jueves, 18 de junio de 2015

Elsa Jana


El legado de una madre que nunca conoció   
Elsa Jana

Casi cerraban. Entró de prepo, pasitos apurados ganándole la carrera a la última lámpara que apagarían en la sala. Recorrió los estantes por años y llegó al deseado. El índice rozaba la pantalla, subiendo y bajando el cursor a la búsqueda de la información. Por dónde empezar con el tema de una herencia que nunca se reclamó, cuando la única referencia era “un diario de aquí entre el 94 y 95”. Incluso lo había confirmado con la tía, ya que había sido precisamente el tío quien leyó la noticia de que buscaban a los herederos de su madre que nunca conoció.

¿Por qué volver sobre el tema justo ahora? ¿Qué la había movido a quedarse inactiva aquella vez, cuando supo y no quiso averiguar ni reclamar? ¿De qué le sirvió aquel orgullo ante el abandono del que había sido víctima siendo una beba? ¿Qué otra cosa esperaba encontrar ahora, más que la imposibilidad de hallar los datos? Encima, se acordó tan tarde. El dueño de “bibliotecon por internet”, ya se acercaba a su escritorio. Señora, tengo que cerrar, voy a apagar la luz. La mujer apretó el “salir” y se quedó extasiada sobre el colorido y la rapidez de un monitor rumbo al cierre del programa. Recién al apagarse la luz, se puso de pie y se dirigió a la salida.

Toda la noche abriendo y cerrando páginas… El diario le escabullía ese retazo de información perdida que la llevaría a alguna parte de su vida, en la que ella omitió ingresar en el momento oportuno. Se masajeaba el cuello y estiraba la espalda cuando el bibliotecario reabría la sala a la mañana siguiente. Ni siquiera sospechaba que había transcurrido la noche entera. Tampoco que había amanecido. La media mañana la sorprendió junto al bibliotecario, sin siquiera hambre o sueño. Apenas ese dolor en el cuello, donde las vértebras parecían haberse enervado apretujándole todas las fibras motoras… Raíces…

Pero señora, ¿qué hace aquí, cómo entró? Es que nunca salí, porque usted cerró la puerta conmigo adentro. ¿Por que no avisó o me pegó un grito para que me detuviera? Porque me estaba muriendo de angustia y no podía hablar. ¿Y se quedó aquí, a oscuras toda la noche? No, a la luz de la pantalla. ¿Al menos encontró lo que buscaba? Lo que buscaba no sé, lo que me correspondía, sí. Buenos días y gracias por abrirme la puerta para salir.

¿Por qué siempre tantas baldosas flojas? El barro le salpicaba los zapatos. Entonces, había llovido. Pesaba el paso lento sobre las veredas, como de ¿hacia dónde yo? Abrió la puerta y se sentó en el macetero vacío del pasillo. Marcó el número de teléfono rescatado en el bibliotecón. Tras explicar el motivo de su llamada, la voz al otro lado le indicó acercarse hasta el despacho y ella apuntó la dirección. Trámites y después, recibió el sobre con datos de puño y letra sobre el legado de una madre que nunca conoció… Y entonces, esa sensación inexplicable que ahora volcaría su vida en un sentido nuevo, desconocido … Abrió la puerta de casa y se fue a recuperar el sueño perdido.


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