TRES AMIGOS, crónicas del café
Ronaldo Wright
Una
vez más agradezco al Negro Hernández (seudónimo de Carlos Alberto Margiotta) el
haberme invitado a presentar su nuevo libro "TRES AMIGOS, Crónicas del
Café", de ediciones Nuevos Tiempos. El evento se llevó a cabo el pasado
jueves 30 de abril en el tradicional Café de la Subasta y contó con la asistencia
de numeroso público. El autor es psicólogo social, consultor psicológico, poeta
y escritor. Además, es el creador y director de la revista literaria Redes de
Papel, fundada en marzo de 1995 -hace ya más de veinte años- y actualmente
preside la Asociación de Psicólogos Sociales de la República Argentina
(A.P.S.R.A.).
No
es esta su primera obra, pues posee en su haber dos libros de poemas (Otro
Lugar y Rectangulares Mujeres de Papel), como así también es autor de
“Encuento”, “Café de la Subasta” y “Redes de Cuentos”. Cabe decir que el
primero de los relatos que ahora ofrece el Negro Hernández -invitando a dar una
vuelta por Barracas a la hora que despunta la luna- dio lugar a una serie que
se llamó Café para Melancólicos y, a partir de allí, sus cuentos no dejaron de
difundirse hasta hoy con singular éxito. En sus páginas se irá descubriendo la
historia de una taberna de barrio, el Tres Amigos, con su cultura tan porteña y
tan particular.
Si
bien estas crónicas del café semejan ser reales, lamentablemente el Tres Amigos
no es más que una ficción; una bella fantasía creada por Carlos Margiotta. No
hay boliche alguno con tal denominación, ni es verdadera la anécdota que aclara
que en esa esquina había un viejo almacén con despacho de bebidas allá por los
años treinta. Aunque en realidad este bar es universal. En él están contenidos
y descriptos todos los bares similares que uno pueda imaginarse; y su típica
decoración traslada a una época de sueños y utopías. Cada una de sus paredes se
erige en un genuino museo de fotos, objetos y adornos.
Los
cuadros colgados tienen las imágenes que siempre vistieron al bar: de cantores
de la talla de Carlos Gardel, Alberto Castillo, Julio Sosa y el polaco
Goyeneche; de las grandes orquestas tangueras de Pugliese, Darienzo, Di Sarli,
Salgán, Piazzolla y el gordo Troilo. Y de algunas minas de gran corazón como
Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Mercedes Simone y Ada Falcón. Y ya que de
un bar estoy hablando, agrego que su origen surge de la palabra inglesa
“barrier”, que significa barrera o barra fija. Es decir, el mueble mostrador
que divide el espacio público donde están los clientes de la zona privada de
quien sirve las bebidas.
Ciertos
mitos cuentan que el hecho de poner una barra alta de madera se debía a que el
cantinero necesitaba un lugar para refugiarse -en tiempos tumultuosos- de
tiroteos, riñas y peleas. Incluso le servía al
barman para distanciar a los clientes de las botellas y de la caja
registradora. Aunque este no es el caso del gallego Rogelio -el dueño del Tres
Amigos- quien era uno más del grupo que allí habitualmente se reunía: el Gordo,
Sandoval, Beto, el viejo Castaño, Maddonni, Oliverio, el Mirón, don Anselmo, el
guapo Zavala, Brancaleone, Joaquín (el mozo del boliche) y Antonio, el loco de
los naipes; entre otros.
El
Negro Hernández declara que los cafés son como las mujeres; y los agrupa en dos
tipos universales. Están aquellos donde nunca te animarías a entrar y los
otros, donde podrías pasar un buen rato o quedarte allí toda la vida. Muchas
historias de amor -y desamor- empiezan o terminan en los bares; y este boliche
de Barracas no es en tal sentido una excepción.
Surgen en él varias aventuras románticas, mucha descripción y mucha imaginación también, porque hay quienes se
van inventando las escenas que narran. Aunque, eso sí, el Tres Amigos es
siempre el escenario y el protagonista, más explícitamente o menos.
El
origen de los primeros bares es bastante lejano; hay que remontarse a la época
de Pompeya en la antigua Grecia, donde prosperaron algunas pequeñas tiendas de
ventas de vinos y bebidas llamadas tabernas. Luego se expandieron a Roma y de
allí al resto de los países europeos. En España nacerá la profesión del
tabernero que, después, en los tiempos de la colonia llegará a estos
territorios. Algunas cantinas le agregarán música, tal como sucedió aquella
noche que el Gallego imaginariamente habilitó el boliche para que Tito Sánchez
cantara sus boleros preferidos y el Negro asistiera a milonguear con su Marta
tan amada.
El
bar es un ámbito muy especial, de contadores de cuentos o mejor dicho de
cuentadores; quizás porque ahí son escuchados por un auditorio atento que sabe
de los códigos masculinos. Sus galanes suelen relatar infinidad de historias,
algunas inverosímiles, otras trágicas, pero todas dignas de ser narradas por un
escritor. En este caso le tocó el turno a la pluma del Negro Hernández. Invito,
entonces, a los lectores a dar un paseo por el barrio de Barracas a la hora en
que se oculta el sol. Allí, a pocas cuadras del Riachuelo, encontrarán la
esquina iluminada del Tres Amigos, con su leyenda, sus anécdotas y sus secretos.
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