DIFERENTES
La tarde se derramaba despacio, dulce y
perfumada como un licor. El hombre se quitó los anteojos para limpiar los
cristales y en esa opacidad brumosa de sus ojos descubrió su medio perfil, sus
ojos grandes, sus labios gruesos, su pelo. Ella miraba hacia el poniente, en la
calle semidesierta a esa hora en que el día comienza a despedirse.
Con las
lentes limpias vio una mujer atrayente de mediana edad que
entre muchas pasaría desapercibida, pero allí sola era un figura
enigmática. Quizás por su cabello recogido que dejaba al descubierto su largo
cuello ó
su vestido claro con flores largo hasta los pies. No podía perder la
oportunidad y se fue acercando despacio para hablarle, a menos de un metro
sintió su perfume y con su mejor sonrisa dijo" Perdón, la calle
Zavala…"no terminó la frase, ella giró y él enmudeció. Una mancha violeta
cubría todo su pómulo izquierdo. La mujer contestó tratando de sonreir,
mirándolo con una mezcla de rabia y resignación. El balbució un
"gracias" y se fue en dirección opuesta a la indicada, haciendo más
visible su turbación.
Quería
escapar de aquella situación, al doblar la esquina ya se estaba maldiciendo por
su actitud, arrepentido volvió sobre sus pasos dispuesto a disculparse, ya no estaba.
Ese hecho
fue el disparador de una serie de cuestionamientos acerca de la soledad de su vida, de la aceptación por lo
diferente, no se atrevió a comentar lo
sucedido con nadie.
Recordó a
Edith, su novia de la secundaria. El primer beso, las caricias. Pensaban
casarse, tener hijos. Cuando llegaron a cuarto año, ella se quedó con dos
previas y su familia aprovechó esta circunstancia para mandarla un año a
Estados Unidos a casa de una tía para conocer el gran país del norte,
perfeccionar su inglés y dejar tanto baile, canto y guitarra.
En realidad
era una forma de separarnos, sabía que no le caía bien a los suyos. En su
fiesta de quince escuché sin querer un comentario de su padre "un goy es
siempre un goy".
Nos juramos
amor y nos separamos llorando. Al principio nos escribíamos largas cartas, ella
me contaba sobre Norteamérica y sus progresos en inglés y yo le mandaba poemas
y canciones.
Cuando
volvió la noté muy cambiada, habíamos crecido. En nuestro primer encuentro
sentí que la distancia que nos separaba
era un continente, su forma de pensar era totalmente diferente de la mía,
después supe que en realidad nos separaba un océano "Cuando termine quinto
año, voy a Israel, a vivir en un kibutz." Yo no estaba en sus planes, fue
mi primer gran dolor.
El tiempo
pasó y en la última reunión de ex-alumnos, alguien trajo su recuerdo.- A vos
esa mina te marcó para siempre- ¿porqué lo decís? Todavía repetís lo que le
escuchaste al viejo "un goy siempre es un goy".
No es así,
estamos en otra época, hoy las minas de la colectividad se casan con quién
quieren, nadie se mete. No creas.
¿Ves? el
problema es tuyo, sos vos el que tiene el prejuicio. Te acordás de la mina que
te presenté aquella vez, la morocha que estaba muerta con vos. Lo primero que
le dijiste fue "Soy cristiano y siempre voy a serlo", y arrugaste. Que si
son morochas ó rubias, gordas ó flacas,
de este cuadro ó del otro, nacionales ó extranjeras. Dejate de joder con
tanta historia. Es verdad que todos somos diferentes, pero ¡Suerte que es así!
al final te estás quedando solo. Pensá lo que te digo, consulta con un
profesional para que te ayude a resolver tu problema, es triste la soledad.
Podía ser
que tuvieran razón en algo pero yo tuve lo mío, aunque ellos no lo supieran.
Salí con muchas minas y, es cierto que no llegué a nada con ninguna, bueno
solamente la tana. Pero a veces no se da y las relaciones son de a dos ¿no?
Admito que yo soy un poco jodido con eso del término medio. Ni tan claro, ni
tan oscuro. Ni tan gorda, ni tan flaca, que se yo. Siempre tuve esa idea, desde
que era chico. Una vez una mina me dijo que en realidad eso es cobardía. No
atreverse a dar un paso más del que marca la ley, la religión. Cumplir con los
mandatos. Quizás ella tuviera razón.
Todas estas
ideas ocuparon su cabeza y finalmente se decidió. Miró en la cartilla de la
prepaga y encontró una larga lista de psicólogos, fue descartando por domicilio
alguien que le quedara camino a su trabajo. Descubrió que había muchas mujeres
y de la colectividad. Finalmente se quedo con un hombre y una mujer. Llamó
primero al hombre, pero no tenía horarios cómodos y el arancel muy elevado.
Probaría con
la mujer, sino tendría que buscar de nuevo. La voz de la secretaria le
gustó, encontró un horario conveniente y el arancel un poco menor. Si no
me gusta, voy una vez y basta, total nadie se va a enterar. El viernes estuvo
todo el día tenso, en algún momento pensó en desistir pero cuando la secretaria
lo llamó para recordarle su primera entrevista sintió que ya no podía echarse
atrás.
Llegó al
consultorio cinco minutos antes y dio una vuelta, para no parecer ansioso.
Era un lindo
edificio en planta baja, al fondo. Había
que atravesar un jardín, después un patio.
La voz dulce
de la secretaria, pertenecía a una señora bastante mayor, que lo recibió con
una sonrisa. Llenó una ficha y lo hizo pasar. Allí estaba ella, frente a él con
la mano extendida y toda la mancha violeta sobre el pómulo izquierdo. Quedé
paralizado y "Sin aliento"- recordó ella.
Nos casamos
hace dos años y soy plenamente feliz. Hoy es otoño, me quito las lentes para
limpiarlas, la tarde escasa de sol no puede vestir de amarillo radiante las
calles y las deja con jirones marrones.
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