EL GRITO
Quisiera
que los gritos volvieran a sus cauces, recónditos, vacíos, no escuchados por
nadie para que no mancillen con violencia incansable las tranquilas, azules,
aguas del pensamiento.
Los
pájaros huirían hacia las montañas de cristales y confiados ensordecidos,
pulverizarían sus alas en el hielo azul.
El
grito invadiría los espacios abiertos y tranquilos, empujado por la violencia
interior, por el ímpetu destructivo, por la intolerancia y el egoísmo.
Estéticamente, se destruiría el paisaje, se desmenuzaría, destemplado,
desbordando los mares.
Las
entrañas de la tierra enfriarían sus fuegos interiores estrellándolos
violentamente en erupción ígnea y destructora…
Y
el desencadenante fue un grito, una intolerancia, una competencia…
El
cosmos, paciente, esperará que las aguas corran, que las ardientes piedras se
enfríen, y que nazca de nuevo la brizna…
Nuevamente,
se sucederán los ciclos, se asentarán las bases del volcán, volverán los ríos a
sus cauces o transitarán los nuevos, y en sus estructuras, pacientemente,
comenzará de nuevo, la vida… Volverá a asomar el fuego, desde el fondo de la
tierra, en las nuevas grietas, las constantes formas orgánicas, llenarán el
entorno de flores. En las profundidades, las semillas germinarán,
obcecadamente, buscando el sol, y las palomas malograrán con su voracidad, más
de una ilusión de ser plantas. Limpio el cielo, prometerá lo suyo, para amparar
la vida y su insistencia…
Hasta
que, otro grito violento nazca en las entrañas de la tierra, de la tormenta
desatada o el corazón intolerante, de las sequías inclementes o la ambición
enceguecida, del capricho del cosmos o la miseria insoportable, de las iras del
cielo o guerras insensatas… Y el grito indiferente… volverá a destruir!
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