domingo, 17 de abril de 2016

Ana María Donato

                         
                         CUANDO TE ALCANZA  
Ana María Donato



La llegada de la ambulancia sacó a Elena de su propia preocupación. Era su turno y hasta ese momento la situación estaba bajo control con la rutina de esas horas de la mañana. Se había dado un descanso tomando un café. Apoyada su frente contra el vidriado ventanal que daba al patio interno del hospital, daba vueltas al tema de su hija adolescente. Hacía pocos días había descubierto que estaba atrapada por la droga. Sola en el mundo, Elena presentaba combate a las circunstancias, pero ahora con Mariana en ese otro mundo siente que se ahonda esa soledad que la acompaña desde que el marido muriera en un absurdo accidente de tránsito cuando vivían en la capital. Como no sabe cómo actuar todavía no se ha confesado con nadie para descargar su angustia. Hoy sin embargo se quebró cuando se encontró con el rostro deformado de la joven que entró en urgencias La conocía, era alumna del único colegio del barrio. No tenía más de quince años, la edad de su Mariana. Un desconocido -contó- la había emboscado en la parada del colectivo y la había arrastrado hacia una calle lateral. La muchacha se resistió a pura patada pero el hombre más corpulento pudo dominarla. No sólo la violó sino que se vengó de su resistencia asestándole una certera trompada en el ojo izquierdo que la dejó desmayada y ensangrentada. La encontró un peón de obra. De inmediato la subió al camión y la entregó en el hospital. Elena vio el cuadro de absoluta indefensión de la chica y tuvo, por primera vez en su carrera, un temblor que la sacudió toda. Ahora sabía que la joven no sólo tenía un serio riesgo en el ojo sino también un embarazo de casi dos meses del cual todavía no tenía conciencia. Parada allí en el largo pasillo de verdes paredes azulejadas, Elena piensa que no basta con estar en el hospital, tiene que hacer algo más por estas chicas vejadas física y emocionalmente, chicas víctimas, confundidas, ausentes para la mirada de los otros, los adultos, los propios padres, las autoridades , incluso ausentes para la gente del hospital que no puede más con el tema de los abusos a menores y la droga. Elena sabe que tampoco aquí en provincia nadie está a salvo de nada. Cuando quedó viuda pidió el traslado al interior creyendo que criaría más tranquila a Mariana. Pero se equivocó. El mundo la alcanzó. En Cañadas casi no hay accidentes de tránsito pero sin darse cuenta, en poco tiempo, la droga se adueñó del lugar. En ella está atrapada su hija a pesar de sus cuidados. Elena mira la hora en su celular, llama a Mariana, le pide que la espere que va para allá. Releva su turno y sale. Mientras viaja en el colectivo decide que el primer paso será llamar a los padres de Andrés el novio de Mariana para pactar el cuidado de los chicos, más tarde hablará con la gente del barrio para armar una red de custodios de hijos. Ahora está decidida. Piensa y repite una y otra vez: responsabilidad sexual y droga...responsabilidad sexual y droga... Mientras ve pasar las hileras de casas que recortan su paisaje diario, siente que callando su drama no se ayuda ni ayuda a nadie. Imagina los momentos que vendrán y se fortalece.

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