EL DADO EGOCÉNTRICO
Ése era un
dado egocéntrico. Cayera como cayera, siempre caía de cara, y con la misma
sonrisa entonaba: soy yo, soy yo. Le hacíamos las mil y una al pobre dado: lo
lanzábamos desde el balcón, adentro del plato de sopa, o justo antes de que se
sentara tía Albertina (105 kilos), lo poníamos sobre el banco. Los insultos de
tía no nos incumbían, se los cargábamos al dado. Pero igual, volvíamos a
arrojarlo y zácate, caía de cara y dale cantar: soy yo, soy yo, soy yo.
Una vez al
Beto se le ocurrió limarle las aristas. Estuvimos como dos días sin parar hasta
que quedó hecho una bolita. Vamos a ver si ahora cantás, dijo el Beto, y lo
lanzó sobre las baldosas del patio. Apenas tocó el suelo, el dado empezó a
decir: puta que te parió, puta que te parió. Y continuó rodando sin parar y
meta cantar: puta que te parió, puta que te parió, puta que te parió...
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