domingo, 12 de junio de 2016

Juana Rosa Schuster

                  
LA CUNA VACÍA  
Juana Rosa Schuster

Y te he observado, mujer. Siempre a estas horas. Cuando las sombras de tu cuerpo parecen proyectarse sobre una pared.
Las lágrimas se deslizan dispersas, rápidas y golpean el piso de tablas marrones con tus largos suspiros. No llores Isabel. A veces las cigüeñas se pierden a causa de la bruma, o no saben abrir las cartas con el pico. ¿sabes tú cuánto trabajo tienen?.
Debes tener paciencia y alimentarte bien. Ya te veo yo mismo cuando te sientas a la mesa. Apenas pruebas bocado. Así te debilitas y pierdes energías.
Sé que las mujeres de la aldea murmuran cuando vamos al mercado los sábados. Me doy cuenta cómo te miran. Tú tapas el vientre con la canasta. También hablan de ti al lavar las ropas en el Duero.
No llores, Isabel. Escucha el sonido de la campanilla de la yegua mansa desde el establo. Su tintineo arrulla al oído. Pronto nacerá el potrillo. Tú serás una madre como ella.
Tiempo al tiempo, Isabel. Me ayudarás cuando le llegue el momento. Verás aparecer las patas traseras primero. Tú le acariciarás la panza. Y habrá dos nacimientos para celebrar.
Ven, siéntate junto al fuego. Mira la luna de Lorca. “Por el cielo va la luna con un niño de la mano”. (canta).
A la ermita irás tú con un pequeño en los brazos, que tendrá mis ojos y tu nariz.
Y el niño será un alfarero de luces en su forma tenue de ser chiquito e indefenso.


No hay comentarios: