miércoles, 26 de diciembre de 2012

ALICIA CHILIFONI


COMO VIOLETAS 

Vuelvo a estar habitada por preguntas. Ya ni recuerdo la última vez que me pasó algo así.
Tanto jactarme de gozar dejándome llevar por la vida como la nube por el viento. Siempre afirmando que para ser feliz hace falta no analizar, sólo hacer lo que el cuerpo pide.
Y ahora ¿qué le pasa a mi cuerpo que está indeciso? Dónde quedó su contundencia? O será que inventa excusas, nacidas de la inercia?
Yo, que he sido nómade entusiasta, me cuestiono un simple viaje.
Ex compañeras del Normal a quienes no veo desde hace décadas, y no sólo no las veo sino que no supe nada de ellas durante todo este tiempo, me proponen una reunión. Al momento dije sí, pero al rato me asaltó la duda.
Conservo de ellas los nombres y apellidos asociados a una carita adolescente emergiendo del cuello de los guardapolvos blancos. En síntesis, una foto.
Sé que en ellas perduran nada más que el nombre y la mirada. Significa que no las reconoceré hasta que se me vayan presentando.
Teníamos en común las travesuras inocentes y el terror a dar lección de historia o pasar a resolver un teorema en el pizarrón.
Compartimos el primer cigarrillo en el baño del colegio. Fue un mentolado. Nos hermanaban alegrías y desastres.
¡He cambiado tanto!
Seguramente ellas también, cada una en distinto modo y sentido.
¿Y si me desilusiono? ¿Si me aburren y las aburro? ¿Si las desilusiono?
Tal vez convendría ir para ver, oír y callar, aunque callada no me veo, la verdad. Además sería como estar estudiando ejemplares exóticos. ¿Con qué derecho? ¿A qué le tengo miedo?
Me digo que simplemente me da pereza viajar en invierno.
Honestamente me retruco al instante que también dudaría si estuviéramos en verano. Le echaría la culpa al calor.
Sé que voy a ir, pero hay algo… no sé qué…
El jardín tampoco me ayuda. Está mustio. Si no fuera por la impertinencia de los limones no habría una sola nota de color. Si hasta el cielo conspira. Es una lámina de plomo que amenaza con caerse de un momento a otro. Mejor miro el suelo, mis propios pasos sobre el pasto mojado, abatido, no sé si por rocío, neblina, humedad, da lo mismo.
Melancólico panorama, hasta que las veo, erguidas por sobre los corazones oscuros de las hojas, seguras de sí mismas en su rincón de siempre, las violetas florecieron.
Me inclino, corto un par y las huelo. Ellas no dudaron ni analizaron ni temieron, o quizás sí, qué sé yo? Pero aquí están, diciéndome que no es cierto que al paisaje le faltan colores. Pasa que no los busco, no me abro a ellos. Sin proponérmelo me he estado tejiendo un caparazón.
La cita es en septiembre. La excusa, una "baña cauda" cuya paila convocante necesita de una ronda para tener sentido. Una ronda como de violetas, sencillas, amuchaditas en una esquina del mundo, sin cuestionamientos, con la sola misión de darle color y perfume al jardín de la vida.
¡Chicas,  allá voooooy!



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