¿Cómo
no buscar a Jesús?
María Alicia del Rosario Gómez de
Balbuena
Hacía
mucho tiempo que ya nada lograba emocionarme, hasta ese día.
Caminaba
descalza por las arenas blandas de aquella orilla correntina -mezcla de tierra
y ladrillo picado- mientras desataba recuerdos y cansancios apilados en algún rincón del corazón,
tratando de encontrar la magia de una sonrisa que lavara las heridas del alma,
cuando el horizonte me devolvió otra imagen: La de un pequeño que jugaba más
allá...
Acerqué
mis pasos hasta él, que ni siquiera los advirtió –o al menos eso me pareció- y
me acuclillé a su lado. Los dos mirando al frente. Los dos atrapando las luces
que cabalgaban en la cresta de las aguas, cedidas por la redonda luna del
Taragüi... Ambos en silencio por bastante tiempo.
De
pronto sentí necesidad de saber y hablé, aún mirando las aguas que ya me
devolvían luces y sombras… -¿De dónde
sos amiguito?-
-No
tengo amigos yo- , me respondió con voz transparente, casi vacía. Vengo a
buscarlo
-¿Al
río? ¿A estas horas y solo?
-Sí.
A estas horas porque después voy a trabajar. Debo cuidar a mi hermanito más
chico. Nació hace poco- Ahora duerme.
Miré
sus pocos años y se me arrugó el alma. Nuestra realidad era ésa. ¿De qué podía
asombrarme? Ahora era trabajo lo que antes vivíamos con naturalidad, dentro de
un profundo amor familiar, casi sin notarlo, sólo sintiéndolo…
-¿Qué
buscás aquí? Está próxima la Navidad. La gente está en sus casas o buscando
regalos por las calles
-Ya
te dije: Un amigo
-….
Ante
mi desconcierto, se arrodilló en la orilla mojada y juntando sus manitos habló
mirando el río…
“Sé
que estás ahí .Hoy te vine a buscar porque quiero tener un amigo, pero no sé
cuándo podré venir otra vez. Acordate de
mí esta noche. Y si podés, vení a mi casita mañana- Te quiero mucho. Chau…” Y
haciendo una mueca se secó una lágrima mocosa mientras agitaba sus dos manitos
despidiéndose. Pero se quedó en silencio mirando el agua, como pensando…O
soñando.
-¿
Podés decirme a quién le hablabas? –dije interrumpiendo el momento
-A
Jesús. Quiero tener un amigo-
-Podés
tener dos esta noche, si querés, le dije emocionada.
-Recién
entonces me miró y vi que sus ojos
tenían un reflejo de asombro.
-No
sé dónde está el otro…
”Aquí
“-- Vamos a tu casita--…Y comencé a caminar junto a él
Llegamos
al poco rato, los dos en silencio, después de caminar juntos un buen trecho por
terrenos difíciles. Se quedó en la puerta de una casilla de madera, pero no me
invitó a entrar. Sólo me miró- como si quisiera encontrar en mí alguna
impresión- y dijo:
-Bueno
doña, ya llegamos, pero no puede entrar, todo está muy sucio ahí.
-“Eso
no importa, dejáme pasar un ratito”, y le di la mano agachándome hasta
atravesar la portadita de madera. Pero al entrar no encontré a nadie…Sólo
algunas ropas sucias tiradas, un balde a medio llenar, un perrito durmiendo
y muchas moscas, nada más…
-¿Y
tu hermanito?
-Ahora
duerme. Lo llevó la vecina mientras yo iba a juntar agua, pero me escapé un ratito…
-¿Y
tu mamá?
-No
tengo mamá. “Se fue al cielo cuando nació mi hermanito. Por eso le fui a decir
a Jesús que quiero ser su amigo y que venga a mi casita mañana, le quiero pedir
que me traiga una”.
…
Sentí que ya la había encontrado. Y que todo el cansancio apilado en mi
alma se quedó, transformado, cabrilleando
sobre las olas de mi río Paraná…
“Anahí”
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