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Por la presente le informamos de que hemos
estimado su solicitud de administrar la curación al primer turista de nuestro
territorio. Se trata de un acto de soberanía porque así resulta ser y así lo
hemos establecido nosotros a través de la consulta a todos aquellos que carecen
del derecho de la existencia, y ellos lo han ratificado presencialmente.
Nuestra asamblea reunida por separado ha llegado a esta conclusión después de
haber llegado a otras anteriormente, y no de mayor, igual o menor importancia
que las anteriores y posteriores, registradas en nuestro archivo actualmente
extraviado. Los extranjeros que visitan nuestro país tienen la posibilidad de
encontrarse enfermos o moribundos, y de curarse si así lo deciden. La Asamblea
de los Muertos no se opone a la Ley de la Naturaleza ni tampoco la deroga por
otra necesariamente idéntica aunque reformada en los circunloquios de su
redacción. Lo único que demanda es cautela en lo que se refiere al
procedimiento, cautela para evitar posibles conflictos entre los muertos y los
vivos que podrían desembocar en una guerra civil produciéndose numerosas bajas
en ambos bandos. Otra recomendación es que haga exactamente lo que usted le
venga en gana cuando quiera y como quiera, siempre que su actuación no
colisione con los intereses ajenos, para lo cual se recomienda prudencia,
eliminando al titular de todo interés opuesto antes de que el conflicto pueda
terminar violentamente. Por lo demás, cuídese con lo que tenga a mano y
preocupe molestar lo menos posible a quienes trabajamos por la comunidad no
haciendo nada por ella, permitiendo que sus iniciativas no colisionen con las
nuestras, que son ningunas. El amor que nos une a nuestro pueblo, el interés
por que progrese y se desarrolle, es completamente nulo, y esto nos permite
escribir un comunicado tan tedioso, tan prolijo y tan cursi. De modo que,
acongojado chamán, arréglese como pueda y como quiera, que nosotros haremos lo
mismo por nuestra parte, manteniendo una relación constante de incomunicación
entre los vivos y los muertos -aunque esta distinción en poco tiempo no resulta
necesaria- mientras dure nuestro mandato, que será por siempre hasta nueva
orden, que será por nunca.
Suyos hasta
la muerte y después de ella.
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