LA FUENTE DE MORRONES
Compré
unos morrones bien colorados para acompañar la carne; a ella le gustaban por su
forma de corazón. " Si parece que laten" decía, viéndolos expuestos
en la góndola como un rey entre las otras verduras simplemente verdes y
oscuras, débiles y sumisas ante tanta presencia. Quería sorprenderla con mi
habilidad culinaria y nada más sensual para una noche de amor y primavera.
Prendí la llama de la hornalla de la
cocina con el fuego mínimo, y coloqué el primer morrón apoyado sobre la base
mayor. El fuego se pegó a la piel carmín acariciándola como la mano de una
madre. Poco a poco se fue oscureciendo de ampollas negras y estallando en gritos de delicados perfumes de oriente. Después lo di
vuelta en el sentido contrario hasta quemarlo totalmente, y continué con los
demás, uno por uno, imaginando en cada crepitar nuestros cuerpos abrazados en
una hoguera lenta y paciente,
prolongando el instante inevitable de la muerte.
En una cacerola con agua fría se
desinflamaron juntos, y comencé a despellejarlos. Mi mano reconoció cada
pliegue como a su cuerpo desnudo dejándose tocar eternamente. Los abrí con un
cuchillo de hoja pequeña y separé las semillas acaloradas. Tendidos en una
tabla de madera, los corté a lo largo en forma de labios, y en una fuente
transparente los acosté entre rodajitas de ajo y poca sal. Los bañé con mucho
aceite de oliva, a la italiana, y los abandoné agotados de amor, descansando
hasta la noche, cuando el alma volvería a la fuente de morrones, como ella con
su aliento encendido.
Probé
uno elegido al azar, acaso el más pequeño, y pude ver su boca confundida de
rouge, mordiendo desesperada, y su lengua deslizándose entre llamas jugosas,
como en mi boca. Pude ver su mirada caliente suspendida sobre la mesa,
esperando el vino, para ahogarse en una copa, y en otra, y en otra más, hasta
el basta. Pude ver una fuente gigante de morrones, como un incendio, con
nosotros adentro, quemándonos con ajo y sal, sobándonos en el rubí del aceite;
los dos hambrientos, y desaparecer en cada bocado con pedacitos de pan.
1 comentario:
Apreciado Carlos, me dio gusto leer tu escrito.
Saludos cordiales
Analía
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