UNA HISTORIA INCREÍBLE
-¡Ay, que
cansada estoy! ¡Cómo me duele la aleta dorsal! -se quejaba la sardina.
-¿Qué le
pasa?
-¡Siempre
lo mismo, don Salmón! mis hijas son tan descuidadas... ¿a usted le parece? me
paso el día lavando y lustrando sus escamas, ¿y para qué? ¡Mírelas, don Salmón,
ahí están...! ¡Fíjese si parece que hubiera trabajado tanto!
-¡Mamá,
mamá! -llegaron jadeantes y alborotadas las sardinitas-. Mirá lo que encontramos...
-¡Niñas!
-interrumpió mamá Sardina-. ¡Qué vergüenza, cómo traen las escamas! ¿Dónde
estuvieron?
-Bajo el
muelle.
-Es muy
divertido.
-Está
lleno de cosas raras.
-¡Y de
peligros! -dijo a punto de desmayarse la desesperada madre.
-¿Qué hay
de malo?
-¿Por qué
es peligroso?
-Deberían
escuchar a su madre -intervino don Salmón-; esos lugares están llenos de anzuelos.
¡Un día de éstos -sentenció con gravedad-, irán a parar a una lata!
-¡Ay, no!
-gimió espantada la mamá- No diga usted eso.
-¿A una
lata?
-¿Qué es
una "lata"?
-¿No van a
mirar lo que encontré?
Las
sardinitas no se cansaban de hacer preguntas, pero la última logró por fin la
atención de los mayores.
-Nunca vi
algo igual -comentó don Salmón muy serio.
-Sí que es
raro... -agregó pensativa mamá Sardina.
El extraño
objeto despertó la curiosidad de toda la población submarina.
Los
plateados sargos aparecieron en el lugar con su brillo de mil lentejuelas:
-¿Para qué
servirá?
-¡Quién
sabe!
-¡Abran paso!
-se oyó a don Mero, con su potente voz de barítono.
Era un pez
de pocas palabras y sin hacer demasiadas preguntas, se acercó a doña Sardina:
-¿Me
permite? -solicitó con su acostumbrada corrección.
-Tenga
usted -y le alcanzaron el objeto hallado.
El corpulento
mero lo examinó detenidamente, acercó su boca; abrió sus grandes agallas... y sopló
con todas sus fuerzas. ¡Un torrente de notas musicales burbujeó hacia la
superficie!
Don Mero
miró satisfecho alrededor... ¡Había quedado solo!
"¡Qué
asustadizos y desconfiados!", pensó, "pero no importa; ya
volverán" y sopló nuevamente con entusiasmo.
Atraído
por la música, se acercó un turco:
-¡Hermoso
instrumento! -y mientras acomodaba las escamas de su traje rayado, agregó-
Conocí a un marinero que tenía uno igual...
Estas
palabras atrajeron otra vez a los inquietos sargos y a las sardinitas, a
quienes siguieron don Salmón y doña Sardina.
El Turco
era famoso por sus historias y a pesar de que nadie sabía si eran ciertas o no,
a todos les gustaba escucharlas. En pocos segundos estuvo rodeado por su
auditorio y comenzó así:
-La llaman
"armónica" y los humanos son muy hábiles para sacarle sonidos. Al
marino que conocí, le gustaba mucho hacerla sonar... y hasta las ballenas
seguían su barco para escucharlo. Una noche de tormenta se le cayó al agua, y
una de ellas se la tragó -el Turco hizo una pausa y aclaró-; bueno, no fue esa
su intención... ella solo quería imitar al marinero, pero su bocota era muy
grande... y la armónica... ¡muuuy pequeña!
-¡Continúe,
continúe usted! -apuró ansioso don Mero.
-Sí, ¿qué
pasó? -agregó doña Sardina tan entusiasmada con el relato, que ya ni se acordaba
de las escamas sucias de sus hijas ni de su dolor de aleta dorsal.
-Y... cada
vez que la ballena resoplaba lanzando sobre su lomo el chorro de agua... ¡Lanzaba
un chorro de sonido! Entonces tuvo infinidad de apodos: "Sinfonía";
"Concierto flotante"... ¡En fin! Que ya ni me acuerdo.
-¿Cómo
pudo deshacerse de la armónica? -preguntaron las sardinitas a coro.
-Fue por
casualidad. Ustedes bien saben la cantidad de porquerías que los hombres arrojan,
o pierden, con gran descuido en nuestro mar y la ballena, con su eterna
curiosidad, fue a meter la trompa en una caja que flotaba a la deriva...
-¿Y
qué pasó? -interrumpieron los sargos.
-¡No
interrumpan! -protestó el Turco-. O jamás terminaré mi historia.
-Yo
creo que la está inventando -dijo descreído un caracol que por allí pasaba y
siguió lentamente su camino.
-La caja
-prosiguió el rayado pez sin hacer caso del caracol-, tenía unas letras grandes
que decían: "PIMIENTA" y provocó a la infeliz ballena, que además no
sabía leer, un estornudo tan grande, que 1a armónica salió disparada como bala
de cañón y, ¡dio una vuelta completa alrededor del mundo!, hasta que finalmente
chocó contra el muelle... y quedó debajo, justamente donde la hallaron -y para
evitar las preguntas de sus oyentes, agregó-. Ahora, si ustedes me disculpan,
debo retirarme. Buenos días -y desapareció entre los cachiyuyos.
Los que
allí quedaron, comenzaron una acalorada discusión sobre quién debía quedarse
con el instrumento. Ahora que sabían que no era un objeto peligroso, todos lo
reclamaban.
Las
sardinitas, disgustadas por la pelea que habían provocado sin querer,
decidieron ponerle fin y, mientras los peces discutían, llevaron nuevamente la
armónica bajo el muelle. Entonces, para que nadie volviera a encontrarla, la
engancharon en un anzuelo.
Inmediatamente
fue izada y desapareció rompiendo el espejo de agua.
Sobre el
muelle, un niño de piel morena y grandes ojos negros, pegaba un salto de
alegría mientras gritaba incrédulo:
-¡Mi
armónica! ¡Recuperé mi armónica! ¡La que se me cayó al agua esta mañana! ¡Es
increíble!
No hay comentarios:
Publicar un comentario