Una noche caliente Raquel Sevilla
Todos
estaban bailando, unos brindaban, otros reían, ellas se veían espléndidas,
plenas, la fiesta era un éxito, había mucho por festejar, un nuevo año, la
nueva casa, los nuevos amigos.
Ella,
una de las hermanas, la menor, bailaba sin parar. Kela es delgada, alta,
cabellos castaños, ojos pequeños, rostro ovalado y lo que la hace diferente a
otras adolescentes es la constante sonrisa en su cara, siempre se buen humor.
Cuando la conoces sentís que nada triste hay en su vida, solo alegría, festejo,
todo está bien para ella. La hermana mayor Elizabeth, posee otras cualidades,
es calmada, seria, hermosa, muy hermosa. Una cara redonda, nariz pequeña acorde
con su boca, con labios bien formados y dientes perfectos, su cabellera larga,
ondulada superan la altura de sus hombros.
Ambas
hacen un buen dúo, son compinches, así fue que Elizabeth atenta a la recepción
de los invitados y los no invitados, observa un par de rostros desconocidos,
ellos son apuestos, delgados, altos, como es el gusto de las hermanas. Mira
cada movimiento y se acerca a dar la bienvenida. El resto de los invitados siguen saltando al
ritmo de la música, hasta que Jesús, uno de los muchachos le pregunta a
Elizabeth quién es esa flaca que no para de bailar y ríe continuamente.
Sonriendo, la mayor de las hermanas, va en busca de Kela. Las dos se acercan,
Kela sin parar de bailar, y Elizabeth caminando suavemente. La última le
presenta a los nuevos amigos. Elizabeth y Eduardo se alejan en busca de un poco
de tranquilidad. Kela y Jesús van a bailar, sus cuerpos se llevan bien, se
contornean a ritmo, las miradas se
cruzan, la música cambia y ellos bailan, ríen, se disfrutan. Pasan las horas y
el sol los sorprende bailando.
Así
comienza una historia de amor, mucho amor. Se adoran, se quieren, se admiran,
se ríen, se divierten. La vida les sonríe a ellos y ellos le sonríen a la vida,
cuántas noches y cuántos días felices. Sueñan con el momento de ser únicos,
solo uno.
Pero
la vida es así, separa hasta el amor y ellos no cumplieron su sueño. La noche
especial nunca llegó.
También
la vida te enseña que si el amor es verdadero nunca muere.
Pasaron
los años, muchos años, treinta años.
Kela
en otra ciudad camina distraídamente, viviendo como siempre, de la única forma
que sabe vivir. Y de pronto ve esos ojos y esa mirada inconfundible.
Él
sonríe dulcemente y se acerca “ESTOY CASI SEGURO, ME PODES CONFIRMAR SI NOS
CONOCIMOS EN NUESTRA HERMOSA JUVENTUD, EN TU ADORADAO PUEBLO”. Se tomen de la
mano, sonríen, la emoción los envuelve. ¿Cumplirán su deseo?
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