domingo, 17 de abril de 2016

Cora Stábile

                          BREVES Cora Stábile


Nunca aflojar
Una vez leí que “el sueño más lejano del hombre es su alegría”, y ¿porqué no acercarlo y hacerlo florecer?.
No alegría ficticia ignorando miserias u oscuros nubarrones sobre la realidad, alegría de estar vivo, aceptar la verdad, no correr cortinados para ocultar miserias, enfrentar los problemas, resistir y luchar.
El mañana que espera debemos construirlo con valor, con coraje, no aflojar y pelear. Todo está en nuestras manos, podemos realizarlo, la lucha será dura, adelante y en paz.
  
Mirada
"¿De qué aurora descolgaste" ese brillo en tu mirada? y esa risa cristalina
¿Fue un regalo de los pájaros?
Te miro andar por la vida tan serena, tan calmada, como esperando segura, la felicidad: mañana.
Nunca dejes de reir y no apagues tu mirada. No es tan difícil creer en los hombres, las palabras, los colores, los sonidos, el mundo que te reclama.
  
Melancolía 
"Quiero a veces bajar de la melancolía" para sentir la tibieza de los rayos del sol y aspirar el perfume de las flores de los tilos que, mecidas por el viento, me acarician al pasar. 
Miro el buzón rojo con su boca abierta esperando las cartas que hasta él llegarán. Sigo caminando lenta, lentamente, y desde el puesto de flores me sonríen los jazmines exhalando ese aroma tan particular.
Tardecita de primavera en Buenos Aires, un puñado de pibes correteando felices, dos perros que juegan, varios jubilados tomando café y contándose cosas ¿ del pasado tal vez? O hablando de fútbol - todo puede ser -.
Y aquella pareja, van muy abrazados sonrientes los dos ¿charlando de amor?
Si bien la melancolía es un estado de ánimo que me es muy afín, hoy he  decidido bajarme de ella y conectarme con el mundo que me circunda, ese de todos los días que casi nunca observo por volar y volar.

A través de un velo azul 
                                                  … para vos Troilo

Yo también cierro los ojos y lo veo, soñando, disfrutando cada nota, entregado a ese placer cadencioso que le acaricia el alma. 
Y me dejo llevar, me trepo a la maravilla de ese bandoneón y escucho sus quejas misteriosas, vuelvo al viejo álbum familiar y releo la historia del casamiento de una de las hermanas de papá en el que un gordito de pantaló corto toca el fuelle y me digo con orgullo: “Él estuvo allí… “, y pienso en el tío querido que hace poco tiempo partió y que amaba a este “gordo triste”.



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