miércoles, 26 de diciembre de 2012

MARTA BECKER



SÍ, MAMÁ  

-Caro, preparame un té con limón que me duele la garganta.
-Enseguida, mamá, cuando termine de sacar las verduras.
Doña Clotilde Sánchez Valente de López hace años que se auto diagnosticó que las piernas no le respondían y maneja todo instalada en un sillón de ruedas. Ahora está cómodamente ubicada frente al televisor con un plato lleno de masitas viendo su novela favorita.
-No te demores, me duele mucho y no quiero que se irrite más mi garganta.
-Ya va, está por hervir el agua.
Carolina está en la cocina. Prefiere no hacer comentarios ante el apremio de su madre. Con resignación, prepara el té y se lo lleva.
-¿Y el limón? Te olvidaste el limón, ¿acaso no sabés que es lo más importante? ¿en qué estás pensando cuando hacés las cosas?
La muchacha no responde. Corre a la cocina en busca del limón.
-¿Qué estás preparando para la cena? Que no sea algo muy pesado, ya sabés que no ando bien con mi digestión.
-Un churrasco con ensalada, creo que es lo más conveniente.
-¿Carne a la noche? A mi no me parece adecuado, después tengo pesadillas.
Pesadillas despierta es lo que yo tengo, piensa Carolina.
-¿Qué querés que te prepare?
-No sé, pero algo más liviano- responde doña Clotilde con tono agrio.
Por la cabeza de la chica pasan miles de comidas, desde un mondongo super condimentado hasta cerdo a la vinagreta, porque sabe con seguridad que si los hace la madre se lo comerá sin tener problemas.
-¿Te parece bien una sopa y una presa de pollo hervido?
-Pero eso no tendrá gusto, ¿me querés matar de hambre?
-De acuerdo, lo pienso y luego te consulto.
-Siempre tan indecisa, todo lo tengo que disponer yo, es increíble.
-Mamá, seguí tranquila con el programa, lo charlamos más tarde.
Carolina se encierra en su cuarto y no sabe si golpear los almohadones, llorar, gritar o bombardear la casa con todo incluido. Su vida está tan limitada, no puede decidir, pensar, como si ella misma estuviera en esa silla de ruedas, encadenada. Si hasta piensa que está más paralizada que su madre.
-Caro, traeme un abrigo que refrescó y tengo frío -
Siente el pedido como una estocada. -Ya voy- contesta con resignación.
-¿Dónde estabas que tardaste tanto?
No contesta.
-¿Qué te pasa que no contestás a tu madre? Qué falta de respeto, en mi época no era así, mi madre era sagrada.
-Sí mamá, vos también lo sos…
-¿Entonces…?
-Estaba leyendo algo en mi habitación.
-¿Cómo, no tenés que preparar la cena? ¿Y mis remedios de la noche? ¿Y planchar mi ropa que mañana viene de visita la tía Selma y también  la peluquera? ¿Y sacar la basura?
-Sí mamá, enseguida preparo todo.
-Que no se haga demasiado tarde, quiero ver un debate político en la tele y no me quiero distraer.
-No, mamá, quedate tranquila que tengo todo controlado.
La muchacha va a la cocina y comienza a preparar la cena. Con el cuchillo grande corta la cebolla con movimientos rápidos y precisos mientras se le cruzan pensamientos varios y duda entre elegir la asfixia o el envenenamiento como formas de eliminación. Está por explotar.
-Nena, ¿falta mucho para comer?
Carolina distribuye sobre una bandeja grande los platos, el vaso y la bebida, la deja apoyada en la mesita que está junto a su madre. - buen provecho, se le escucha decir entre dientes.
Carolina se saca el delantal, agarra la bolsa de la basura y sale a la calle. Cierra la puerta principal con doble vuelta de llave y la tira en la primera alcantarilla que encuentra.
Se aleja de la casa despacio, con una sonrisa y cantando.

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