martes, 2 de octubre de 2012

NORA JAIME



DIFERENTES

La tarde se derramaba despacio, dulce y perfumada como un licor. El hombre se quitó los anteojos para limpiar los cristales y en esa opacidad brumosa de sus ojos descubrió su medio perfil, sus ojos grandes, sus labios gruesos, su pelo. Ella miraba hacia el poniente, en la calle semidesierta a esa hora en que el día comienza a despedirse.
Con las lentes limpias vio una mujer atrayente de mediana edad  que  entre muchas pasaría desapercibida, pero allí sola era un figura enigmática. Quizás por su cabello recogido que dejaba al descubierto su largo cuello  ó  su vestido claro con flores largo hasta los pies. No podía perder la oportunidad y se fue acercando despacio para hablarle, a menos de un metro sintió su perfume y con su mejor sonrisa dijo" Perdón, la calle Zavala…"no terminó la frase, ella giró y él enmudeció. Una mancha violeta cubría todo su pómulo izquierdo. La mujer contestó tratando de sonreir, mirándolo con una mezcla de rabia y resignación. El balbució un "gracias" y se fue en dirección opuesta a la indicada, haciendo más visible su turbación.
Quería escapar de aquella situación, al doblar la esquina ya se estaba maldiciendo por su actitud, arrepentido volvió sobre sus pasos dispuesto a disculparse,  ya no estaba.
Ese hecho fue el disparador de una serie de cuestionamientos acerca de la soledad de  su vida, de la aceptación por lo diferente,  no se atrevió a comentar lo sucedido con nadie.
Recordó a Edith, su novia de la secundaria. El primer beso, las caricias. Pensaban casarse, tener hijos. Cuando llegaron a cuarto año, ella se quedó con dos previas y su familia aprovechó esta circunstancia para mandarla un año a Estados Unidos a casa de una tía para conocer el gran país del norte, perfeccionar su inglés y dejar tanto baile, canto y guitarra.
En realidad era una forma de separarnos, sabía que no le caía bien a los suyos. En su fiesta de quince escuché sin querer un comentario de su padre "un goy es siempre un goy".
Nos juramos amor y nos separamos llorando. Al principio nos escribíamos largas cartas, ella me contaba sobre Norteamérica y sus progresos en inglés y yo le mandaba poemas y canciones.
Cuando volvió la noté muy cambiada, habíamos crecido. En nuestro primer encuentro sentí  que la distancia que nos separaba era un continente, su forma de pensar era totalmente diferente de la mía, después supe que en realidad nos separaba un océano "Cuando termine quinto año, voy a Israel, a vivir en un kibutz." Yo no estaba en sus planes, fue mi primer gran dolor.
El tiempo pasó y en la última reunión de ex-alumnos, alguien trajo su recuerdo.- A vos esa mina te marcó para siempre- ¿porqué lo decís? Todavía repetís lo que le escuchaste al viejo "un goy siempre es un goy".
No es así, estamos en otra época, hoy las minas de la colectividad se casan con quién quieren,  nadie se mete. No creas.
¿Ves? el problema es tuyo, sos vos el que tiene el prejuicio. Te acordás de la mina que te presenté aquella vez, la morocha que estaba muerta con vos. Lo primero que le dijiste fue "Soy cristiano y siempre voy a serlo", y arrugaste.  Que si  son morochas ó rubias, gordas ó flacas,  de este cuadro ó del otro, nacionales ó extranjeras. Dejate de joder con tanta historia. Es verdad que todos somos diferentes, pero ¡Suerte que es así! al final te estás quedando solo. Pensá lo que te digo, consulta con un profesional para que te ayude a resolver tu problema, es  triste la soledad. 
Podía ser que tuvieran razón en algo pero yo tuve lo mío, aunque ellos no lo supieran. Salí con muchas minas y, es cierto que no llegué a nada con ninguna, bueno solamente la tana. Pero a veces no se da y las relaciones son de a dos ¿no? Admito que yo soy un poco jodido con eso del término medio. Ni tan claro, ni tan oscuro. Ni tan gorda, ni tan flaca, que se yo. Siempre tuve esa idea, desde que era chico. Una vez una mina me dijo que en realidad eso es cobardía. No atreverse a dar un paso más del que marca la ley, la religión. Cumplir con los mandatos. Quizás ella tuviera razón.
Todas estas ideas ocuparon su cabeza y finalmente se decidió. Miró en la cartilla de la prepaga y encontró una larga lista de psicólogos, fue descartando por domicilio alguien que le quedara camino a su trabajo. Descubrió que había muchas mujeres y de la colectividad. Finalmente se quedo con un hombre y una mujer. Llamó primero al hombre, pero no tenía horarios cómodos y el arancel muy elevado.
Probaría con la mujer, sino tendría que buscar de nuevo. La voz de la secretaria  le  gustó, encontró un horario conveniente y el arancel un poco menor. Si no me gusta, voy una vez y basta, total nadie se va a enterar. El viernes estuvo todo el día tenso, en algún momento pensó en desistir pero cuando la secretaria lo llamó para recordarle su primera entrevista sintió que ya no podía echarse atrás.
Llegó al consultorio cinco minutos antes y dio una vuelta, para no parecer ansioso.
Era un lindo edificio en planta  baja, al fondo. Había que atravesar un jardín, después un patio.
La voz dulce de la secretaria, pertenecía a una señora bastante mayor, que lo recibió con una sonrisa. Llenó una ficha y lo hizo pasar. Allí estaba ella, frente a él con la mano extendida y toda la mancha violeta sobre el pómulo izquierdo. Quedé paralizado y "Sin aliento"- recordó ella.
Nos casamos hace dos años y soy plenamente feliz. Hoy es otoño, me quito las lentes para limpiarlas, la tarde escasa de sol no puede vestir de amarillo radiante las calles y las deja con jirones marrones.

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