jueves, 18 de junio de 2015

Raúl Samartín



Quiero saber la verdad   
Raúl Samartín

Estoy mirando el cielo, a través de mi pequeño jardín vidriado, disfrutando de un esplendido amanecer luminoso que invita a hacer planes. Los gorriones me brindan su acostumbrada serenata alegre y bochinchera mientras arman sus nidos en los huecos que ofrece una vieja pared vecina. Puedo contemplar que todas sus necesidades se basan en los dictados de sus instintos, no necesitan nada más. En cambio los humanos hemos perdido nuestra naturaleza, poco o nada queda de nuestros instintos. Lo humano está cada vez más sujeto a lo externo, somos dependientes de lo que no tenemos, queremos poseerlo sin plantearnos si lo necesitamos. En cambio, la verdadera naturaleza continúa su evolución manteniendo una esencia base que se distingue por estar exenta de maldad-
Soy Jorge Linch, señor Linch como suelen llamarme mis clientes leyendo la tarjeta que sostienen en su mano durante las entrevistas. En los papeles soy un experto en Relaciones Humanas y en la práctica simplemente un investigador privado que, cada vez que escribo mi informe semanal sobre los diferentes casos, me sigo sorprendiendo por las conductas observables en la “naturaleza humana”.
Irene, ejecutiva de 45 años y muy buena figura, llegó a mi oficina quince minutos antes de lo acordado, dio dos golpes enérgicos en la puerta y entró sin esperar contestación tomando asiento y mirándome fijo a los ojos.
-Hola, soy Irene y quiero saber la verdad, toda la verdad, estoy harta y cansada de que me mientan. Quiero saber si vale la pena seguir representando un papel de esposa que posiblemente me esté robando la posibilidad de ser feliz. Creo que mi esposo me engaña-
-¿Usted ha hablado del tema con su marido?-
-¿Hablar, usted en qué mundo vive, por qué piensa que lo contraté? Somos un matrimonio en el que ambos trabajamos duro para conseguir lo que queríamos. Hoy vivimos sosteniendo nuestra realidad, apuntalándola con mentiras creíbles, que fuimos aceptando con silencios de bronca y resignación, y que con el tiempo reclamaron venganza-
-¿Y que pretende con mis servicios?-
-Según mi abogado tener mejores pruebas que mi marido, para la negociación en el juicio de divorcio, nada más, el tiempo de las palabras ya paso, las venganzas consumadas ocuparon su lugar-
Raquel, secretaria de 23 años con unos ojos y un cuerpo infartante, esperó que la anunciara mi secretaria para luego entrar con paso firme, aguardando mi invitación para tomar asiento. Su intención de parecer mayor ante mí, llevando anteojos y el pelo recogido, solo conseguía realzar sus encantos.
-Señor Linch, antes de hablar quisiera saber si la conversación será grabada-
-No señorita, está prohibido salvo expresa voluntad del cliente-
-Perfecto, yo no apruebo que se grabe nada de lo que voy a contarle. Yo estoy viviendo una relación con mi jefe, una persona mayor, casado y de muy buena posición económica y social. El otro día vino a verme una mujer que se presentó como su esposa, sin más me ofreció compensarme con una buena suma si colaboraba con ella para desenmascarar la infidelidad. Me aclaró que sabía que los bienes que su marido me había obsequiado estaban a mi nombre y que no pensaba reclamarlos en su demanda, certificándolo además por escrito. Acepté, porque era eso o caer junto con él, con el riesgo de perderlo todo. Y, como tengo pruebas de que ella también vive haciéndole los cuernos, quiero que usted certifique su conducta con una investigación para que no intente traicionarme como al marido-
Julio, un joven abogado de 34 años para el cual suelo trabajar en averiguaciones, vino a verme de urgencia. Entró nervioso y con semblante preocupado, colgó su saco y se tiró en uno de los sofás.
-Jorge, se pudrió todo, vos siempre decís que si no hubiera sexo y dinero los abogados y los investigadores desapareceríamos, pues yo estoy a punto de desaparecer por ambas cosas. El sábado me levanté una mina espectacular, me recontra calentó y en menos de lo que canta un gallo estábamos cogiendo como dos locos.  La dejé en su casa y por suerte cuando llegué a mi departamento Nelly ya estaba dormida, así que safé. Pero a la mañana siguiente, en mi oficina, me esperaban dos tipos que se presentaron como padre y abogado de una menor que alegaba abuso sexual de mi parte. Tienen fotos y detalles que me comprometen, a cambio de su silencio y la entrega de las pruebas piden guita, bastante guita. O me ayudas a salir de esta o estoy frito social y profesionalmente-
-Bueno, que pelotudo, en flor de lio te metiste ¿Cuando vas a dejar de pensar con la cabeza de abajo? Dejame hablar con nuestros contactos en la Federal para ver si son una organización o solo se trata de chantajistas aventajados, dilatá la respuesta, yo te llamo-

Luisa, una muchacha de contextura robusta, de 35 años, y un temperamento bastante sanguíneo entró a mi oficina lanzando una pregunta.

