CRIPTAS
"Cuando
el / espíritu/ se desvanece/
aparece
la forma - BUKOWSKI
La mujer fue encerrada en otoño en un
hospicio del sur. Le dieron un atadito de ropas y algunas fotos de sus hijos,
era lo único que tenía. Se había casado con un hombre de su mismo pueblo.
Tuvieron dos hijos y una casa muy ordenada hasta que la mujer se dio cuenta
cuánto le gustaba leer. Se pasaba las mañanas leyendo lo que encontraba por
ahí, sobre todo en la biblioteca municipal. Su marido le decía que eso era pura
sandez.
La mujer también se pasaba las tardes
leyendo. Y ni hablar de las noches donde cada signo era una llamarada. El
marido empezó a perder la paciencia. Pero la mujer no podía abandonar su oficio
de lectora. Tanto leyó que empezó con el ejercicio de la escritura en un
cuaderno viejo. El marido ya no soportaba. Le dio un plazo exacto de treinta
días para desistir de su estado. Ella seguía con el lavado, el planchado y la
cocción de los alimentos diarios, además de limpiar la casa y hacer las compras
en el supermercado. Pero eso sí, no podía dejar de leer y luego escribir y
luego leer más. Así fueron las cosas. Llegó el día en que el marido reventó.
Estalló a las ocho menos cuarto de una mañana de noviembre. Tiró las tazas
sobre el mantel verde con mínimas flores blancas y le explicó que él no podía
continuar. Ella no se inmutó; esa mañana había amanecido con Bukowski. Entonces
él la tomó de los cabellos y la internó en el hospicio del sur. Pidió agua. La
enfermera le trajo un vaso de plástico lleno de líquido un poco marrón. Se
quedó muy sola pero pensaba que tenía que seguir leyendo, aún en la oscuridad
de esa celda. Encontró el recorte de un diario gastado y se lo comió. Comió
aquellas letras negras que pintaron sus labios del color de la noche y sonrió.
La vida le seguía dando el néctar necesario. Tuvo un presagio, entonces decidió
desmenuzarse en grafías por la calle próxima a las estrellas. Luego puso su
firma en aquel laberinto de nombres y levitó como volviendo a empezar.
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