Puedo quizás porque nuestro amor es fantasía. Y también es silencio. Pero fundamentalmente es bandera, un lienzo que la Patria pintó y que nos cubre en la distancia de los cuerpos, hasta hacernos sentir que estamos juntos pese a todo, porque pensamos igual.
¡Mi amor! Mi pobre amor…
Condenado también a imaginarme, a soñarme como entonces… ¡Como hace tanto! A
sentirme siempre “ahora” aunque la tibieza de mi mano no te abarque, ni
recorran tu cuerpo mis dedos, ni florezcan los pensamientos nuevos cuando la
sangre corre apresurada. Aunque no sientas mis besos…
¡Mi amor! Mi único amor… En la
mañana gris de mis esperas, todo me dice que voy a encontrarte muy pronto. Que
día a día se revierten las causas de tu lejanía. Que la libertad está
pisándonos los talones, aunque agazapada para no perderse en el intento. Pero
aún así estás lejos… Y mi piel te extraña con dulces humedades que siembran el
camino de tu regreso, ante la sola mención de tu nombre…
Es el Día de la patria. ¡Cómo
nos cuesta amor!
¡Cómo me duele! No debería
causarme molestias el conocer que eres uno más de los que luchan por
devolvernos la paz a los tantos y tantos que pensamos en nacer de nuevo, en el
mundo entero. Pero me duele la distancia… Pienso, y te imagino. Y la sed que
contiene mi angustia cotidiana, responde por nosotros y me ahoga. Ya no sé, mi
querido, si seré capaz de aquí en más… Si podré.
Mis noches agonizan entre los
silencios de esta distancia, y se agiganta mi sed de ti. Te extraño amado mío.
Por momentos siento que vuelo a tus brazos y que el calor de tu cuerpo compensa
todas mis penas, mas luego debo convencerme de que otra vez fue mi fantasía, y
nuevamente siento sed de ti… Entonces le pregunto a la noche si la paz vale
tanto, como para que nos extrañemos así…
Hoy el correo no vino. Ya tus
cartas no son palomas mensajeras que diluyen mi espera entre ilusiones. Quizás
tampoco pudiste. Y me siento morir…
Tampoco hoy tuve cartas. Pero
estás conmigo, y yo ahogo mis pequeñas muertes en tus brazos…
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