LLUVIA María A. Escobar
Desde
anoche que está lloviendo. Una lluvia
lenta, pertinaz y ahora que son las cinco de la tarde, el agua no ha cesado de
caer. Uno podría pensar que, como en ese bello poema de González Tuñón “la
lluvia es hermosa y es triste”. Yo creo que es triste, porque es domingo, que
también, a veces, es triste aunque no llueva. Sobre todo cuando el sol comienza
a declinar y una franja de luz, por el occidente, indica el lento descenso del
sol.
Miro
por la ventana. A veces es mejor que atontarse con el televisor. Casi no pasa gente. Solo alguno que otro
encasquetado en un paraguas, apresurado como si quisiera ganarle a la lluvia..
Por un buen rato la calle queda desierta. Podría separarme de la ventana e
intentar escribir un cuento, un cuento en donde un hombre, escudado en su negro
paraguas camina de prisa porque ha cometido un crimen. Qué crimen no importa,
todos, alguna vez, hemos cometido un crimen aunque no hayamos matado a nadie.
Pero ahora no, no escribiré ningún cuento.
Ahora
pasa, por enfrente, una viejecita. Lleva cartera y paraguas. De repente patina
y cae. Queda sentada en la vereda.
Espero que alguien pase y la levante (este es mi pequeño crimen). Un
hombre sale de una casa y la socorre. Las ancianas no deberían salir en los
días de lluvia. Siempre se caen y se asustan mucho, son frágiles.
Los
plátanos están dichosos. Puro fulgor bajo el agua. Llegará la noche y la lluvia
que no cesa. Suena el teléfono. Alguien, alguien con quien hablar, ¿tal vez mi
hermana…? No, número equivocado. Quisiera hablar con René. Por suerte no soy
ciega. Podría escribir un cuento. Pero no, hoy no. “¿la lluvia es hermosa y es triste?”, cierto
Raúl, pero ahora que se acerca la noche, su belleza queda ensombrecida, como un
negro paraguas que nos ocultara la belleza del mundo.
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