Sueños de invierno Carlos Margiotta
Era
un hombre crédulo, tan crédulo que a veces parecía ingenuo. Desde temprano descubrió
su vocación por el dibujo, copiando en un papel los objetos que lo rodeaban y
agregando a ellos su frondosa imaginación. En eso estaba cuando en el patio de
glicinas le preguntó a su madre cómo se hacían los niños, y ante la rápida
respuesta dibujó a la torre Eiffel junto a una cigüeña con un bebé colgando de
su pico. Después, en un parto apresurado nació su hermana y dejó de creer en su
madre. Entonces acudió a la iglesia y se hizo devoto de la Virgen María
dibujando angelitos, aureolas, y algunos diablitos representando a las
tentaciones y fue monaguillo hasta el día en que el cura lo quiso manosear en
la sacristía. Después creyó en la maestra que le enseñaba las bondades de vivir
en el granero del mundo y dibujó campos verdes, soles plenos, vacas pastando y
barcos repletos de trigo haciéndose a la mar, hasta que llegó la crisis y comprendió
que su país se parecía a más a una
colonia. Cuando conoció su primera novia creyó que era un hombre afortunado
porque amaba se sentía amado hasta que un día ésta lo dejo por su mejor amigo.
Y allí anda el soñador trabajando para una ONG que lucha contras barras bravas
del fútbol argentino.
El
hombre, después de muchos fracasos, había comprado un pequeño departamento.
Después de ponerlo en condiciones para hacerlo habitable se puso a decorarlo.
Notó que sobre una pared quedaría bien colgar dos lindos cuadros y se puso a
buscar reproducciones de grandes pintores en los negocios del ramo. Son caros,
demasiados caros para una copia impresa en papel ilustración, pensó. De regreso
y desilusionado por el intento descubrió que enfrente de su casa que un concesionario
de automóviles desechaba enormes cajas de cartón vacías que habían contenido
repuestos de la misma marca. Entonces se le ocurrió usarlas como lienzo y
ponerse a pintar. Junto varias cajas, las desarmó y compró en una librería
artística pinceles y varios colores de acrílico. Ahora sus obras se exhiben en varios museos
del mundo, al pintor argentino lo apodan “El cartonero”.
Me
desperté antes que terminara el sueño, mi cara reflejada en el espejo colgado
al pie de la cama hablaba de una enorme sorpresa. Yo estaba corriendo en el
medio de un campo donde caían bombas y morían soldados. Busque un refugio
debajo de unos árboles y me encontré a mi abuelo que había combatido en la
guerra del 14 con el uniforme del ejercito italiano. ¿Qué haces acá? Me dijo en
perfecto castellano, No sé, creo que estoy soñando, le dije. Vete a la cama,
que esta es mi guerra, tu tendrás la tuya, contestó. Y ahora estoy tratando de
interpretar lo sucedido… no sé si voy a ser otra vez abuelo o que me estoy
poniendo viejo.
Volvió
de la consulta pensando en lo que le había dicho la astróloga: “Revisa todo y
descarta lo que ya no sirve en tu vida: gente, lugares, ideas y cosas. Algo
terminó, déjalo ir. Muchas cosas cumplirán con su ciclo de vida durante este
año. Es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en
permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el
sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando
capítulos”. Pensó que al fin le llegaría el nombramiento que tanto esperaba,
que podría cumplir sus sueños de mudarse al Nordelta, y casarse con Ernestina
la hija del dueño de la empresa donde trabajaba. A la mañana siguiente cuando llegó al trabajo
se encontró con un patrullero y varios policías en la puerta. La financiera
había sido clausurada por reiteradas defraudaciones.
Se
detuvo frente a la vidriera de una veterinaria y se quedó observando como una
joven y bella mujer bañaba en una pileta a un perro de pelo negro. El jabón
corría por su piel debajo de la mano femenina como una caricia. Se imaginó en
ese lugar y envidió al animal que se retorcía sensualmente dejándose hacer,
entregándose del tacto, disfrutando del agua que brotaba del duchador como un
beso mojado. Podía escuchar el gemido de placer del perro a través del vidrio y
de pronto la mirada de la mujer lo atravesó con sus grandes ojos. Entonces se
despertó junto a la mujer que amaba mientras ella, desnuda, lo acariciaba
suavemente entre las piernas.
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