-Señor Linch ¿usted cree en la felicidad? Habrá alguien realmente feliz o la felicidad solo es un ideal cargado de fantasías. Se lo pregunto por qué fui traicionada por el hombre que supuse me amaba y acaba de traicionarme con mi mejor amiga durante meses, y yo de florcitas sin enterarme-.

-Sí, aunque pienso que es un sentimiento bastante difícil de explicar, creo en la felicidad. ¿Porqué lo pregunta?-

-Entonces tiene que ayudarme a consumar mi venganza, necesito que me ponga en contacto con un sicario, quiero que mueran los dos, sufriendo, eligiendo el peor tormento posible que me ofrezcan. Por el dinero no hay problema para mí todo dejo de tener importancia-

-Mire señorita, haré de cuenta que nuestra conversación nunca tuvo lugar, sino tendría la obligación de denunciarla, no pretendo juzgarla ni emitir un juicio de valor, pero le pido que lleve sus ansias de venganza a otros lugares más apropiados para esos fines-

-Bueno, no es lo que me esperaba, siendo una persona recomendada por alguien de su confianza, creo que me veré obligada a contratar la muerte de tres personas, hasta pronto-

Celeste, una mujer jubilada de 68 años que todavía mantiene su encanto, pidió cita para un sábado explicando que los días hábiles eran propiedad de sus nietos e hijos.

-Señor Linch, quiero poner mis deseos y sentimientos en sus manos y para eso necesito ser franca aunque a veces suene grosera. Como mujer ya he vivido casi todo lo que quería, deseaba y hasta temía. Recuerdo perfectamente casi todas las estupideces y aciertos que me obligaron a crecer. Conocí  el pudor, el deseo, el desenfreno, lo oscuro, lo prohibido, lo que creía bueno y fue una mierda así como lo que parecía malo y resulto ser el paraíso, los sentimientos pasaron por mi corazón y se sirvieron de mi cuerpo con voluptuosidad. Nunca supe lo que era sentir miedo así que pude vivir y disfrutar sin reproches ni culpas. Ahora vuelvo a sentir afecto por un hombre, y conocí el miedo. Yo, que todavía disfruto del sexo me conformo con lo que este hombre ya me brinda, compañía y afecto, en forma de buen trato, respeto y caricias que saben como el mejor de los placeres ya vividos. Señor Linch, quiero que vea al hombre que me ofrece su amor bajo la óptica de sus ojos de hombre, porque los míos se niegan a encontrar algo malo. Solo dígame si es una buena persona con eso me alcanza-

Serena, una dama de compañía de 27 años que comenzó como prostituta, siempre ocupa el último turno de la semana. Con ella me une una relación difícil de definir pero satisfactoria para ambos. Ella acostumbra a leerme mis resúmenes semanales y los analiza quitándoles gravedad y dramatismo. Su claridad de conceptos humaniza los hechos. Y yo, en compensación, realizo investigaciones sobre sus clientes.

-Hola George, como fue esta semana-

-Normal, aquí está el informe, leelo mientras te preparo un café-

-Pero carajo, será posible, nunca aceptarán que toda la gente miente, cuánta razón tenía el que escribió que entendía a los que mienten pero que le costaba entender a los que siempre dicen la verdad-

-Si nena, tenés razón, todo el mundo vive interactuando en distintos círculos sociales, donde familia, trabajo y ocio se mezclan formando algo heterogéneo, cómo mierda hacemos para que las obligaciones y compromisos sean en un clima sincero y transparente. No me jodan, es imposible-

-Parece como si la gente se olvidara que de pequeños para safar de una paliza era más segura la mentira que la verdad. Hasta en la familia se enseña a mentir con el ejemplo-

-Hay un ranking según el comportamiento frente a un problema,  primero están las personas que encaran todo llorando, estos no mienten, en segundo lugar siguen los que se hacen los boludos, son los callados que no saben ni mentir, en tercer lugar existe un grupo de personas, entre las que se destacan ustedes las prostis, que saben hacer cesáreas cuando los partos vienen de culo, mienten si es necesario, y por último están los desalmados que se cagan en todo, estos mienten a destajo, y no les va nada mal-

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