido,
2.
Era
tarde, yo recuerdo,
A
un niño entusiasmado con los ecos
de
los dioses que recitan en los pueblos.
Eran
ellos mi secreto, y era cierto,
Que
habitaba en mí el suspiro de los cielos
A
temporales casi eternos…
Era
yo un distraído en el desierto
Oía
voces legendarias de otros pueblos
Araucanos,
todo sangre, todo hierro.
Lejanía
de la muerte a los versos.
Lejanía
de aquel niño y su silencio.
3.
Fue
mi madre sembradora de nostalgia en mi alforja,
Que
callaba y callaba en pausa suave
de
la ausencia que dolía más que el cielo,
A
ella debo mi voz como a un quebranto,
rajaduras
de los vientos,
Fui
yo Pablo Neruda su semilla puesta al suelo,
Y
así como las plantan crecen frente al
firmamento
Han
estampado con mi nombre su recuerdo
Y
a mi pueblo dejo escrito hasta mis versos
Nada
debo, todo dejo.
He
dejado a mi Matilde en la casa
Junto
a mí como señora de su huerto,
Jamás
fuimos forasteros, ella sabe,
Jamás
fuimos mal vecinos, aún estamos.
Beso
el mar que me saluda cuando paso.
Vivo
entero en mi casa, no he muerto.
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