Abrir y otros cuentos Liliana Isabel González
ABRIR
Daba
miedo entrar. La pieza era una trinchera en medio de una guerra no declarada.
El lugar latía. Se expandía al ritmo del acopio desordenado. Tanto acumulado
ahogaba la vista. Un hilito de pinotea libre habilitaba el ingreso desde la
puerta al escritorio. Telgopores cuadrados cúbicos y trapezoidales recortes,
maderas, pilas de maderas superpuestas, apoyadas unas sobre otras, en actitud
defensiva ante cualquier posible intromisión, herramientas, caños, un teclado
nuevo y polvoriento, un cuadro de alguien encadenado a su frustración, un brazo
de animatronics, latas de pintura, un tacho de basura plástico y rebalsado, una
lámpara que no prende, platos y tazas con rastros de comida, un placard lleno
que vomita ropa, una cama marinera testigo mudo de un conflicto no resuelto,
una ventana con prohibición de ser abierta, un sol que se queda con ganas de
iluminar tanta tristeza.
CUANDO
Cuando
se encontraron, la vida los miró asombrada, se desperezó y descubrió la esperanza.
Cuando
se encontraron, sus cuerpos recuperaron la alegría del movimiento.
Cuando
se encontraron, el mundo se detuvo detrás de ellos para escuchar palabras
nunca escuchadas.
Cuando se encontraron, se reconocieron y recordaron
que juntos, habían vivido en otro tiempo.
Cuando
se encontraron, las manos suavizaron los gestos, hasta hacerlos alas.
Cuando
se encontraron, se preguntaron donde habían estado.
Cuando
se encontraron ...
Quiero
estar con mi mamá
¡QUIERO ESTAR CON MI MAMÁ!
No
me da vergüenza susurrarlo al oído de la maestra. La extraño. El banco es una
montaña de pañuelitos de papel húmedos y apretados. Los chicos me acompañan si
me ven moquear. “Dale Manuel somos tus amigos” dicen. Yo solo quiero escaparme
y no volver más. Miro por la ventana y juego con el cielo celeste Me vendrían
bien un par de alas. La garganta me aprieta. Las lágrimas se escapan a
borbotones. Lloro sin parar. Escucho que la escuela es mi lugar. Abro la
carpeta escribo el día y pruebo ser grande aunque sea un ratito nada más.
¿CÓMO SE HACE PARA NO TRABAJAR TANTO?
Suplicó
la anciana verdulera del barrio, con su cuerpo empequeñecido, vestido de cansancio
melancólico y con la mirada dirigida a
su Bolivia amada.
Yo
puedo pegarle porque soy el hermano más grande la desafió el niño a ella, que
vestida de colores, intentaba organizar la fila para que cada uno recibiera
dulces envueltos con donaciones.
¡Dame
más! repetían los pequeños que volvían a enfilarse vestidos de ilusión y con la
sonrisa borrada.
Dame
plata! le ordenó el niño a la mujer vestida de ilusión. Tengo monedas le
respondió. ¡Dámelas! la increpó vestido
de fuego y reclamo.
No
se separen caminen juntas hasta la parada del colectivo! les advirtió la mujer
vestida de prudencia.
¿Cómo
se hace para no vestirse de miedo?
¿Cómo
se hace…?
CURANTO
Curanto
para degustar solo o en compañía.
para
festejar la estación con las verduras disponibles
para
saciar el hambre que nos habita
para
¡cocinar! para uno y para todos
para
que la casa se llene de olor a comida
para
que quien camine por la vereda le despierte un lindo recuerdo
¿para
que cocinamos?...para alimentar nuestro día!
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