martes, 28 de junio de 2016

Celia Elena Martínez

            Los indispensables Celia Elena Martínez

Se acostaban, leían un rato, se saludaban con un breve beso, Andrea apoyaba en la mesa  de noche, lo que ella llamaba sus “indispensables”, también los remedios de la mañana y apagaba el velador.
Por la mañana, cuando sonaba el despertador se levantaba, tomaba sus remedios y los imprescindibles,  herramienta que dejaba, en la mesita de luz sin la que según ella no podría vivir.
Andaba ligerito hacia la cocina, donde con premura preparaba el desayuno para Raúl. quien siempre bebía a los apurones un café y se iba comiendo la  tostada, mientras salía a la calle.
Andrea alzaba de la puerta el diario, volvía a tomar su inevitable casi juguete de la mesada y sentada saboreaba su colación, mientras leía el periódico.
Subía hasta el dormitorio, se desvestía, quitándose con cuidado a sus “indispensables”, se duchaba y vestía y volvía a colocárselos.
Durante la mañana, hacía la limpieza, y luego salía hacia el Supermercado. Antes de salir pulía con extremo cuidado su casi joya de confort,  por lo menos para ella. Ya era obsesivo.
Cercana a la hora que llegaba Raúl, Andrea, comenzaba a cocinar para la comida de la noche. En un brusco movimiento a Andrea se le cayeron al piso, sus preciados y minúsculos instrumentos que tanto necesitaba. De pronto entró Raúl en la cocina mientras Andrea agachada buscaba con ansiedad.
Fue en ese momento que se oyó el “crash”. El grito de ella .
¿Y ahora, qué hago?
Bajo los pies de él, hecho trizas estaba yo: los anteojos de Andrea.
Ella aullaba.
¡No veo, no veo, no veo nada!
¡Andate, andate de aquí!
¡No te quiero ver!
Raúl rió con una fuerte carcajada.
Si acabás de decir que no ves.
Mientras tanto yo yacía aplastado en el piso.
¡A mí, no me veía nadie.!
A la mañana siguiente Andrea lucía unas nuevas y preciosas lentes, yo estaba en el tacho de basura.

                   

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