lunes, 27 de agosto de 2012

MARIÉ ROJAS TAMAYO (CUBA)


LA VERDAD ESTÁ... 
Cuando tenía siete años pasó por su pueblo un circo de poca monta. Desde entonces, se sembró en él la semilla de hacer el amor a una contorsionista coreana; tan fuerte fue la impresión que le causó aquella mujer con agilidad de serpiente. En la adolescencia ya no pedía tanto, se conformaba con que fuera coreana, aunque no fuera "precisamente" contorsionista. Llegó la juventud y sus aspiraciones habían bajado a una mujer de rasgos asiáticos, con tal que supiera moverse un poco y rellenar sus fantasías.
A los treinta, por fin, encontró al amor de su vida. "Si se fijan bien, tiene algo achinados los ojos, no se le nota porque no se quita nunca los espejuelos", decía a los amigos conocedores de su larga historia en pos de aquel ideal. Nadie vio jamás ni un airecillo del lejano oriente en su esposa; pero la verdad está en el ojo del espectador.
Y él se veía muy feliz.


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