Cuatro partidas
Era Junio y hacía frío en Villa Verde. A las diez de la
mañana llegó el primero de los “Juanes” protagonistas de esta historia, dijo
llamarse Juan Bautista, de ropa clara pero abrigada no aparentaba más de 45
años. A Liliana le agradaba la timidez que reflejaban sus ojos, pese a ser un
adulto lo sentía niño, traía un bolso y una caja de madera rectangular. Dijo
estar esperando a alguien con quien se encontraría aquí, en el hotel Minos.
A las 17 horas llegó el segundo Juan, Juan Cristóbal, le
llamó la atención el gran parecido con el otro. Pese a tener distintos
apellidos era evidente algún parentesco. Las diferencias no eran tanto en lo
físico sino en la vestimenta y el peinado, éste llevaba el pelo desordenado y
vestía de negro, y si bien tenía el mismo color de ojos, su mirada era
diferente, tenía cierta malicia, lo que a ella le generaba cierta inquietud
pero también lo hacía más atractivo.
A la noche los dos se encontraron en el pasillo, se
estrecharon la mano y fueron a ubicarse en la confitería. Pidieron cerveza con
una picada. Uno le explicó que por cuatro noches en ese mismo horario iban a
necesitar una mesa.
-¿Para qué?- preguntó Liliana.
El primer Juan tomó la caja de madera, la abrió y sacó las
fichas y el tablero.
-Vamos a jugar al ajedrez. Cuatro partidas, una por noche.
¿Hay algún problema?
-Ninguno- les respondió y fue a preparar el pedido. Cuando
volvió ya habían iniciado la partida. Juan Bautista eligió las blancas lo que a
Liliana le pareció natural.
La segunda noche el primero en llegar fue Juan Cristóbal,
afeitado y con el pelo ordenado su parecido con el otro se había acentuado, sin
embargo ella estaba segura de poder seguir diferenciándolos, sobre todo por la
mirada y la ropa. Pidió algo de comer. A eso de las diez, según lo convenido,
vino el otro y comenzaron el juego.
El tercer día aparecieron vestidos igual, de negro.
Cualquiera creería estar ante gemelos, pero Liliana aún los podía distinguir.
Cuando los saludó los llamó a cada uno por su nombre lo que les llamó la atención.
-¿Cómo pudo diferenciarnos?- preguntaron casi al unísono
Decidió mentirles.
-Es fácil. Juan Batista está siempre con las blancas y Juan
Cristóbal con las negras.
Sonrieron complacidos y reanudaron la partida.
La cuarta noche vinieron de oscuro y con anteojos negros. Se
acercaron a la recepción con un pedido especial. Iban a pagar las habitaciones
por adelantado y al día siguiente uno se llevaría el equipaje de los dos, al
otro ya no iba a verlo más.
-¿Por qué?-les preguntó.
-Es una apuesta- contestó uno de ellos que ahora no podía
diferenciar. Intuía algo oculto pero no dijo nada.
Pidieron algo de tomar y empezaron sin quitarse los
anteojos. A las dos horas el juego terminó. Estaban angustiados, se abrazaron
fuerte y luego salieron a caminar por la costa, eso dijeron.
A las ocho de la mañana regresó uno solo. Pidió las llaves
de las habitaciones y fue a buscar los
dos equipajes. Cuando estaba por irse le preguntó por las partidas de ajedrez,
quería saber quién había ganado.
-El ajedrez es como la guerra. Todos siempre perdemos.
Notó su dolor. Una lágrima caía por su mejilla. Liliana le
acercó un pañuelo. Él le agradeció y se quitó los anteojos para limpiarse,
entonces pudo verlo bien.
Tenía grandes ojeras marcadas y sus ojos estaban muy
irritados, seguramente había estado llorando y no había dormido en toda la
noche. Por momentos Liliana creía estar frente a Juan Bautista, pero luego
dudaba, no podía discernir ante cuál se hallaba. Entonces se animó a preguntar:
-¿Usted cuál de los dos es?
-Sólo soy Juan- dijo y se marchó.
Cuento ganador del 1º
Premio de XII Concurso Nacional de cuento y poesía organizado Asociación Civil
Arte y Cultura de Merlo (23/08/13) y parte de su libro “La novia de los minotauros”
de próxima edición.
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