SÍ, MAMÁ
-Caro, preparame un té con limón que me
duele la garganta.
-Enseguida,
mamá, cuando termine de sacar las verduras.
Doña
Clotilde Sánchez Valente de López hace años que se auto diagnosticó que las
piernas no le respondían y maneja todo instalada en un sillón de ruedas. Ahora
está cómodamente ubicada frente al televisor con un plato lleno de masitas
viendo su novela favorita.
-No te
demores, me duele mucho y no quiero que se irrite más mi garganta.
-Ya va, está
por hervir el agua.
Carolina
está en la cocina. Prefiere no hacer comentarios ante el apremio de su madre.
Con resignación, prepara el té y se lo lleva.
-¿Y el
limón? Te olvidaste el limón, ¿acaso no sabés que es lo más importante? ¿en qué
estás pensando cuando hacés las cosas?
La muchacha
no responde. Corre a la cocina en busca del limón.
-¿Qué estás
preparando para la cena? Que no sea algo muy pesado, ya sabés que no ando bien
con mi digestión.
-Un
churrasco con ensalada, creo que es lo más conveniente.
-¿Carne a la
noche? A mi no me parece adecuado, después tengo pesadillas.
Pesadillas
despierta es lo que yo tengo, piensa Carolina.
-¿Qué querés
que te prepare?
-No sé, pero
algo más liviano- responde doña Clotilde con tono agrio.
Por la
cabeza de la chica pasan miles de comidas, desde un mondongo super condimentado
hasta cerdo a la vinagreta, porque sabe con seguridad que si los hace la madre
se lo comerá sin tener problemas.
-¿Te parece
bien una sopa y una presa de pollo hervido?
-Pero eso no
tendrá gusto, ¿me querés matar de hambre?
-De acuerdo,
lo pienso y luego te consulto.
-Siempre tan
indecisa, todo lo tengo que disponer yo, es increíble.
-Mamá, seguí
tranquila con el programa, lo charlamos más tarde.
Carolina se
encierra en su cuarto y no sabe si golpear los almohadones, llorar, gritar o
bombardear la casa con todo incluido. Su vida está tan limitada, no puede
decidir, pensar, como si ella misma estuviera en esa silla de ruedas,
encadenada. Si hasta piensa que está más paralizada que su madre.
-Caro,
traeme un abrigo que refrescó y tengo frío -
Siente el
pedido como una estocada. -Ya voy- contesta con resignación.
-¿Dónde
estabas que tardaste tanto?
No contesta.
-¿Qué te
pasa que no contestás a tu madre? Qué falta de respeto, en mi época no era así,
mi madre era sagrada.
-Sí mamá,
vos también lo sos…
-¿Entonces…?
-Estaba
leyendo algo en mi habitación.
-¿Cómo, no
tenés que preparar la cena? ¿Y mis remedios de la noche? ¿Y planchar mi ropa
que mañana viene de visita la tía Selma y también la peluquera? ¿Y sacar la basura?
-Sí mamá,
enseguida preparo todo.
-Que no se
haga demasiado tarde, quiero ver un debate político en la tele y no me quiero
distraer.
-No, mamá,
quedate tranquila que tengo todo controlado.
La muchacha
va a la cocina y comienza a preparar la cena. Con el cuchillo grande corta la
cebolla con movimientos rápidos y precisos mientras se le cruzan pensamientos
varios y duda entre elegir la asfixia o el envenenamiento como formas de
eliminación. Está por explotar.
-Nena,
¿falta mucho para comer?
Carolina
distribuye sobre una bandeja grande los platos, el vaso y la bebida, la deja
apoyada en la mesita que está junto a su madre. - buen provecho, se le escucha
decir entre dientes.
Carolina se
saca el delantal, agarra la bolsa de la basura y sale a la calle. Cierra la
puerta principal con doble vuelta de llave y la tira en la primera alcantarilla
que encuentra.
Se aleja de
la casa despacio, con una sonrisa y cantando.
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