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Elsa Jana
El legado de una madre que nunca
conoció
Elsa Jana
Casi
cerraban. Entró de prepo, pasitos apurados ganándole la carrera a la última
lámpara que apagarían en la sala. Recorrió los estantes por años y llegó al
deseado. El índice rozaba la pantalla, subiendo y bajando el cursor a la
búsqueda de la información. Por dónde empezar con el tema de una herencia que
nunca se reclamó, cuando la única referencia era “un diario de aquí entre el 94
y 95”.
Incluso lo había confirmado con la tía, ya que había sido precisamente el tío
quien leyó la noticia de que buscaban a los herederos de su madre que nunca
conoció.
¿Por qué
volver sobre el tema justo ahora? ¿Qué la había movido a quedarse inactiva
aquella vez, cuando supo y no quiso averiguar ni reclamar? ¿De qué le sirvió
aquel orgullo ante el abandono del que había sido víctima siendo una beba? ¿Qué
otra cosa esperaba encontrar ahora, más que la imposibilidad de hallar los
datos? Encima, se acordó tan tarde. El dueño de “bibliotecon por internet”, ya
se acercaba a su escritorio. Señora, tengo que cerrar, voy a apagar la luz. La
mujer apretó el “salir” y se quedó extasiada sobre el colorido y la rapidez de
un monitor rumbo al cierre del programa. Recién al apagarse la luz, se puso de
pie y se dirigió a la salida.
Toda la
noche abriendo y cerrando páginas… El diario le escabullía ese retazo de información
perdida que la llevaría a alguna parte de su vida, en la que ella omitió
ingresar en el momento oportuno. Se masajeaba el cuello y estiraba la espalda
cuando el bibliotecario reabría la sala a la mañana siguiente. Ni siquiera
sospechaba que había transcurrido la noche entera. Tampoco que había amanecido.
La media mañana la sorprendió junto al bibliotecario, sin siquiera hambre o
sueño. Apenas ese dolor en el cuello, donde las vértebras parecían haberse
enervado apretujándole todas las fibras motoras… Raíces…
Pero
señora, ¿qué hace aquí, cómo entró? Es que nunca salí, porque usted cerró la
puerta conmigo adentro. ¿Por que no avisó o me pegó un grito para que me
detuviera? Porque me estaba muriendo de angustia y no podía hablar. ¿Y se quedó
aquí, a oscuras toda la noche? No, a la luz de la pantalla. ¿Al menos encontró
lo que buscaba? Lo que buscaba no sé, lo que me correspondía, sí. Buenos días y
gracias por abrirme la puerta para salir.
¿Por qué
siempre tantas baldosas flojas? El barro le salpicaba los zapatos. Entonces,
había llovido. Pesaba el paso lento sobre las veredas, como de ¿hacia dónde yo?
Abrió la puerta y se sentó en el macetero vacío del pasillo. Marcó el número de
teléfono rescatado en el bibliotecón. Tras explicar el motivo de su llamada, la
voz al otro lado le indicó acercarse hasta el despacho y ella apuntó la
dirección. Trámites y después, recibió el sobre con datos de puño y letra sobre
el legado de una madre que nunca conoció… Y entonces, esa sensación
inexplicable que ahora volcaría su vida en un sentido nuevo, desconocido …
Abrió la puerta de casa y se fue a recuperar el sueño perdido.
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