CUANDO TE ALCANZA
Ana María Donato
La
llegada de la ambulancia sacó a Elena de su propia preocupación. Era su turno y
hasta ese momento la situación estaba bajo control con la rutina de esas horas
de la mañana. Se había dado un descanso tomando un café. Apoyada su frente
contra el vidriado ventanal que daba al patio interno del hospital, daba
vueltas al tema de su hija adolescente. Hacía pocos días había descubierto que
estaba atrapada por la droga. Sola en el mundo, Elena presentaba combate a las
circunstancias, pero ahora con Mariana en ese otro mundo siente que se ahonda
esa soledad que la acompaña desde que el marido muriera en un absurdo accidente
de tránsito cuando vivían en la capital. Como no sabe cómo actuar todavía no se
ha confesado con nadie para descargar su angustia. Hoy sin embargo se quebró
cuando se encontró con el rostro deformado de la joven que entró en urgencias
La conocía, era alumna del único colegio del barrio. No tenía más de quince
años, la edad de su Mariana. Un desconocido -contó- la había emboscado en la
parada del colectivo y la había arrastrado hacia una calle lateral. La muchacha
se resistió a pura patada pero el hombre más corpulento pudo dominarla. No sólo
la violó sino que se vengó de su resistencia asestándole una certera trompada
en el ojo izquierdo que la dejó desmayada y ensangrentada. La encontró un peón
de obra. De inmediato la subió al camión y la entregó en el hospital. Elena vio
el cuadro de absoluta indefensión de la chica y tuvo, por primera vez en su
carrera, un temblor que la sacudió toda. Ahora sabía que la joven no sólo tenía
un serio riesgo en el ojo sino también un embarazo de casi dos meses del cual
todavía no tenía conciencia. Parada allí en el largo pasillo de verdes paredes
azulejadas, Elena piensa que no basta con estar en el hospital, tiene que hacer
algo más por estas chicas vejadas física y emocionalmente, chicas víctimas,
confundidas, ausentes para la mirada de los otros, los adultos, los propios
padres, las autoridades , incluso ausentes para la gente del hospital que no
puede más con el tema de los abusos a menores y la droga. Elena sabe que
tampoco aquí en provincia nadie está a salvo de nada. Cuando quedó viuda pidió
el traslado al interior creyendo que criaría más tranquila a Mariana. Pero se
equivocó. El mundo la alcanzó. En Cañadas casi no hay accidentes de tránsito
pero sin darse cuenta, en poco tiempo, la droga se adueñó del lugar. En ella
está atrapada su hija a pesar de sus cuidados. Elena mira la hora en su
celular, llama a Mariana, le pide que la espere que va para allá. Releva su
turno y sale. Mientras viaja en el colectivo decide que el primer paso será
llamar a los padres de Andrés el novio de Mariana para pactar el cuidado de los
chicos, más tarde hablará con la gente del barrio para armar una red de
custodios de hijos. Ahora está decidida. Piensa y repite una y otra vez: responsabilidad
sexual y droga...responsabilidad sexual y droga... Mientras ve pasar las
hileras de casas que recortan su paisaje diario, siente que callando su drama
no se ayuda ni ayuda a nadie. Imagina los momentos que vendrán y se fortalece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario