MI JEFE EN EL ESPEJO
Cansado de
los malos tratos el hombre decide enfrentar
a su jefe. Entra a trabajar a las 12. Se despertó a las 7, sobresaltado
y transpirado. Él creía que ya era hora de estar en su trabajo y que llegaría
tarde.
Se
incorporó, se sentó rápidamente y miró el reloj, respiró aliviado y pensó -al
menos no podrá gritarme que también llego tarde.
Se pasó la
mano derecha por la frente para secarse la transpiración, buscó las chinelas y
no las encontró. Decidió caminar al baño descalzo, se lavó la cara luego de
orinar, bostezó. Se miró en el espejo y empezó a hablar en voz alta más bien a
los gritos: hoy quiero hablar con usted. -al decir esto- vio la cara del jefe
en el espejo, aprovecho y le dijo gritando -Estoy cansado de aguantar, sus reprimendas,
sus gritos, el que me tire los papeles con desprecio así como quien tira hueso
a los perros.
Se calló y
empezó a examinar sus gestos en el
espejo. ¡No podía creer que se había atrevido enfrentar al jefe!
Salió del
baño más tranquilo, miró por la ventana, pintaba una hermosa mañana otoñal.
Volvió a su tema, se rascó la cabeza. Puso la pava en la cocina y sacó el mate
y la yerba, a mitad de echar yerba en el mate, se detuvo y recordó lo que su
madre le enseñó en chico: si quieres entablar un diálogo para aclarar algo,
piensa bien cada palabra que vas a decir: como el otro va a reaccionar. Siguió
con el mate e hizo una sonrisa. ¡Ya está, lo teniaaaaa…! Era mejor enfrentar al jefe con un tono suave, conciliador y no exaltado.
Tomo unos mates, encendió la radio, bailó
haciendo honor al buen tango de Piazzolla. Luego se fue al baño y salió
envuelto en una toalla blanca. Se vistió, se perfumó, buscó las monedas para el
colectivo.
Salió de la
casa, acarició a su perro y se fue
cantando.
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