100 años no es nada Carlos Margiotta
Querida
hija
Te
escribo para desearte un feliz cumpleaños, aunque escribir es una vieja forma
de decirlo, porque aquí el hábito se ha perdido y, como sabrás, ahora sólo
basta con dictarle a la máquina y ella responde a tu voz con palabras en la
pantalla como si las conociera. Cumplir 100 años no es nada, hoy la ciencia se
ha desarrollado tanto que empezamos a creer en la inmortalidad.
Todavía
puedo recordar perfectamente aquel 5 de enero de 1978 y el momento de tu nacimiento
porque estuve presente en el parto. A pesar de los años transcurridos y de la
medicación a la cual estoy sometido. Tu llanto y las imágenes se me hacen
presentes en las vibraciones de mi cuerpo como una gran alegría. Ese año se
jugó en nuestro país el mundial de fútbol y por eso te llamé "la
mundialito", cosa que tu madre le molestaba mucho. Eran épocas oscuras del
gobierno militar cuando comenzaron todas las desgracias que hoy conocemos.
Sé,
por otros contactos, que estás bien de salud, así como tus hijos y tus nietos.
A tus hijos los recuerdo con mucho cariño, me hicieron pasar muy buenos
encuentros en tu vieja casa de Devoto y se divertían mucho con mis cuentos y
bromas. Sin embargo a tus nietos siempre los sentí tan ajenos a la familia que
a veces siento culpa por ello, pero bueno, vos sabés que entonces falleció tu
madre y nos separaron a todos.
Ahora,
después de tanto tiempo estoy arrepentido de haber firmado el acuerdo con la
Compañía de Salud Pública para llevar a cabo la experiencia de
rejuvenecimiento. Me doy cuenta que fue por miedo a la vejez... mirá como
terminó tu madre. A veces pienso que es mejor asumir la edad que estar todos
los días sometido de un grupo de investigadores de mal carácter que se creen
dueños del bien y del mal.
He
solicitado en varias oportunidades volver a ejercer mi profesión, pero me la
han negado, dicen que tanto el estudio de la Historia Argentina como de la
Universal ya no le interesan a nadie, que además no produce riqueza, que sólo
es una adicción para melancólicos y que es mejor no recordar, que lo importante
es el futuro. Como te darás cuenta me han quitado una de mis pasiones, y
también me han prohibido escribir ficción, otro de mis placeres, la realidad, dicen,
lo que importa es la realidad, lo demás son cuentos de niños.
Mi
contrato vence a fin de año y estoy pensando en no renovarlo, a veces sueño que
me desconectan la batería y me siento feliz, pero la sola idea de atravesar los
numerosos laberintos de la burocracia de control estatal me asusta demasiado,
ya no tengo la paciencia ni tolerancia que me caracterizaron.
Desde
que me han traído a este lugar de la cordillera, después de la gran inundación
que sufrimos en el 2052. Recordaras que entonces a causa del descongelamiento
de los hielos de la Antártida desaparecieron varias poblaciones de Buenos Aires
y gran parte de parte de la pampa húmeda, empecé a no creer en el proyecto.
Para colmo hace unos años quitaron todos los espejos de las habitaciones aduciendo
que iban a limpiarlos y nunca más los repusieron. Sólo puedo verme a través de
la pantalla de la máquina pero, como te imaginarás, dudo de la veracidad de las
imágenes tomadas por la cámara y creo que no son reales, que es un engaño para
no reconocer el fracaso del tratamiento.
Lamentablemente
tampoco podemos vernos virtualmente como antes y compartir una conversación más
cálida, aquí nos han puesto muchas restricciones por razones de presupuesto,
dicen. Discúlpame que no te lo haya contado antes, pero no quería preocuparte.
Siento
que he perdido las ganas de vivir y que mi ilusión de prolongar la vida se ha
hecho trizas. A mis compañeros de la villa les pasa lo mismo, estamos tristes,
enfermos de eternidad. Mi único deseo es volver a verte junto a tus hermanos,
estar otra vez en familia y despedirme como un ser humano. Escribíme, no dejes
de contestarme, los extraño.
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