viernes, 4 de octubre de 2013

Juan Rosa Schuster







La trampa 



Mis hermanos recibieron la citación del abogado de la familia, el Dr. Campos Soler.
El conflicto de la herencia, que alteró tanto la concordia entre nosotros, parece haber llegado a su fin.
Fragmentos de esos avatares persisten.
El egoísmo es el ícono de los Hidalgo Lemas.
La venta de la casa se llevó a cabo.
Mi tarea es ahora empacar todo.
Cierto es que el departamento de la calle Arenales es diminuto, no interesa, sé cómo adaptarme. Es cuestión de hacer bosquejos acerca de la ubicación del mobiliario que me dejaron.
Me gustan mucho la mecedora de mimbre y ese cuadro de Monet.
Mi vida ha cambiado por completo al fallecer mi madre. Fui la única de los siete que la cuidó. Le dediqué mi juventud.
Todos se aprovecharon de mi predisposición a obedecerle. Tengo 52 años. Filigranas blancas hicieron su aparición de manera precoz.
No conozco la pasión, la mano viril apretando el brazo, el giro de mi cuerpo en las aspas de los molinos de viento.
Nunca fui bonita. Odié mis rulos tipo nativa de Madagascar. No tenía tiempo para ponerme ruleros.
Teresa Hidalgo Lemas no tuvo nunca derecho a ir a una peluquería para verse mejor.
Se veía obligada a rechazar todo tipo de invitaciones. Administrar medicamentos y atender los reclamos, a veces injustificados, fueron las únicas actividades permitidas. Los ojos de mamá me escrutaban hasta el tuétano. Me leía el pensamiento.
Las ropas que voy a donar a la iglesia, van en esta maleta gris. Los ovillos de lana están mejor en la bolsa de nylon. Tengo que vaciar el contenido de los tres cajones de la cómoda.
Una foto amarillenta en el piso llama la atención. No tengo forma de escapar a la nostalgia que se anida en el puerto del corazón.
Es Gino. Detrás está uno de mis primos. Los dos sonríen en Palermo.
Gino me recuerda hoy al prototipo italiano, por su rostro sensual. Tenía un parecido con Marcelo Mastroianni cuando era joven.
Una noche cenaron en casa. Preparé fideos caseros. El italiano nos relató cómo ayudaba en la cosecha del tomate en Sicilia a los 7 años. Mientras hablaba, me frotaba los brazos doloridos de tanto amasar.
Su acento tenía una tonada especial. Los ojos eran insinuantes.
Alabó mis aptitudes culinarias. Creo que estaba colorada como una remolacha.
Quedé ilusionada con la esperanza de una cita. Tal vez volvería. Mi primo escribió su numero telefónico con disimulo. Me pareció notar una mirada de rencor en el rostro de mamá.
Esa noche alguien golpeó la puerta. Era papá. Estaba furioso.
Coleccionaba botellitas antiguas y le faltaba una.
- Sé quién fue.
- No tenés pruebas.
- Hubo una sola persona presente que no pertenece a la familia.
Se alejó con paso cansino, sacudiendo la cabeza plateada.
Cuando me quedé a solas, dos gotas de lluvia amarga, rodaron por las mejillas.
No era posible. Gino no tenía necesidad de robar. Menos aún una botellita con bebida; aunque supiese que eran codiciadas en los anticuarios.
Provenía de una familia honesta, conocida por su dedicación al trabajo.
El resultado fue obvio. No se le permitió entrar en casa.
Verlo ahora en el papel, me produce un cosquilleo eléctrico. Tal vez, no esté muerta para el amor.
Basta de tonterías. Hay que terminar de guardar todo. Arrojo la imagen al cesto y pienso en otra cosa.
Hace dos días que estoy en mi nueva vivienda. La kitchenette  resulta cómoda.
Tengo ganas de comprar un televisor. Sería un cambio favorable.
Cierto es que por momentos escucho los llamados de mamá. Aún no duermo bien.
Quisiera recoger un perro abandonado. Necesito cuidar a una mascota.
Debería adquirir cosméticos. Un lápiz labial, por ejemplo. No sé qué tonos hay. Existen maquillajes que se venden a través de revistas. Podría intentarlo.
Suena el teléfono. Son los colaboradores de la institución caritativa. Agradecen el envío de las ropas de mi progenitora.
Pido disculpas por el aroma a remedios. Quedó impregnado con fuerza. Para ellos es un detalle insignificante.
- Lo que nos intriga es que una de las internas del Hogar para mujeres de edad avanzada, “La Esperanza”,encontró una pequeña botella con líquido blanco en uno de los bolsillos del batón azul.
No se puede leer bien.
Creemos que dice “Anís Ocho Hermanos”.

 

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