martes, 29 de julio de 2014

Norton Contreras Robledo

Una historia de amor Norton Contreras Robledo

La conoció un día Sábado, cuando la primavera se asomaba con la timidez de los primeros días. Desde la distancia llegó a su mundo de copitos de nieve, de soledades y silencios perpetuados, de cárcel de cristal, juntando los recortes de las revistas de corazón, leyendo los titulares de los diarios, mirando noticias o películas en la televisión, todo en un intento de que el tiempo pasara desapercibido y no tener que mirarlo a los ojos enfrentarse a él porque presentía que ese día sería como mirarse desde afuera hacia adentro y encontrarse con la inevitable certeza del cambio en su entorno superficial y mortal, y con la permanencia inmutable de su
alma. En su soledad jugaba con la vida un juego de cartas prolongado en su afán de ganarle la mano al destino, en días que parecían siglos y en noches infinitas, en blanco y negro, o en colores según los matices de los sueños. Cuando la vio supo que había ganado la partida. Fue un reencuentro con los pasos perdidos en caminos de hastíos, en carreteras de cemento duro y silencioso. En ella reconoció la presencia y el aliento percibido en cárceles, en las que el miedo era las gotas de agua cayendo por todos los laberintos del universo y la oscuridad el infinito colgando en el espacio vendado de sus ojos. Cuando la conoció y la tuvo a su vera, sintió que se reencontraba con los años, quizás siglos, milenios que habían caído una y otra vez de las hojas del calendario, en los tiempos en que él la iba buscando mas allá de los momentos perpetuados en los murales de los verbos, más allá de las palabras que por ser tantas veces escritas o dichas, se repetían a sí mismas.  Eran los tiempos en que para encontrarla asumió todos los elementos en sí mismo; Fue agua, aire, tierra y fuego, sus huellas quedaron dibujadas; en las aguas de los mares, en las profundidades de los volcanes, en las alturas de mundo estelares. En ese intento se demostró a sí mismo que la materia tiene el divino embrujo de la transformación permanente y eterna, y que las almas van en vuelos astrales a través del tiempo y del espacio.  Soñaba por si aparecía en unos de sus sueños, y la encontró en la vida cotidiana. Desde ese día ella fue estrellitas y soles en el universo de su alma, de su interior llovían versos que ella le inspiraba. El tiempo, con su manto de aromas y colores, seguía su camino por la vida.

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