domingo, 17 de abril de 2016

Celia Elena Martínez

                                      
 AGHATA 
Celia Elena Martínez

Llegaron mi hija y sus amigas. Yo estaba  en el campo hacía ya un mes. Era un verano de mucho calor. Se acomodaron y con la alegría de las jóvenes, pronto estaban en la pileta. Nos pusimos al sol.
De pronto mi hija dijo.-Entremos rápido con todas las cosas y los perros, viene un tornado-.
Nada presagiaba lo que venía. Cuando miré al sur vi el remolino negro.
No pudimos llevar a una de las perras a la casa. Ésta estaba atada y no hacíamos a tiempo porque ya se sentía el fuerte viento y nos iba a arrastrar a nosotras.
Yo lloraba, amaba a esa ovejera que era mi compañera más fiel pero era mala con los extraños. Forcejeé con mi hija. no me dejaba ir, ganó.
Desde adentro veíamos el remolino negro y como volaba todo .Chapas de techos vecinos, los juegos de jardín de los chicos vecinos, los triciclos de plástico.
De pronto cayó el árbol donde esta Ágata, mi fiel amiga. Yo gritaba y lloraba como loca. 
Andrea  trataba de calmarme aunque también la sentí sollozar, todos amábamos al animal. A los cinco minutos todo era calma, el sol y bajo el calor seguían, como si nada hubiera pasado.
Salimos, corrí hacia el árbol caído y vi a Ághata agazapada y temblorosa, ella también quiso correr hacia nosotras. Estaba viva bajo el feroz enemigo que la había cobijado, lejos de aplastarla, en realidad la había salvado. Con la ayuda de Andrea la sacamos, la abrazamos, la besamos y reíamos de felicidad.
Después fuimos a ver los destrozos  que había dejado en la casona, sólo se había doblado un techo que hacía de alero. Pero diseminados por doquier había sillas plásticas, un tobogán de los chicos de al lado , techos de chapa de casas cercanas, plantas arrancadas de cuajo, árboles ,gallinas muertas. Lo extraño es que no había nada nuestro. El cono negro del tornado había pasado a cien metros. Justo por el salvador de mi amada perra.
Había llegado la calma


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