sábado, 16 de mayo de 2015

Ronaldo Wright



TRES AMIGOS, crónicas del café      
Ronaldo Wright                                                                                                                                                                                                      

Una vez más agradezco al Negro Hernández (seudónimo de Carlos Alberto Margiotta) el haberme invitado a presentar su nuevo libro "TRES AMIGOS, Crónicas del Café", de ediciones Nuevos Tiempos. El evento se llevó a cabo el pasado jueves 30 de abril en el tradicional Café de la Subasta y contó con la asistencia de numeroso público. El autor es psicólogo social, consultor psicológico, poeta y escritor. Además, es el creador y director de la revista literaria Redes de Papel, fundada en marzo de 1995 -hace ya más de veinte años- y actualmente preside la Asociación de Psicólogos Sociales de la República Argentina (A.P.S.R.A.).
No es esta su primera obra, pues posee en su haber dos libros de poemas (Otro Lugar y Rectangulares Mujeres de Papel), como así también es autor de “Encuento”, “Café de la Subasta” y “Redes de Cuentos”. Cabe decir que el primero de los relatos que ahora ofrece el Negro Hernández -invitando a dar una vuelta por Barracas a la hora que despunta la luna- dio lugar a una serie que se llamó Café para Melancólicos y, a partir de allí, sus cuentos no dejaron de difundirse hasta hoy con singular éxito. En sus páginas se irá descubriendo la historia de una taberna de barrio, el Tres Amigos, con su cultura tan porteña y tan particular.
Si bien estas crónicas del café semejan ser reales, lamentablemente el Tres Amigos no es más que una ficción; una bella fantasía creada por Carlos Margiotta. No hay boliche alguno con tal denominación, ni es verdadera la anécdota que aclara que en esa esquina había un viejo almacén con despacho de bebidas allá por los años treinta. Aunque en realidad este bar es universal. En él están contenidos y descriptos todos los bares similares que uno pueda imaginarse; y su típica decoración traslada a una época de sueños y utopías. Cada una de sus paredes se erige en un genuino museo de fotos, objetos y adornos.
Los cuadros colgados tienen las imágenes que siempre vistieron al bar: de cantores de la talla de Carlos Gardel, Alberto Castillo, Julio Sosa y el polaco Goyeneche; de las grandes orquestas tangueras de Pugliese, Darienzo, Di Sarli, Salgán, Piazzolla y el gordo Troilo. Y de algunas minas de gran corazón como Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Mercedes Simone y Ada Falcón. Y ya que de un bar estoy hablando, agrego que su origen surge de la palabra inglesa “barrier”, que significa barrera o barra fija. Es decir, el mueble mostrador que divide el espacio público donde están los clientes de la zona privada de quien sirve las bebidas. 
Ciertos mitos cuentan que el hecho de poner una barra alta de madera se debía a que el cantinero necesitaba un lugar para refugiarse -en tiempos tumultuosos- de tiroteos, riñas y peleas. Incluso le servía al  barman para distanciar a los clientes de las botellas y de la caja registradora. Aunque este no es el caso del gallego Rogelio -el dueño del Tres Amigos- quien era uno más del grupo que allí habitualmente se reunía: el Gordo, Sandoval, Beto, el viejo Castaño, Maddonni, Oliverio, el Mirón, don Anselmo, el guapo Zavala, Brancaleone, Joaquín (el mozo del boliche) y Antonio, el loco de los naipes; entre otros.
El Negro Hernández declara que los cafés son como las mujeres; y los agrupa en dos tipos universales. Están aquellos donde nunca te animarías a entrar y los otros, donde podrías pasar un buen rato o quedarte allí toda la vida. Muchas historias de amor -y desamor- empiezan o terminan en los bares; y este boliche de Barracas no es en tal sentido una excepción.  Surgen en él varias aventuras románticas, mucha descripción y mucha  imaginación también, porque hay quienes se van inventando las escenas que narran. Aunque, eso sí, el Tres Amigos es siempre el escenario y el protagonista, más explícitamente o menos.
El origen de los primeros bares es bastante lejano; hay que remontarse a la época de Pompeya en la antigua Grecia, donde prosperaron algunas pequeñas tiendas de ventas de vinos y bebidas llamadas tabernas. Luego se expandieron a Roma y de allí al resto de los países europeos. En España nacerá la profesión del tabernero que, después, en los tiempos de la colonia llegará a estos territorios. Algunas cantinas le agregarán música, tal como sucedió aquella noche que el Gallego imaginariamente habilitó el boliche para que Tito Sánchez cantara sus boleros preferidos y el Negro asistiera a milonguear con su Marta tan amada.
El bar es un ámbito muy especial, de contadores de cuentos o mejor dicho de cuentadores; quizás porque ahí son escuchados por un auditorio atento que sabe de los códigos masculinos. Sus galanes suelen relatar infinidad de historias, algunas inverosímiles, otras trágicas, pero todas dignas de ser narradas por un escritor. En este caso le tocó el turno a la pluma del Negro Hernández. Invito, entonces, a los lectores a dar un paseo por el barrio de Barracas a la hora en que se oculta el sol. Allí, a pocas cuadras del Riachuelo, encontrarán la esquina iluminada del Tres Amigos, con su leyenda, sus anécdotas y sus secretos.

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