Una historia de amor Norton Contreras Robledo
La
conoció un día Sábado, cuando la primavera se asomaba con la timidez de los
primeros días. Desde la distancia llegó a su mundo de copitos de nieve, de
soledades y silencios perpetuados, de cárcel de cristal, juntando los recortes
de las revistas de corazón, leyendo los titulares de los diarios, mirando
noticias o películas en la televisión, todo en un intento de que el tiempo
pasara desapercibido y no tener que mirarlo a los ojos enfrentarse a él porque
presentía que ese día sería como mirarse desde afuera hacia adentro y
encontrarse con la inevitable certeza del cambio en su entorno superficial y
mortal, y con la permanencia inmutable de su
alma.
En su soledad jugaba con la vida un juego de cartas prolongado en su afán de ganarle
la mano al destino, en días que parecían siglos y en noches infinitas, en
blanco y negro, o en colores según los matices de los sueños. Cuando la vio
supo que había ganado la partida. Fue un reencuentro con los pasos perdidos en
caminos de hastíos, en carreteras de cemento duro y silencioso. En ella
reconoció la presencia y el aliento percibido en cárceles, en las que el miedo
era las gotas de agua cayendo por todos los laberintos del universo y la
oscuridad el infinito colgando en el espacio vendado de sus ojos. Cuando la
conoció y la tuvo a su vera, sintió que se reencontraba con los años, quizás
siglos, milenios que habían caído una y otra vez de las hojas del calendario,
en los tiempos en que él la iba buscando mas allá de los momentos perpetuados
en los murales de los verbos, más allá de las palabras que por ser tantas veces
escritas o dichas, se repetían a sí mismas.
Eran los tiempos en que para encontrarla asumió todos los elementos en
sí mismo; Fue agua, aire, tierra y fuego, sus huellas quedaron dibujadas; en
las aguas de los mares, en las profundidades de los volcanes, en las alturas de
mundo estelares. En ese intento se demostró a sí mismo que la materia tiene el divino
embrujo de la transformación permanente y eterna, y que las almas van en vuelos
astrales a través del tiempo y del espacio.
Soñaba por si aparecía en unos de sus sueños, y la encontró en la vida
cotidiana. Desde ese día ella fue estrellitas y soles en el universo de su
alma, de su interior llovían versos que ella le inspiraba. El tiempo, con su
manto de aromas y colores, seguía su camino por la vida.
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