Tiempo de embarazo
Alicia Chillifoni
Voy hacia la escuela en que
me corresponde votar. Me la cambiaron. Ésta está lejos. Tomaré primero el tren
y después un micro. La mañana está muy fría, demasiado, y gris, y ventosa.
Busco un pensamiento tibio que me distraiga de la inclemencia del día mientras
camino hacia la estación.
En invierno se considera que
la naturaleza está muerta; sin embargo, entre el 23 y el 24 de junio celebran
el Año Nuevo los pueblos originarios cordilleranos. Rinden culto al Sol, que es
Antú para los del sur, mapuches, y es Inti para los del norte, quichuas,
wichis. Pareciera no tener lógica la época elegida. Sin embargo, ellos no
consideran que la vida esté ausente en invierno, sino que permanece latente. Es
un embarazo. Allá por setiembre será el parto. Y está bien verlo así.
Se me ocurre comparar con
nuestro Año Nuevo, el de los que adoptamos la cultura de los conquistadores, y
ahora siento desacertada a esta última. Pero, a ver, esta costumbre viene del
hemisferio norte, donde el Año Nuevo coincide con el invierno ya comenzado. O
sea que los originarios no se equivocan para nada: Natura se embaraza, acá, por
junio, y allá, por diciembre.
Es por eso que nosotros, los
“huincas”, solemos renegar de las tarjetas navideñas nevadas, sin pensar en el
lugar y motivo del origen de esta fiesta. Y porque además, la mayoría
desconocemos que también en algunas regiones de nuestra Patria se dan Navidades
blancas. Tenemos una visión muy limitada, muy mezquina.
Como sea, es éste el tiempo
de embarazo.
Esta noche parirán las urnas
un nuevo Poder Legislativo. ¡Pero caramba! ¿Qué ven mis ojos? ¿Es que estos
carritos no se detienen ni siquiera para votar? No paran nunca de acarrear
cartón y botellas. Y van realmente preñados, a punto de reventar, cansinos, doloridos.
Tal vez también ellos están gestando algo, aunque muy lenta y solapadamente. Y
coronando largo y trabajoso parto, un día, el más bonito de todos los días,
parirán justicia.
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