miércoles, 17 de octubre de 2012

JUAN MANUEL PÉREZ ÁLVAREZ



TELEGRAMA

Por la presente le informamos de que hemos estimado su solicitud de administrar la curación al primer turista de nuestro territorio. Se trata de un acto de soberanía porque así resulta ser y así lo hemos establecido nosotros a través de la consulta a todos aquellos que carecen del derecho de la existencia, y ellos lo han ratificado presencialmente. Nuestra asamblea reunida por separado ha llegado a esta conclusión después de haber llegado a otras anteriormente, y no de mayor, igual o menor importancia que las anteriores y posteriores, registradas en nuestro archivo actualmente extraviado. Los extranjeros que visitan nuestro país tienen la posibilidad de encontrarse enfermos o moribundos, y de curarse si así lo deciden. La Asamblea de los Muertos no se opone a la Ley de la Naturaleza ni tampoco la deroga por otra necesariamente idéntica aunque reformada en los circunloquios de su redacción. Lo único que demanda es cautela en lo que se refiere al procedimiento, cautela para evitar posibles conflictos entre los muertos y los vivos que podrían desembocar en una guerra civil produciéndose numerosas bajas en ambos bandos. Otra recomendación es que haga exactamente lo que usted le venga en gana cuando quiera y como quiera, siempre que su actuación no colisione con los intereses ajenos, para lo cual se recomienda prudencia, eliminando al titular de todo interés opuesto antes de que el conflicto pueda terminar violentamente. Por lo demás, cuídese con lo que tenga a mano y preocupe molestar lo menos posible a quienes trabajamos por la comunidad no haciendo nada por ella, permitiendo que sus iniciativas no colisionen con las nuestras, que son ningunas. El amor que nos une a nuestro pueblo, el interés por que progrese y se desarrolle, es completamente nulo, y esto nos permite escribir un comunicado tan tedioso, tan prolijo y tan cursi. De modo que, acongojado chamán, arréglese como pueda y como quiera, que nosotros haremos lo mismo por nuestra parte, manteniendo una relación constante de incomunicación entre los vivos y los muertos -aunque esta distinción en poco tiempo no resulta necesaria- mientras dure nuestro mandato, que será por siempre hasta nueva orden, que será por nunca.
Suyos hasta la muerte y después de ella.


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