La
manzana
Shai Sela
Enjuago una manzana en la
pileta de la cocina. Las gotas de agua sobre la cáscara la dan brillo y se la
ve fresca y jugosa. Me siento afuera de la casa, en la hamaca, frente al árbol
más alto y más verde; acerco la manzana a mi boca. Estoy encantada y me
emociono.
Me espera una aventura, la
aventura que hay en cada manzana. La muerdo y mastico con placer el trozo de
fruta dulce y jugoso, degusto el espeso jugo que inunda mi lengua e irriga con
energía mis dientes.
Escucho los sonidos de la
manzana. Mordiscos perfectos y lentos: cranch, cranch…Aspiro el aroma suave y
dulzón de la manzana. Es asombroso y no me cansa aspirarlo una y otra vez.
Siento la manzana que se
deja comer bajo mis dientes, percibo en mis manos que la sostienen acariciando
solo la suave cáscara y, cuando llegan a
a la parte mordida, los dedos se vuelven un poco pegajosos. Miro la cáscara
brillante y roja que se torna de un rojo amarillento en algunas partes y en
otras de un rojizo oscuro. En el lugar que mordí se ve el fruto amarillo y
crujiente que tan bien combina con su cáscara. Al final, cierro los ojos y me
imagino mi pequeña casa, la cabra, las colinas que me rodean, el cielo azul y
el sol que resplandece, el canto de los pájaros, el maullido del gato…¡Un
momento! ¿El maullido del gato? No sabía que tengo un gato! Bueno, es que la
manzana cada vez me inventa cosas nuevas.
Sostengo delicadamente la
manzana. Mis uñas no la tocan, solo las yemas de los dedos se aprietan contra
ella, gozando de la sensación de húmeda frescura que llega después de haberla
lavado.
Abro los ojos. Otra vez
estoy afuera, sentada en la hamaca frente al árbol más verde y más alto. Los
rayos del sol llegan a la manzana que aún brilla por el lavado.
Yo sonrío feliz. Cuántas
aventuras pasé con esta manzana, cuántas vivencias…y dénse cuenta: ¡es solo el
primer mordisco!
Publicado por Ester Mann
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