LA EQUIVOCACIÓN
Natalia S.
Samburgo
-Hola
Daniel, ¿cómo estás?
-Bien
amigo. ¿Y vos? ¿Te casaste?
-Oh,
sí. Ya hace dos años.
-¡Qué
cambio! ¿No? – dijo Daniel al tiempo que revoleaba los ojos en gesto de fastidio.
-Por
ahora estoy bien. Mi mujer la lucha conmigo día a día, es una gran compañera.
-¡Habrás
tenido suerte! ¡El matrimonio es una porquería! Tira por la borda el romanticismo,
la calentura, las miradas tiernas, las salidas… todo.
-¿El
romanticismo? ¿Y desde cuando te importa ser o no ser romántico? – preguntó
Mario sorprendido por el tono que usaba Daniel para referirse al tema.
-No
es que me interese. Pero es lo que veo. Las mujeres ya no se arreglan como
cuando están solteras, los tipos sacan panza ¡y ni hablar cuando vienen los
hijos! ¡Olvidate! – contestó Daniel mientras daba énfasis a sus palabras con
movimientos de las manos.
-Mi
señora está embarazada y estamos muy felices de tener un hijo. Va a nacer en septiembre. No veo la hora de que
nazca para tenerlo en brazos.
-¡No
jodas amigo! Olvidate de dormir, de ver a tu mujer sonriente, olvidate de lo
que gastabas hasta ahora y olvidate del tiempo que era tuyo… ya no lo será más…
Levarlo al jardín, al doctor, a futbol o danza, a los cumpleaños de los pendejos
compañeritos que después lo cambias de colegio y no los ve nunca más.
-¡Pará
Mario! ¿Cuál es tu problema? ¿Acaso estuviste casado o tenés hijos? Porque si
es así no estoy enterado.
-No.
No me casé ni pienso hacerlo. No tengo hijos y pienso tenerlos. Mi vida es mía,
mi tiempo es mío y mi jodida plata es mía.
Mario
hizo señas al mozo para pedir la cuenta.
-Me
voy amigo. Te deseo suerte en tu vida de casado y de padre. Que te sea leve y
ojalá no te arrepientas – dijo Daniel viendo que ya se despedían.
-¿Sabés
qué Daniel? Yo te recordaba alegre, feliz, con un futuro lleno de vivencias y
sueños cumplidos. Sin embargo, ahora te veo y me parecés un jodido frustado. Si
no te casaste seguro fue porque no encontraste la mujer de tu vida o lo que es
peor, la encontraste y se te escapó por jodido. Y como no te lo perdonás, te
escudás detrás de un supuesto hombre fuerte y superado. Mmmm…, me parece que
estás equivocado. Liberate amigo. Dejate llevar, dejate querer, aún sos joven.
No tenés idea lo lindo que es cruzar las piernas con tu mujer cuando hace frío.
Y no te imaginas lo que es escuchar los latidos del corazón de tu bebé que aún
no nació. Dejá, yo pago la cuenta. No vaya a ser que te hice malgastar tu
dinero y perdón por tu tiempo… Chau…
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