UN PACIENTE ESPECIAL
No
tenía el alta del surmenage, cuando comencé a trabajar otra vez como
psicoanalista. Mi primera paciente fue una jirafa.
-¿Qué la trae por aquí?
El
rimmel se le había corrido por el llanto. Aún así, estaba preciosa, muy
femenina.
-Estoy
acongojada.
-Cuénteme.
-No
tuve una infancia feliz. Trasladaron a mis padres a un Zoo.
-¿Los
buscó?
-Sí,
resultó infructuoso. Entrevisté a todos los seres de mi especie.
-¿Sueña
con ellos?
-Con
mucha frecuencia.
-Descríbamelo.
-Veo
a mi madre. Come de las ramas más altas. Recibo un cálido abrazo..
-¿Ve
a su progenitor?
-Sí.
Canta siempre. Entona canciones típicas del África en un dialecto especial.
-Usted
sufre, no tengo duda, pero debe habituarse a un nuevo modo de vida, es decir,
busque contactos sociales. Hay clubes, cruceros, bailes.
Rompió
en un sollozo sin control.
Confieso
que no me involucro en la vida de los
pacientes, pero el caso, despertó una angustia que yacía dormida. Sentí incomodidad.
Le ofrecí un vaso de jugo frutal que bebió con avidez.
-Tengo
otro problema.
-¿Cuál?
-El
abeto es más alto que yo.
-¿Cómo
dice?
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