AGHATA
Celia Elena Martínez
Llegaron
mi hija y sus amigas. Yo estaba en el
campo hacía ya un mes. Era un verano de mucho calor. Se acomodaron y con la
alegría de las jóvenes, pronto estaban en la pileta. Nos pusimos al sol.
De
pronto mi hija dijo.-Entremos rápido con todas las cosas y los perros, viene un
tornado-.
Nada
presagiaba lo que venía. Cuando miré al sur vi el remolino negro.
No
pudimos llevar a una de las perras a la casa. Ésta estaba atada y no hacíamos a
tiempo porque ya se sentía el fuerte viento y nos iba a arrastrar a nosotras.
Yo
lloraba, amaba a esa ovejera que era mi compañera más fiel pero era mala con
los extraños. Forcejeé con mi hija. no me dejaba ir, ganó.
Desde
adentro veíamos el remolino negro y como volaba todo .Chapas de techos vecinos,
los juegos de jardín de los chicos vecinos, los triciclos de plástico.
De
pronto cayó el árbol donde esta Ágata, mi fiel amiga. Yo gritaba y lloraba como
loca.
Andrea trataba de calmarme aunque también la sentí
sollozar, todos amábamos al animal. A los cinco minutos todo era calma, el sol
y bajo el calor seguían, como si nada hubiera pasado.
Salimos,
corrí hacia el árbol caído y vi a Ághata agazapada y temblorosa, ella también
quiso correr hacia nosotras. Estaba viva bajo el feroz enemigo que la había
cobijado, lejos de aplastarla, en realidad la había salvado. Con la ayuda de
Andrea la sacamos, la abrazamos, la besamos y reíamos de felicidad.
Después
fuimos a ver los destrozos que había
dejado en la casona, sólo se había doblado un techo que hacía de alero. Pero
diseminados por doquier había sillas plásticas, un tobogán de los chicos de al
lado , techos de chapa de casas cercanas, plantas arrancadas de cuajo, árboles
,gallinas muertas. Lo extraño es que no había nada nuestro. El cono negro del
tornado había pasado a cien metros. Justo por el salvador de mi amada perra.
Había
llegado la calma
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