Dos por dos Susana Máspoli
Tiempo atrás conocí a Ángela
María, compartimos la exposición de cuadros de Rudolf Von Crispen pintor
cubista impresionista, en realidad claramente no se define la escuela a la que
pertenece, digamos “confusionista”.
Sus obras reflejan criaturas
extrañas, con ojos oblicuos.
Cristos, ángeles, nubes, en
donde si prestás atención ves más elementos que en el todo.
¿Sabés? es poco conocido -me
decía Ángela María. La gente le teme. Observar sus obras conlleva momentos
extraños, insólitos.
Así de pronto nacen hombres
alambre, el cubo y la perspectiva se funden, las hojas con bocetos corren con
desenfreno.
Te asfixiás, no podés
respirar. Las paredes llenas de cuadros están en una habitación de dos por dos,
estirás las manos, el polvo acumulado en las telas, las paletas, los pomos.
Asfixian.
De un marco abandonado
cercano a una ventana con rejas, saltan hombrecitos de alambre cantan bailan
comienzan a silbar canciones de ésas que hace tanta falta escuchar.
Dos de ellos deciden salir
por la ventana corren por un prado imaginario hacia la puesta del sol que casi
alcanzan. De rodillas y agotados esperan el momento culminante. Cuando creen
que todo termina, cuando cambia el contraste del día y la noche aparece entre
las estrellas una flor, la toman. Cuando las imágenes están desapareciendo
sencillamente te das cuenta que la flor yace en las manos.
Busco a Ángela María, nos queremos abrazar
pero el gesto en el espacio reducido es torpe, quedamos en una enorme tela sin
pintar, nos deslizamos atravesamos el ventanal enrejado ¿a qué Universo
accederemos? por desconocimiento ¿será algún lugar prohibido? Simplemente nos
perdemos en la bruma entelada y sin enmarcar.
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